Capítulo 12

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Debía admitir que Sean se veía muy sexy pintando la habitación de nuestra hija... sin playera.

—¿Te gusta lo que ves? —me preguntó, con una sonrisa pervertida en su rostro.

—Oh, creí que la respuesta era obvia —él rió y me acerqué a él —. No puedo creer que tendremos una hija juntos —él me acercó a su cuerpo y besó mi cabeza.

—Tampoco yo, pero me tiene muy emocionado, especialmente, después de verla en las ecografías —asentí.

—Serás su persona favorita —le dije, y él me observó algo desentendido —. Las hijas siempre crean un vínculo más fuerte con sus padres. Además, eres encantador, te amará —él acarició mi barriga, ya bastante prominente, y sonrió.

—Habrá suficiente Sean para ambas —emitió y reí —. ¿Podrías alcanzarme la escalera? No puedo llegar a las partes de arriba —me pidió.

—Yo podría pintarlo, si quieres —sugerí, y él negó.

—No permitiré que te subas a la escalera estando embarazada —emitió.

—Sean, no estoy inhabilitada para hacer las cosas —él suspiró y asintió.

—Móntate a mis hombros —dijo y reí.

—¿Qué? No, estás demente —le dije —. No soy tan liviana como para que tus hombros lo soporten. Además, ya no soy yo; medio kilo más es de la niña —añadí y él rió.

—Vamos, Kate, yo podré estabilizarte mejor que la escalera —bufé y me rendí.

—Sabes que esto es trabajo en equipo, ¿verdad? —le pregunté y asintió.

Cuidadosamente, me senté sobre sus hombros y él me elevó del suelo. Me entregó el rodillo con pintura y pinté las partes restantes de la habitación.

—Buen trabajo —levantó su mano y la choqué con la mía —. Ha quedado estupenda —asentí.

—¿Nos damos un baño juntos? —de inmediato, se formó una gran sonrisa en su rostro y me cargó sobre su hombro, dirigiéndonos hacia el tocador.

Mientras nos íbamos desvistiendo, Sean llenó la bañera de agua y algo de jabón, y nos metimos en cuanto estuvo lista.

—Necesitaba esto —susurré, con mis ojos cerrados y apoyada en el pecho de Sean.

—Lo sé. Hace un tiempo que no tenemos un momento para descansar —él posó sus manos sobre mi barriga.

—Eso es mentira —reí —. Sí lo tenemos, pero decidimos usarlo para otra cosa —él sonrió y asintió.

—Eso me hace querer sacarte de aquí y llevarte a la cama —emitió él. De repente, la niña se movió dentro de mí y Sean apartó sus manos, rápidamente —. ¿Ha sido la bebé? —me preguntó y asentí, entre risas. Una sonrisa se formó en su rostro y volvió a posar sus manos sobre mi barriga —. Se ha sentido muy fuerte —posé mis manos sobre las suyas y cerré los ojos.

—No quiero imaginar cómo será cuando esté a punto de parir.

*

Definitivamente, la idea que tenía Sean para la habitación de la bebé era estupenda. Al pasar las semanas, habíamos ido comprando más y más cosas para su habitación, y ya sólo nos faltaba la cuna. Sin embargo, no la usaríamos hasta que tuviera seis meses, ya que dormiría en nuestra habitación hasta entonces.

Por el momento, aún no habíamos elegido ningún nombre. Sean y yo habíamos podido llegar a un acuerdo muy fácilmente en lo que fuera, pero el nombre de nuestra hija era la excepción.

Esta semana, a mis veintiocho semanas, me tocaba comenzar con las clases de pre-parto. Afortunadamente, sólo debíamos ir una vez a la semana.

—¿Puedes creer que estamos a tres meses de conocerla? —me preguntó Sean, mientras preparaba la cena.

—Cada vez estoy más ansiosa —emití —. Ya quiero tenerla en mis brazos, abrazarla y protegerla para siempre —él se acercó a mí y besó mi mejilla.

—Prueba esto —me dio a probar una salsa y estaba deliciosa... como siempre —. ¿Te gusta? —asentí.

—Deliciosa. ¿De dónde sigues encontrando tan buenas salsas? —le pregunté y rió.

—De mi cabeza. Ya sabes que siempre me ha gustado cocinar y lo hago siempre que tengo tiempo libre —contestó —. ¿Cómo se encuentra tu dolor de espalda?

—No demasiado bien, pero debo lidiar con esto.

Luego de devorar el asombroso plato que Sean había preparado, me di una relajante ducha y nos metimos en la cama.

—Odio el frío —repetí por décima vez en el día.

—Pues, yo tengo una forma de hacerte entrar en calor —me acerqué a él y besé sus labios.

—Sé que la tienes. Siempre tienes la solución a todo —él rió —. Recuerdas que mañana tenemos nuestra primer clase de pre-parto, ¿verdad? —le pregunté y asintió.

—Por supuesto. Saldré del trabajo y allí estaré —emitió y lo observé por unos largos segundos —. ¿Qué? —preguntó.

—Estaba recordando la vez que nos reencontramos —le dije.

—¿Cuándo pediste mi asombroso servicio y quedaste locamente enamorada de mí? —bromeó y reí.

—Me refería a cuando fui al instituto en el que estabas trabajando y te apareciste como el profesor de literatura —suspiré —. Es un verdadero milagro que nos encontremos aquí, ahora mismo —él largó una carcajada, y tampoco yo pude evitar reír.

—Sí, lo es. Jamás te pregunté sobre cómo conocías a la empresa para la que trabajaba —reí y me acomodé en mi lugar.

—Fue pura casualidad. Tú sabes lo poco que me gustaban las fiestas, pero aún así fui a una, obligada por Ellie, por supuesto. Cuando estaba a punto de marcharme, una muchacha de la universidad, que se encontraba bastante borracha, me entregó la tarjeta de tu empresa y me dijo que debía llamarlos —Sean comenzó a reír.

—Entonces, ¿nuestro encuentro se dio por una muchacha borracha? —asentí — Algún día, deberé de agradecerle —emitió y me acerqué a su rostro.

—Tenía tanto miedo de estar llamando a una pizzería y estar pidiendo servicios sexuales —él cogió mi rostro y besó mis labios.

—Me alegra que lo hayas hecho, sabiendo que hacer eso no es muy habitual en ti —me aferré a su cuerpo y lo abracé.

—Por mi dolor de espalda, hoy tendré que conformarme a que me des calor de esta forma —él besó mi frente.

—Siempre que lo desees.



Cuerpos Encadenados [ST #2] ✔️ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora