Capítulo Diecisiete

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Qué cosa tan curiosa era la memoria, capaz de funcionar a su antojo.

Había cosas que Steve no lograba recordar de la clase del profesor Laufey, de tan solo una semana atrás.

Y, sin embargo, a él lo recordaba.

Recordaba su imagen, su toque, recordaba el sentimiento.

Cuando Steve era un niño, su padre era como un héroe sacado de un cuento de hadas, era noble y justo, amable y valiente, alto e imponente, representaba todo lo bueno. Steve no recordaba que sus padres le hubieran dicho en que trabajaba su padre, pero su madre siempre decía "es un héroe, ayuda a las personas" y para él, eso era todo lo que importaba; su padre era un buen hombre, un héroe como los de las páginas de sus comics, él era todo lo que Steve admiraba y quería llegar a ser.

Cuando su padre estaba allí, se sentía seguro y sentía que todo estaría bien.

Steve lo recordaba, recordaba el suave sonido de su voz cuando le leía un cuento antes de dormir; lo grande de su mano cuando acariciaba su cabello; lo ancho de sus hombros cuando lo cargaba sobre ellos; la fuerza de sus brazos cuando lo abrazaba; lo firme de su pecho cuando Steve tenía un ataque de asma y su padre intentaba calmarlo recostándolo sobre él, aun podía sentir el calor bajo su oreja, aun podía escuchar el sonido de su corazón latiendo bajo su oído; aun podía verse a sí mismo mirándolo hacia arriba, era tan alto y grande, fuerte y estoico.

Aun podía sentir como el corazón de ese pequeño niño se inflaba por el amor y la admiración hacia su padre.

Ahora, ya no quedaba nada de eso.

Steve ya no veía nada de eso en el hombre frente a él.

Toda la fuerza y juventud que alguna vez tuvo Joseph Rogers se había escapado, y ahora solo quedaba la imagen de un hombre viejo y enfermo.

Su padre estaba acostado frente a él, dormido, había estado durmiendo desde el momento en el que llegó. Ahora que lo miraba bien, realmente parecía enfermo: el cabello largo y desgreñado, la barba espesa y canosa, su piel era tan pálida, que lo único que competía con ella, era el blanco de las sabanas y de su bata. Lucía tan enfermo, que, a pesar de tener solo cincuenta años, se veían mucho mayor.

La vista era desagradable.

Steve lo veía respirar con dificultad a pesar de la máscara de oxígeno, y el reflejo de su corazón latiendo suavemente se veía en el monitor cardiaco al que estaba conectado. Su brazo estaba tan delgado, y su mano tan huesuda, que el suero intravenoso al que estaba conectado parecía doloroso, al igual que el catéter urinario que salía por un extremo de las sabanas.

Era una imagen dolorosa.

Ya no quedaba nada del hombre al que Steve había querido y admirado.

Ahora solo quedaba una sombra de lo que fue, ahora solo era el fantasma de lo que Joseph Rogers fue.

Steve se miró las manos.

¿Acaso eso era todo lo que quedaba de su familia? ¿la sombra de un hombre amado y respetado que se había ido en su mejor momento y había vuelto desecho, cuando ya no le quedaba nada?

¿Era eso todo lo que le quedaba?

Una tos se escuchó y cuando Steve levantó la cabeza, Joseph se estaba quitando la máscara para toser con libertad.

Cuando lo vio, sonrió débilmente.

−Stevie −dijo−, estás aquí.

Steve estaba tan cansado después de su pelea con T.J, que no tuvo ni siquiera fuerzas para corregir el mote.

When I Met You (Steve x T.J)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora