14. Lo que sacrificó el hombre por libertad

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Mientras caminábamos de regreso, yo con una sonrisa satisfecha en el rostro, pensando que había hecho lo correcto y de que no tenía nada de que arrepentirme, una idea me asaltó de improvisto, de repente, un sentimiento triste borró aquella sonrisa que había logrado ganar. Chris me miró curioso, percatándose de mi repentino cambio de humor.

— ¿Por qué Dios permite esto? — le pregunté.

— ¿A qué te refieres? — me preguntó Chris, aunque yo sabía que él había entendido bien a que me refería.

¿Por qué Dios permitiría que unos niños inocentes sufrieran de aquella manera?, no era justo, sus vidas estaban acortadas por funestas enfermedades... y ellos eran tan fuertes, tenían una sonrisa tan grande.

— Cosas como estas me hacen dudar de la existencia de algo superior. Si en verdad hubiera algo allí arriba — dije mirando el cielo mientras caminábamos de regreso — sería para cuidarnos, no para hacer la vista gorda, ignorando el sufrimiento de su propia creación. Si Dios existe, es un dios cínico.

Chris me miró seriamente, y en verdad quise saber que pensaba al respecto.

— Crees en Dios, ¿verdad? — le cuestioné.

— Sí — respondió sin dudar.

— Dime, cada vez que ves a un niño enfermo, a un pobre muriendo de hambre o frío, a personas siendo asesinadas, torturadas. ¿No dudas de la existencia de Dios? — lo medité unos segundos — ¿O por lo menos no dudas que en verdad Dios sea un dios bueno?... a mí me parece bastante desinteresado por lo que nos suceda.

— Ni así lo dudo.

— ¿Ni un poco?

— No.

— ¿Por qué? ¿Qué es lo que hace que tu fe sea tan inquebrantable?

— Porque, digamos que sé un poco más que el resto.

— ¿Qué sabes? — sus palabras me fueron extrañas. Guardaban tantos secretos.

— Los humanos sacrificaron su perfección, por tener una fracción de libertad.

— ¿Y eso que quiere decir? — me estaba confundiendo.

— Antes, los hombres y mujeres, eran perfectos, no se enfermaban ni morían, pero la perfección no podía satisfacer a esas personas, porque no importaba que hicieran, todo sería perfecto, porque estaba Dios para detener una catástrofe. Y tampoco había opciones, sólo una, la correcta, no tenían lugar para equivocarse, ya que eran perfectos. No podían decidir por sí mismos, porque la mente humana es imperfecta y los llevaría a errar. Debían confiar en que la providencia elegiría el camino correcto por ellos.

— ¿Y qué pasó con esas personas?

— Se cansaron de su perfección.

— ¿Renunciaron a la vida eterna?

— Exigieron a Dios que los soltara, ya no querían un destino escrito, querían ellos mismos escribirlo. La libertad conlleva un sacrificio. ¿Están dispuestos a sacrificar lo que le es debido?, les preguntó Dios.

— ¿Ellos aceptaron? — pregunté y Chris me respondió con un asentimiento de cabeza — ¿Entonces qué sucedió?

— Ellos entendieron que perfección era equivalente a limitación, e imperfección lo era a libertad. Y lo único que los mantenía perfectos era la presencia de Dios, pero este al alejarse, perdieron todo lo que los volvía perfectos, salud, vida, felicidad...

— Me recuerda a la historia de Adán y Eva.

— Es la historia de ellos.

Lo miré sorprendida.

— Pero contada desde otros ojos.

— ¿Por eso el mundo sufre tanto dolor e injusticias? ¿Sólo porque quisimos ser libres de Dios?

— Es un error echarle la culpa a Dios por no protegernos o evitarnos de tantas angustias, él sólo está respetando el contrato, nos deja solos para que tengamos un poco de libertad. Si estaría siempre interviniendo en nosotros, seríamos meras marionetas de su voluntad.

— Es una buena metáfora para explicar por qué Dios no nos presta atención — reí cuando Chris terminó su relato —. Pero no creo ni un poco en todo esto. Dios no existe, y todo lo que ello conlleva, como ángeles y demonios, fantasmas y extraterrestres, todo es lo mismo, es sólo la mente del hombre intentando explicar lo que no entiende — Chris me miró con una sonrisa, como si supiera que estaba diciendo una estupidez, pero igual no dijo nada —. En la antigua Grecia, le atribuían los rayos a un dios, Zeus, hoy sabemos que se producen por el choque entre nubes cargadas de electricidad estática. No hay ningún dios atrás de ellos. Pasará lo mismo con Dios y el resto de las religiones, la ciencia sigue avanzando y va remplazando a la religión.

La conversación no siguió más que allí, Chris no me debatió, talvez porque sabía que no había forma de negar lo que decía. Pero, de igual forma que él no puede comprobarme que Dios sí existe, yo tampoco puedo asegurarle al cien por cien, que no existe.

— Llegará un momento que te será imposible negar la existencia de Dios, y yo estaré allí para sostenerte — fue lo último que dijo antes de zanjar la conversación por completo.

Nos separamos unas cuadras antes de llegar a mi departamento. Así que tuve que caminar unas calles sola. Ya estaba anocheciendo, así que cuando llegué, la noche ya se hallaba en su esplendor.

Unos metros antes de llegar a mi departamento, algo se me hizo extraño. Apresuré el paso para llegar antes.

¿Qué diablos estaba pasando en mi departamento?

Me paré frente a mi casa, pero no pude entrar. La puerta estaba siendo obstruida por una montaña de cosas. Mis cosas. Mi colchón, mi ropa, y alguna que otra de mis pertenecías, que por cierto no eran muchas.

Una nota colgada en mi puerta terminó por esclarecerme la situación.

"Te advertí que, si no pagabas lo que debías, te dejaría en la calle. Yo siempre cumplo mi palabra."

Ese maldito pringoso me había echado a la calle.

¿A dónde iría ahora?

DaemoniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora