Capítulo 18

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En cuanto Lilia desapareció de allí, comenzó a costarme respirar.

—No... No puedo... hacerlo —le dije a Sean, con el poco aliento que me quedaba. Él cogió mi rostro entre sus manos y asintió.

—Sí puedes. Puede que no sea el momento indicado, pero piensa en nuestra hija. Ahora debemos pensar en ella —me dijo —. Lo harás genial, Kate —emitió —. Cogeré el bolso que has preparado para su llegada, y le avisaré a Ellie y a tus padres —comentó y asentí —. Intenta mantener la calma, recuerda lo que aprendimos en la clases de pre-parto —me dijo y desapareció.

Tomé asiento en una silla y Sean se apareció con algo de mi ropa.

—Cámbiate, lo que tienes está mojado. He escogido algo cómodo —le di una pequeña sonrisa y él besó mi frente —. ¿Necesitas que te ayude?

—No, puedo vestirme sola. Necesitaré de tu ayuda en unas horas —emití y él sonrió —. Conoceremos a nuestra hija —susurré, aún sin creer que eso sucedería.

—Estaré contigo en todo momento —me dijo y besé sus labios.

Me dirigí hacia mi habitación y vestí a algo más cómodo y limpio. Al regresar a la sala de estar, Lilia también apareció.

—Ya le he avisado a Darren. Estará esperándote en cuanto comiences a sentir las contracciones —me dijo y asentí —. ¿Necesitan algo más?

—No, Lilia. Muchas gracias por todo —le dijo Sean y ella nos dio una sonrisa.

—Es mi deber. Los veré en cuanto nazca la niña —ella se acercó a mí y me abrazó —. Mucha suerte —me dijo y, luego de también abrazar a Sean, se marchó de nuestra casa.

—¿Quieres tomarte un momento para relajarte? —me preguntó y asentí — Todo irá bien, ya verás —me dijo y mi móvil comenzó a sonar. Sean me lo entregó y era una llamada de Darren.

—¿Cómo te sientes? —me preguntó, tan pronto respondí a su llamado.

—Bien, por el momento. Intentaré preparar algunas cosas que me quedan y, en cuanto las contracciones se hagan constantes, iré al hospital —dije, y oí una risita proveniente del otro lado de la línea.

—Se convertirán en padres... —dijo y sonreí. Lo puse en altavoz, para que Sean también pudiera oír —. Tú y tu trabajador sexual se convertirán en padres —reí, al ver la expresión de sorpresa en el rostro de Sean.

—Oye, no se hacen bromas con eso —respondió Sean.

—Lo siento, no sabía que estabas escuchando —dijo Darren —. Gracias por avisarme, Kate —me recriminó y reí —. Te estaré esperando.

Al finalizar el llamado, Sean comenzó a guardar en el coche las cosas que necesitaríamos, mientras yo lo veía entrar y salir de la casa.

—¿Aún no has tenido ninguna contracción? —me preguntó y negué —. Siento mucho que debas pasar por esto —emitió y reí —, pero estarás acompañada de personas increíbles y que ya conoces.

—No sólo ya me conocen, si no que también conocerán otras partes de mí... —él me acercó a su cuerpo y lo abracé.

—Luego de que eso suceda, veremos el rostro de nuestra pequeña hija —sonreí, al imaginar aquel momento. Suspiré y me aparté un poco de él.

—¿Quieres darte una última ducha conmigo? —le pregunté y él sonrió.

—Por supuesto —respondió.

Sean había sido muy cuidadoso conmigo, como si el pasarme jabón por la espalda fuera a lastimarme. De igual forma, me encantaba que fuera así.

Al salir de la ducha, vestí la misma ropa que él me había entregado y tomé asiento en mi cama.

—Me encargaré de la ropa que nos queda por limpiar para la bebé —me informó él.

Luego de eso, caí sobre la cama y me quedé dormida. Disfrútala Kate, porque será la última vez que podrás dormir.

Al recibir una puntada que provocó que mi barriga se volviera dura como una roca por unos segundos, desperté rápidamente. Observé el reloj y eran las 4 a.m.

—¿Todo en orden? —susurró Sean, recién despierto.

—Acabo de tener una fuerte contracción —respondí y tomé asiento en la cama —. Vuelve a dormir, aún no es hora —le dije y sentí como la cama se movió.

—Monitorearé las contracciones —emitió y besó mi mejilla.

Al pasar las horas, las contracciones habían empeorado y eran más constantes. Sin embargo, Sean se encontraba a mi lado para que no fueran tan insoportables. Él masajeaba mi zona lumbar, controlaba la duración de mis contracciones y, por momentos, le hablaba a nuestra hija para que no me hiciera sufrir mucho tiempo más. Por supuesto, eso no dependía de ella.

—¿Cuánto ha durado? —le pregunté, refiriéndome a la última contracción que me había dado.

—Cuarenta y dos segundos. Las últimas dos han sido iguales —me informó.

—¿Hace cuánto fue la anterior?

—Hace cuatro minutos —respondió y asentí.

—Ya es hora —le dije —. Debemos ir al hospital.

—Déjame ayudarte —me dijo, y me ayudó a ponerme de pie y dirigirnos hacia el coche.

En tan sólo unas horas, conoceríamos a nuestra pequeña.

Cuerpos Encadenados [ST #2] ✔️ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora