Eran las cinco de la mañana cuando te vi, pasabas entre la gente mientras reías acompañada de alguien que no era yo. Parecías realmente feliz y no sabía si eso me hería o me alegraba para ser sinceros, hacía meses que no me detenía a observar tus curvas ni tu piel de porcelana, el tiempo había pasado muy deprisa pero no había logrado olvidarte ni a ti ni cada centímetro de tu piel cuando me rozabas con tus manos pidiéndome cariño. Aun podía sentir tu respiración sobre mis labios haciéndome perder el control, tu mirada que pedía una guerra en la cama donde ninguno íbamos a salir libres de placer,
Pero decidiste irte a nadar con otros peces
Y yo no tuve el valor de pedirte que te quedaras.
Lágrimas brotaban de mis ojos cuando me susurrabas que te ibas en un abrazo donde mi consciencia se quedó a vivir esperando que tú algún día volvieras, crecí añorando tu cantar por las mañanas y tus caricias en las noches.
Nunca fui alguien interesante, eso me decían mis complejos cada noche tras tu ida recordándome así como deje ir lo más bonito que había conocido en mi vida. Ahora solo me queda recordar el ritmo de tus pasos bailando en la cocina y tus labios sabor a miel recorriendo cada rincón de mi cuerpo.
Cierro los ojos y me teletransporto a otro lugar donde aún puedo ver la constelación de tus lunares en la espalda, estás al otro lado de esta habitación gris rogando que algún día con el tiempo pudiera llegar a perdonarte. Y te vas, cierras puerta dejándome con el corazón en un puño y mil preguntas que terminan todas en ¿Por que?
¿que hice mal, amor?
¿acaso dañe tu corazón y no quiere seguir?
¿fue un error el que te hizo querer marchar?
Te desvaneces poco a poco entre mis lágrimas y mis deseos de que vuelvas, eso nunca ocurrirá
mereces algo mejor que un idiota como yo ¿cierto?
Vuelvo a la realidad cuando alguien chasquea los dedos delante de mis narices, sobresaltado me reincorporo llevándome una mano al corazón y maldeciendo por dentro a Rafa que parece reír a carcajada limpia.
—Buenos días dormilón. —Ríe Rafa sentándose a un lado del sofá.
—Buenos días tus muertos cabrón.
—¿Te has despertao' con el pie izquierdo?
Gruño mientras me sobo los ojos en un intento de despejarme y olvidar aquello que acababa de soñar segundos antes de que me interrumpiera Rafa.
—¿Que te pasa? —Preguntó mientras me miraba algo más preocupado.
—He vuelto a soñar con ella.. —Respondo yo suspirando después.
Rafa se levanta para sentarse a mi lado, rodea mi cuerpo con sus brazos apretándome contra él en un abrazo donde dejo escapar una y cada una de mis lágrimas y sollozos.
—Gèrard.. no puedes seguir así tío, tienes que avanzar en serio.
—¿Como quieres que avance si a partir de mañana tengo que verle todos los días Rafa?
Ambos suspiramos, dentro de nada volvemos al campamento por el verano y ahí estará de nuevo, con su sonrisa encantadora y sus ojos de diosa.
—Pues tío.. no se, a ver puedes evitarla o yo que se.
—¿Puedo? ¿Tú te acercarás a ella? —Pregunto sorprendido.
—Sabes que me cae muy bien Anne, ademas, es la mejor amiga de Eva y...
—Y te flipa Eva. —Dije terminando su frase, haciendo que él asintiera.
Dejo escapar todo el aire de mis pulmones y beso su mejilla antes de levantarme del sofá, observo alrededor y aún puedo verla en cada esquina de aquella casa, recordando aquella semana cuando vino de viaje por mi cumpleaños.
—Ve a hacer tu maleta Gè... por favor.
Asiento y bajo la mirada mientras me coloco la sudadera para evitar el frío de la noche, aquella siesta me había hecho mal y lo sabía perfectamente.
Subo la escalera hasta mi habitación y cierro la puerta dejándome caer al suelo tras ella escondiendo mi cara entre mis rodillas cuando los demonios atacan mi cabeza repetidas veces, quiero huir de aquí y volar lejos, quiero poder olvidarla o tenerla aquí conmigo. Siento mil pensamientos recorriéndome a todo gas, recordándome cada segundo lo que he perdido; a ti.
y cuando te perdí
también me perdí yo.
