Sábado por la mañana. Cambiaste tu rutina y debido a eso nuestros caminos se cruzaron.¿Crees que fue el destino, Jungkook? ¿Crees en el destino?
Yo sí. Así como creo en las almas gemelas y en el amor a primera vista. Considero que no se puede creer en tan sólo una de esas cosas, me parece de que se necesitan las tres.
Estaba apoyado en el tronco de un cedro torcido e inclinado, sin aliento. Estaba sólo a mitad de camino de asenso de la Montaña Peak. Siempre lo llamaste la Peñasco Peak, ¿recuerdas?. Por qué así aparece en los mapas. Pero nadie en Enumclaw se refiere a ella de esa manera.
Para los lugareños, es sólo Monte Peak. Creo que es un nombre raro, como un río llamado agua. De todos modos, estaba mirando mis botas raídas por la caminata, tratando de calmar mis pulmones que ardían, cuando oí ladrar a un perro. Miré por delante y vi un hermoso golden retriever por el sendero. Su pelo dorado rojizo se movía por el viento y su lengua caía por la comisura de la boca.
No tengo miedo de los perros ni nada, ya sabes lo mucho que me gusta tu perro, pero cuando se me tiró encima y puso sus patas sobre mi pecho casi tirándome, me gustó un poco menos.
—¡No! ¡Baja! —le ordenaste, y cuando levanté mi rostro mi corazón se detuvo. No es como si el corazón te pudiera latir cuando se te esta saliendo por la boca, de todas formas.
Tu rostro estaba enrojecido y la camisa de manga larga que llevabas, pegada a tu cuerpo musculoso, con una línea de sudor oscurecía tus hombros. Cuando levantaste la vista y te encontraste con mi mirada, estabas a punto de pedir disculpas. Pero sólo sonreíste y dijiste:
—Ah hola, Jimin.
Como si nos conociéramos, como si fuéramos amigos. Te acercaste para poner una correa en el collar del perro mientras se abalanzaba sobre mí. No me importó que dejara dos marcas de patas embarradas en mi camisa o pisoteara.
—Hola, señor Jeon —saludé preguntándome si mi cara Lucía también como la tuya, o con aspecto de cansado o si sólo me veía sudoroso y desagradable.
—Creo que podemos prescindir de las formalidades fuera del aula —dijiste extendiendo la mano como si nos estuviéramos viendo por primera vez—. Llámame Jungkook.
¿Sabes que tienes un buen apretón de manos? Fuerte y firme.
En ese momento, un intenso deseo se apoderó de mí. Ojalá nuestras manos estuvieran juntas por otra cosa. Quería abrazarte de una manera relajada, con los dedos entrelazados, y quería que también lo desearas. Por lo menos me lo imaginaba. No sé lo que me pasó por la cabeza cuando nuestra piel se tocó.
Todas las horas que pasamos juntos, todas esas conversaciones y nunca te pregunté qué sentiste la primera vez que nos tocamos de verdad. Quiero decir, voluntariamente. El incidente en el laboratorio no cuenta.
Tu perro eligió ese momento para salir corriendo, alejándose de mí, y casi me arrastras te contigo antes de soltar mi mano. Esta es la forma en que terminamos caminando juntos en esa tranquila mañana brumosa. Ellos pueden pensar lo habías planeado, que pediste verme fuera del aula, pero fue pura coincidencia.
En general, el monte Peak es concurrido, pero tal vez la gente no se habría molestado en ascender la montaña sabiendo que ciudad esta cubierta de niebla y la vista sería clara. Pasaron sólo dos personas por la mañana, y ninguno de ellas nos prestó mucha atención. También me gustó eso. Qué a ninguno de ellos les pareció extraño que estuviéramos juntos.
—¿Y qué? ¿Vienes aquí a menudo? —me preguntaste con voz burlona mientras me sonreías.
Tienes un gran sentido del humor. Tal vez esa frase debería estar en tiempo pasado. A estas alturas ya no lo sé.