—Tú. —me señaló Marta— Vamos a ir a almorzar con Natalia.
—Perfecto. ¿Pero me dejas despertarme antes? ¿Qué hora es?
—Las diez.
—Y estás despierta porque...
—Porque estoy nerviosa.
—Y me has despertado a mí porque...
—Porque estoy nerviosa.
—Vale. ¿Y la Mari?
—Dormida como un tronco.
—¿No quieres despertarla a ella también?
—¿Por qué?
—Porque estás nerviosa.
—Ah, vale, lo pillo. —dijo con una sonrisa pícara— Si, vamos.
Me levanté de la cama con una energía que solo podría haber sido generada por el hecho de molestar a nuestra querida compañera de piso. Ambas nos dirigimos a su habitación para encontrarla en la cama con las sábanas a medio caer de ésta. Un cuadro.
—De verdad que está en el octavo sueño. —comentó Marta mientras agitaba las manos delante de su cara como si ella pudiese verla— Podríamos dibujarle algo en la cara o algo así.
—¿Cuántos años tienes, Marta? A tu edad ya deberías saber que eso no le molestaría, si quieres molestarla en serio, piensa mejor.
No dijo nada más, simplemente entendió a que me refería y llevó su nuevo plan a cabo.
—La Maaaaarii duerme como una marmoooota, cuidado si se levanta porque pootaaaa
¿Os acordáis de la nueva pasión de Marta por relatar cosas en forma de ópera? ¿Y de cómo María había descubierto su odio por ésta? Pues eso.
—No. —oímos murmurar a María, aunque no dio ninguna otra señal que indicara actividad por su parte
—¿Mari? ¿Estás despierta o no?
—Ópera no.
—Eso no responde la pregunta.
—Eeeellaaa dice que nooo, peeeero en reaalidaaaad-
—Marta te juro por dios que si no te callas te voy a callar yo a patadas.
—Mari, no hay nada más que hacer. O te levantas, o no se calla.
—Madre mía, en que momento se me ocurrió a mí que era mejor una compañera de piso que otra cosa. Por mucho menos dinero que el que suma a nuestras facturas me conseguía un reloj despertador y era más o menos lo mismo.
—Al menos agradece que no te despertamos a las nueve.
—¿Y qué hora es?
—Las diez.
—Ah, ya, porque eso mejora mucho la situación.
—Mari, tenle piedad a Alba, que está nerviosa porque tiene una cita con el amor de tu vida.
—¿Yo? —pregunté indignada— Si eres tú la que me despertó a mí. Además, ¿es una cita? No me habías comentado eso.
—No, pero-
—En ese caso mejor no voy, mira si os voy a arruinar la cita.
—Que no. Tú vienes y punto.
—¿Y Natalia sabe de tu pequeño cambio de planes?
La falta de respuesta de Marta fue respuesta suficiente.
—¿Realmente me ibas a llevar sin que ella lo sepa?
—Es que-
—¿Os podéis ir? No es necesario que discutáis sobre un plan del que no soy parte en mi habitación. —se quejó María, aún desde la cama y con los ojos cerrados
—¿No te parece suficiente que te dejemos el piso libre siempre que viene Pablo? —contraatacó Marta
—Yo nunca os he dicho ni pedido que lo hagáis, si os vais lo hacéis por pura voluntad propia.
—Yo... no estaría tan de acuerdo con eso. —admití
—Ya, yo tampoco. —me apoyó Marta— Si fuera por mí, me quedaría. Pero es algo ajeno a mí. Puedo sentir a mi sentido auditivo rogándome que por favor salga de aquí cuando viene tu príncipe azul a... rescatar tus necesidades.
—Sh. Fuera de mi habitación.
Una vez fuera de su habitación, frené a Marta antes de que se alejara, no se iba a escapar tan fácilmente.
—¿Qué estabas diciendo?
—¿Cuándo?
—Anteayer. ¿Cuándo crees, Marta? Lo de tu cita con Natalia.
—¡Qué no es una cita!
—¡Marta! ¡Qué te calles! —oímos desde el otro lado de la puerta
Vale, eso es culpa nuestra, podríamos habernos alejado al menos.
—Que no es una cita. —repitió Marta— Iba a decir que... que ya no sé como ser su amiga. Que ha pasado tanto tiempo que ya no sé ni de que hablarle. Y tú pareces llevarte tan bien con ella que... bueno, supongo que lo harías más fácil.
Eso sí que no me lo vi venir.
—Ay, Martita... pero es que nosotras tenemos nuestras propias cosas de que hablar. Así como vosotras tenéis las vuestras. Tú no entenderías de que hablamos entre nosotras así como yo no entendería de que habláis entre vosotras.
—Ya, bueno, es verdad. Pero...
—¿Pero...? —la imité
—¿Puedes venir, aún así? Por favor.
—Apuesto lo que sea a que también vas a hacer que yo le diga que me sumo al plan, ¿no es así?
—Es que es super intimidante a veces.
—¿Qué dices? Si es super mona, no me la imagino intimidando ni a una mosca.
—¿Pero tú la has visto? Su apariencia ya te da la idea de que es guardaespaldas o algo así.
—Mira, ya luego lo hablas con ella, pero ahora vamos a prepararnos —la empecé a empujar a lo largo del pasillo— que a este paso le vamos a terminar dando plantón las dos.
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Psicología de la Música
Fiksi PenggemarDos grupos, dos apartamentos. Por un lado: Alba, María y Marta; caos, drama y risas por absolutamente todo. Por el otro: Natalia, Julia y Sabela; no existe el silencio, solo la música. Todo mucho más tranquilo... pero en gran parte solo gracias a la...