5

996 63 8
                                    

—¿Y que os parecieron? —preguntó Marta una vez que salimos de aquel departamento en rumbo al nuestro— ¿A que son geniales?

—Genial será la cara de Natalia, Marta. —aseguró la Mari— Pero si, la verdad que me cayeron muy bien.

—Hablando de Natalia, cuando estábamos viendo sus fotos parecía la típica persona que no quiere que se le acerque nadie, pero he pasado la mañana con ella y resulta que es súper maja, tío, me sorprendió. Ay, y Sabela, me he enamorado de ella, es un ser de luz. —comenté llevándome una mano al pecho

—Hostia, María enamorada de Natalia y tú de Sabela, ¿pero ésto que e'? La idea no era que quieran más a mis amigas que a mí. —reclamó Marta con falso enojo

—Oye, no. Yo digo que estoy enamorada en el sentido de que la amo, en plan por su personalidad. —aclaré

—Oye, que yo estoy en la misma situación con Natalia, eh, no penséis mal. —Marta y yo nos miramos, sin creernos ni una palabra— De verdad. Bueno, igual es más por su físico que por su personalidad, pero aún así, no.

—Mari... —murmuré divertida

—Es que os lo digo en serio. Que sí, que es un pivonazo, pero ya está. Para algún morreo de fiesta o algún polvo si tengo suerte, pero más que eso no. No tendría algo con ella, pero es verdad que es guapísima que te cagas.

—Las tres son guapísimas. —afirmé, recibiendo gestos afirmativos de parte de ambas— Ah, y hablando de tener algo, Natalia se cabreó un poco por el hecho de que no le hayas contado que estás con Paco.

—Hostia, es verdad. —respondió llevándose las manos a la cabeza— Me había olvidado de que ella lo conoce.

—También he conocido a África y Damion, ¿te suenan de algo?

—¿Has conocido a África? Hostia. ¿A qué también es guapísima? ¿Y quién es Damion?

—Su novio, según entiendo.

—Pero, ¿y cómo? ¿Os los encontrasteis por ahí o...?

—No, fuimos a su negocio.

—A su negocio. —repitió— ¿Cómo que a su negocio?, ¿Negocio de qué?, ¿Qué negocio?

—Pues eso, un negocio. Tienen una especie de mini mercado.

—¿Pero por qué fuisteis a un mercado? ¿Y en qué momento? ¿Por qué yo nunca me entero de nada?

—No, si yo tampoco me he enterado. —añadió María

—Fuimos porque las chicas no tenían leche sin lactosa, ¿no os sorprendió que desayunara con vosotras? Y no os enteráis de nada por dormilonas.

—Encima de que está buena es monísima. —comento María

Dilo, Mari, dilo.

¿Dormilonas de qué? Si yo me levanté super temprano, tía.

—Era broma, Martita. Es que nosotras estábamos despiertas desde antes de las seis.

—¿Y eso por qué? ¿Quién os hizo tanto daño como para que hagáis eso?

Yo puse los ojos en blanco con una sonrisa ante su comentario.

—Es que a Natalia se le cayó un vaso y eso me despertó.

—Pero si pasa eso recogéis los pedazos y os vais de vuelta cada una para su camita, no veo la necesidad de quedarse despiertas.

—Yo no puedo volver a dormirme si me despierto, ya deberías saberlo.

—¿Y obligaste a mi Nataliuca a quedarse despierta también? No merece. —replicó Marta

—No, no merece. Mira si le vas a arruinar su cara esculpida por los mismísimos dioses haciendo que tenga ojeras. —me reprochó María

—¿Qué decís? Si incluso le ofrecí irse a dormir y dijo que no me quería dejar siendo la única despierta.

—Hala, ¿y eso?

—¿Y eso qué? Yo le veo sentido, todas sabemos lo incómodo que es ser el único despierto en una casa ajena, sobre todo la primera vez. Y estuvimos solas hasta las siete o así, que se levantó Sabela.

—¿O sea que pasaste una hora de calidad con Natalia? —preguntó María con un gesto un tanto sugerente

—Mari, por dios.

—No me malinterpretes,—interrumpió Marta— me encanta que te lleves bien con mis amigas, pero no puedo imaginarte pasando la mañana sola con Natalia. O sea, ¿qué hicisteis hasta que nos levantamos todas? Entre que ella puede ser super tímida y que tú eres una fanática de la intimidad... os imagino toda la hora en silencio.

—Yo que sé, Marta. Estuvimos hablando, y ya os dije que me pareció súper maja. Pero, como buena fanática de la intimidad que soy, no os voy a contar nada de lo que hablamos, así que ni lo intenten.

—No puedo imaginarme a esa tía siendo tímida, la verdad.

—Ya te digo yo que puede serlo.

—Pues resulta que tendré que lograr tener una conversación con ella para comprobarlo, qué pena.

—Suerte con eso, Mari. Solo ten cuidado con lo que le dices.

Psicología de la MúsicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora