Epílogo

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Todo se sentía rodeado por una extraña calma, que, de algún modo, parecía casi irreal.

El cielo azul estaba despejado y el sol estaba en lo alto brillando con suavidad, como solía hacerlo en las primeras horas de la mañana; su reflejo sobre el césped hacía que este se viera casi artificial.

Podía escuchar el viento entre las ramas de los árboles.

Todo se sentía bien y en orden, como si todo el universo supiera cuál era su lugar.

Sentado en el porche de aquella granja, Steve contemplaba el corretear de su perro por el prado, mientras ladraba alegremente y perseguía a un gato.

Steve suspiró, divertido ante la imagen.

−Eh, Dodger −lo llamó, y cuando el perro no le prestó atención, Steve silbó, haciendo que este detuviera su carrera y mirara a su amo−. Deja al pobre gato en paz.

El perro lo miró con los ojos tristes antes de ver como el gato escapaba y se subía a un árbol, al percatarse de este detalle, Dodger pareció aburrirse, porque digirió su paso hacia Steve hasta estar frente a él, se subió a la banca en la que estaba sentado Steve, y olfateó su mano antes de frotar la cabeza contra ella.

Steve lo acarició, sonriendo.

−Un día de estos vas a matar a ese pobre gato −comentó, mientras le rascaba detrás de las orejas. Dodger lo miró, como si ese fuera el plan, antes de recostarse lentamente en la banca, con su cabeza sobre el muslo de Steve. Realmente había consentido demasiado a ese animal. Aun así, dejó la mano sobre su cabeza, acariciándolo de vez en cuando.

Ese lugar tenía algo especial.

−Steve −una voz lo llamó de repente, y cuando se giró a mirar, vio en la puerta de la casa a Elaine−, ¿Dónde está...?

−Está tomando una ducha −dijo Steve, adivinado su pregunta−, acaba de llegar de correr.

Elaine asintió, llamando con la cabeza a alguien en el interior de la casa.

−Estaba planeando salir con los niños −comentó ella−, ya sabes, darles un poco de tiempo a solas.

− ¿Ahora? −preguntó él.

Elaine asintió, Steve frunció el ceño, pensativo.

De repente, una pequeña mano se apoyó sobre su brazo.

−La abuela dice que vamos a ir a una feria, que va a comprarnos algodón de azúcar y juguetes, ¿Cierto? −dijo el niño mirando a la pequeña figura femenina a su lado, esta asintió repetidas veces mientras lo tomaba de la mano, luego miró a Steve otra vez, sus ojos marrones brillaban por la ilusión−, ¿podemos ir? por favor.

−Por favor −repitió la pequeña a su lado, de manera dificultada e infantil.

Steve miró a Elaine, y ella sonrió.

−Solo será por un par de horas −dijo ella−, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que pude salir con los niños, quiero poder mimarlos ahora que tengo tiempo.

Las dos pequeñas figuras lo miraron con ilusión.

−No dejare que nada les pase −aseguró Elaine, como siempre lo hacía.

−Está bien −accedió él.

Elaine sonrió.

− ¡Si! −exclamaron los niños.

Steve miró al pequeño Joseph.

−Pero deben portarse bien, ¿de acuerdo? −dijo, y ambos asintieron con entusiasmo−, y asegúrate de sostener siempre la mano de tu hermana, ¿oíste, Joe?

When I Met You (Steve x T.J)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora