Capítulo 8

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—¿Cómo te encuentras? —me preguntó Darren, al recostarme sobre la camilla —. Ya se ha designado a aparecer —comentó con una sonrisa.

—Yo me he encontrado bien. Aún me estoy acostumbrando a tener barriga, ¿sabes? De repente, no quiero ponerme el calzado o recoger algunas cosas del suelo por miedo a dañarla —Darren rió.

—Esas cosas se volverán más difíciles —respondió.

—No tienes idea de cómo se aprovecha de mí para que haga las cosas que ella ya "no puede" —añadió Sean y todos reímos.

—También tendrás que acostumbrarte a eso —le dijo Darren.

—¿Cómo van las cosas con Lilia? —le pregunté y suspiró.

—No tienes idea de cómo ha estado desde que se ha enterado que estabas embarazada —comentó —. Ya sabes... Ellie ya ha sido madre, tú estás a punto de serlo y yo... aún no estoy ahí —añadió y sonreí. Mientras hablábamos, él se encontraba viendo a la bebé por la pantalla, así como también Sean y yo en la que teníamos frente a nosotros.

—No debes sentirte presionado. Cada uno tiene sus tiempos, y puede que ser padre no sea tu momento ahora mismo —Darren asintió.

—La realidad es que... ¿Se está preparado en algún momento? —nos preguntó a Sean y a mí.

—Pues, no es como si Kate y yo nos estuviéramos cuidando al cien por cien, pero no esperábamos la noticia —respondió Sean —. Sin embargo, yo siempre había querido ser padre. Creo que debes... desearlo —le di una pequeña sonrisa a Sean.

—Tener un hijo no es ningún juego, Darren —comencé a decir —. A menos que no te encuentres seguro, no lo hagas. ¿Qué te parece si hacemos una cena en mi casa? Sean, yo, tú, Lilia, Ellie y Max —le pregunté —. Si quisieras, incluso podría hablar con Lilia —sugerí y él sonrió.

—Eso estaría muy bien —respondió —. Aquí está su niña —nos mostró en la pantalla y sí, era una niña —. Todo luce estupendamente bien. Aquí vemos sus bracitos, sus piernas, su corazón que late, y el perfil de su rostro —cogí la mano de Sean y él tenía lágrimas en sus ojos.

—Tiene tu nariz —le dije y él rió.

—No puedo creerlo... —susurró y Darren nos entregó aquellas ecografías que suelen darte. Sin duda alguna, ambos estábamos completamente enamorados de nuestra hija.

—La semana entrante. El jueves por la noche tengo libre —me dijo Darren y sonreí.

—Pues, avísale a Lilia que ya tienen planes para el jueves a la noche. Los esperamos —respondí.

—Bien, entonces te veré en la semana treinta y tres para la última ecografía, además de los demás estudios que debemos hacer —asentí.

—Oh, ¿podrías pedirle a Lilia si puede cocinar aquella fantástica torta de zanahoria que hace? —le pedí y rió.

—¿Ya ves como se aprovecha del embarazo? —le dijo Sean y ambos rieron.

—Estoy seguro que la hará con gusto —contestó Darren.

Al salir del hospital, nos montamos al coche y Sean comenzó a conducir hacia nuestra casa.

—¿Quieres que compremos más cosas para la niña? —le pregunté y sonrió.

—¿Ahora quién es la que quiere comprar cosas? —reí ante su comentario.

—Es sólo que verla... —suspiré —. Aún no la he conocido pero sé que haría lo que fuera por ella —él cogió mi mano y la besó.

—Por supuesto, vamos a comprar cosas.

Al llegar al lugar, era como el paraíso. Allí se encontraban las cunas, los cochecitos, más ropa para bebé, pinturas para las habitaciones, juguetes y muñecos, decoraciones y tantas cosas más.

—Quiero comprar todo —le dije a Sean y rió.

—Pues, contrólate. Aún tenemos tiempo para comprar cosas —asentí.

—Sugiero que comencemos por el color de la habitación y algunas decoraciones —le dije.

—¿Te gusta este rosa? —me preguntó, al mostrarme el color. Era precioso, no iba a negarlo, pero no era lo que estaba buscando.

—No sé si debería ser rosa... Creo que podría ser algo más neutro, ¿sabes? Como un gris claro, beige o algo por el estilo —él besó mi mejilla y sonrió.

—Sí, me encanta la idea —me dijo —. Supongo que tampoco querrás comprar ropa rosa —lo observé por unos segundos y le di una inocente sonrisa —. Muy bien, comprendo.

—¿Recuerdas a Gary de el instituto? —él me observó algo confundido y asintió.

—Gay Gary —se detuvo por unos segundos —. Decirlo en voz alta suena horrible, pero así le decían. Tú eras amiga de él —comentó.

—En aquel entonces, él me había contado que no se sentía ni hombre o mujer, y que cuando veía las fotos de pequeño y veía que su ropa era azul, las paredes de su habitación eran azules y que todo era azul, sentía una gran presión —Sean asintió.

—No quieres que nuestra hija se sienta presionada —dijo él.

—No eliminaré el color rosa de su vida, porque no sería lo correcto, pero no quiero que crezca creyendo que el rosa es un color sólo para mujeres. Sé que tu madre muy probablemente le compre ropa rosa, y puede que yo también quiera hacerlo por momentos, y lo haré, pero no quiero que por ser niña todo sea rosa —él se acercó a mis labios y los besó.

—Me gusta el color beige. Estaba pensando que podíamos comprar algunas pegatinas para poner en las paredes y que quedaría bonito si los muebles y la cuna tuvieran un color madera —sonreí.

—¿Sean? —una voz femenina nos quitó de nuestra burbuja y volteamos a verla.

Una peli-negra con ojos azules se encontraba frente a nosotros, con una sonrisa en su rostro.

—Sean... —dijo ahora, segura de que era él.

Cuerpos Encadenados [ST #2] ✔️ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora