Un mal sueño

4.7K 66 5
                                    

Las pequeñas manos de Marcos sacudieron el brazo de su madre por segunda vez.

—Mamá... Mamá despertate...

Ana respiraba con una tranquilidad inquebrantable. Le gustaba verla relajada y tumbada en su cama, parecía incluso contenta. Los últimos días se había estado moviendo de acá para allá tratando de buscar alguna información que evitara que "algo malo sucediese"... aunque Marcos no sabía qué significaba eso y su madre se negaba a decírselo. Por eso mismo Ana se pasaba los días completos usando la computadora, que Marcos tenía prohibida tocar, y la televisión, que también tenía prohibido tocar.

—Hay ciertas imágenes que no podés ver mi amor —le decía cada vez que encendía una pantalla. Incluso cuando estaba fuera de la casa volteaba para corroborar que no prendiese el televisor, aunque se llevara el control remoto.

—Mamá... —repitió un poco más fuerte. Aquella noche había tenido un mal sueño. Uno muy malo y feo, de esos que su mamá le había advertido que no debía tener.

—Mamá despertate...

Agitó con un poco más de fuerza el cuerpo de Ana, que ya comenzaba a moverse. Marcos trató de subirse a la cama con cuidado, pero todavía era muy chico como poder hacerlo sin tener que treparse como una araña.

—Marcos... ¿qué pasa?

—Soñé con la esfera negra.

Ambos se quedaron en silencio por unos instantes. Ana sintió su cuerpo hundirse bajo la nieve. Volteó su cabeza para tratar de encontrar los ojos de su hijo entre la oscuridad. Prendió la lámpara de su mesita de luz y, temerosa de haber escuchado correctamente, le preguntó:

—Marcos... ¿qué dijiste?

—Dije que soñé con una esfera negra, la que dijiste que parece humo.

"No", pensó Ana. "No, no, no, no, por favor no, él no". Así que su mente comenzó a trabajar. No tenía mucho tiempo para actuar, pero tenía que asegurarse.

—Marcos, ¿te acordás bien del sueño?

—Sí.

—Y la esfera, contame, ¿estaba en un desierto como mami te había dicho?

—No, estaba en un bosque, por eso vine a despertarte. Me dijiste que lo haga si llegaba a suceder, pero como no era un desierto y además era negra y no blanca como me dijiste no sabía qué hacer.

—Sí, si... muy bien, hiciste bien.

Y en verdad había hecho bien, pero nada tenía sentido. Ana lo arropó por impulso entre las sábanas y comenzó a acariciarle el pelo.

—Te quiero mucho, sabías... ¿no? —le preguntó.

—Sí mamá, lo sé. Yo a vos.

—Tuviste una pesadilla, pero no fue nada más que eso, ¿okey?

—Okey...

Mentira. Aquello era mucho más que una pesadilla, pero ¿qué otra cosa podía decirle? Se esforzó por controlarse. Respiró profundamente y sin mucho éxito quiso dominar el sismo que sacudía su cuerpo. Lo que único que no se sentía capaz de sobrellevar era la culpa. ¿Cómo pudo haber permitido que su hijo duerma solo en otro cuarto? Marcos era un chico inteligente, pero aun así y con todo habría tenido que despertarse, procesar lo que acababa de soñar, ir hasta la habitación de su madre y contarle lo ocurrido. Aquello suponía un mínimo de dos minutos perdidos que podría costarle lo peor.

"¿Y si se quedó dando vueltas en su cama pensando si debía despertarme?", pensó Ana. Aquella idea la aterraba. El tiempo era valioso.

—Mamá, si es solo un mal sueño ¿por qué tengo que venir a contártelo? Ya tuve malos sueños antes. No entiendo.

Galpón de espaldas dañadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora