CAPÍTULO 6 CAN

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DEJAME ATRAPARTE

CAPÍTULO 6 CAN

Los días anteriores a la petición de mano de Emre no había dejado de darle vueltas a toda la situación con respecto a Sanem, se sentía bien decir su nombre con libertad en mis pensamientos además de ese calor suave que recorría mi pecho, explote Google buscando toda la información que pudiera respecto a personas con memoria fotográfica y problemas mentales causados por algún trauma emocional pero para mí desgracia era demasiada información muy confusa, mi obsesión se fue a tal grado que termine en cosas de superhéroes y paranormales. Irónicamente, yo también termine enloquecido.
El contrato nuevo iba a bien pero no era lo suficientemente bueno para salvar la compañía, solo era una prorroga para el inevitable fin, Deren estaba como loca complaciendo al cliente y yo firmando cuanta hoja me ponía enfrente, tenia que hablar con ella o mandarla a un psicólogo si seguía así, tenia que aceptar la realidad del inminente hundimiento. La búsqueda de la escurridiza testigo de aquella noche iba de mal en peor, lo único que sabía es que habían enterrado a aquel muchacho que se llevó el secreto de los planos a la tumba y que nadie, absolutamente nadie sabia de aquella persona que tanto buscaba. Empezaba a creer que me la había imaginado.
Lo peor era Polen, estaba siempre sobre mi espalda que ya no sabía cómo echarla sin ofenderla. Estaba en mi casa, estaba en mi oficina, estaba en el gimnasio y varias veces se había colado en mi cama, afortunadamente ya estaba tomando la costumbre de dormir fuera.
Lo único que me consolaba es que cuando cerraba los ojos, unos labios llenos y unos ojos luminosos parecían arreglar todo lo que estaba mal, eran mi único consuelo.
- Can – levanto la vista ante los golpes que dan a mi puerta y esa voz suave y ligeramente ronca que me llama por mí nombre. Con el compromiso de Emre encima y Huma merodeando por ahí de verdad que no tenía tiempo para esto.
- Polen, pasa… - entra agitando su largo y rubio cabello. Su pequeña blusa, aunque elegante apenas hace intento de cubrir su abdomen y con esa falda era un milagro que no se le viera nada indebido. Sin duda Polen era una mujer hermosa, parecía modelo, pero no estaba interesado. – dime, ¿Qué puedo hacer por ti?
- Vine a secuestrarte – sonríe echando su cabello hacia atrás, me da una sonrisa coqueta y se sienta en la silla frente a mi mesa.
- No creo que vaya ser posible, tengo mucho trabajo y llamadas que hacer – respondo apoyándome en la silla y descansando mi codo en el reposabrazos para jugar con las rocas en mi mano. Empezaba a dolerme la cabeza.
- Can, tienes que comer y despejarte un poco – se levanta dejando su bolso en la silla, camina detrás de mi y empieza a masajear mis hombros. Rechazo el contacto de inmediato, pero no tenia ganas de discutir tampoco, apoyo mi frente en mi mano pensando en la mejor manera de quitármela de encima.
- Señor Can – toca Ceycey abriendo la puerta. Polen se detiene, pero se queda detrás de mí.
- Dime Ceycey – le pido. Me hace una mueca, Polen no le caía demasiado bien porque lo trataba como a un sirviente, ruedo los ojos a modo de explicación y espero a que hable.
- La señora Remide está aquí – me levanto abruptamente.
- Ceycey déjala pasar no la hagas esperar y por favor tráele un café con crema – le pido emocionado. Adoraba a esa mujer como a una madre.
- ¿Tu abuela está aquí? – pregunta Polen apretando los labios. Antes de que pueda contestar, Ceycey escolta a mi abuela y me adelanto para saludarla.
- ¡Hijo mío! – abre sus brazos y la sostengo. Esta mujer era lo mas cercano a un confidente que tenía.
- Abuela Remide ¿cómo esta? – saludo emocionado. Ceycey la suelta y sale enseguida.
- Tu sabes bien como estoy hijo, ni un roble es mas fuerte que yo, viviré por siempre – me rio de su broma. Siempre era muy divertida.
- Abuela Remide, ¿recuerdas a Polen? Es una amiga… - Polen sortea mi escritorio y la saluda amablemente. Por alguna razón sentía mucha tensión en el aire.
- ¿Acaso eres tú la invitada de Huma? – pregunta sentándose en mi gran sillón. La abuela no se andaba con rodeos.
- Si, - responde Polen – soy amiga cercana de la familia por mis padres.
- ¿Y dónde viven tus padres? – le pregunta mientras me siento a su lado, Polen me lanza una mirada nerviosa.
- Mi madre vive aquí en Estambul, mi padre está en América – responde inmediatamente.
- ¿Pero niña no tienes vergüenza? – Polen vuelve a mirarme, pero no digo nada, una vez que Remide Divit empezaba a dar su punto de vista no hay vuelta atrás – eres una muchacha soltera y asumo que, de buena familia sino Huma no te aceptaría, ¿qué haces quedándote en una casa ajena, con dos varones solteros, cuando tienes la tuya? ¿Es que acaso no tienes dignidad? ¿Qué opina tu madre al respecto?
Polen se queda con la boca abierta y un fuerte color rojo colorea sus mejillas.
- Ella sabe donde estoy señora y con todo respeto ya soy una adulta así que no hay problema en donde me quede – responde avivando el fuego. Esto no iba nada bien.
- Eso no está bien, mis nietos son solteros y Emre está a punto de casarse. No se ve nada bien que esta muchachita se quede en tu casa Can, de inmediato hablare con Huma para arreglar esto. ¿Qué tienen estas madres de ahora? No se preocupan por guardar la dignidad de los hijos… - antes de que nadie pueda decir nada entra Ceycey con el café.
- Ceycey tráeme uno también, sin azúcar – le pide Polen en voz fría. Creo que prefería estar lidiando con matones o borrachos que con esto.
- Señora Polen lo siento, la señorita Deren me ha mandado a cortar flores y no puedo atenderla, si me disculpa – Ceycey hace una extraña reverencia y sale de ahí estirando los tirantes de su pantalón, solo lo observo salir, hace mucho que había pasado de pedirle que fuera educado con ella, eran como un perro y un gato juntos. Polen finge una sonrisa.
- Como iba diciendo, hablare con Huma de este descaro. Can, ¿cómo va la situación de Emre? ¿Está todo listo para el compromiso? – pregunta. Sonrío agradecido porque aun no se jalan de los cabellos.
- Todo esta listo. – respondo – Leyla llegara con su madre, su hermana y al parecer un muy buen amigo de la familia quien será el que la entregara.
- ¿Su padre? – pregunta dando un sorbo a su café.
- Falleció hace mucho – respondo.
- Entiendo, ¿pedirás tú la mano de Leyla? – levanta la ceja de forma burlona. Ella sabia perfectamente como detestaba hacer esas cosas, pero bueno, nosotros tampoco teníamos un padre y ambas madres insistieron en que debía ser un hombre.
- Si – contesto recargándome en el sillón.
- Perfecto, bueno hijo me encantaría tratar temas más importantes. ¿Podría dejarnos a solas, señorita? – acaricio mis labios con mis dedos tratando de ocultar mi sonrisa, no era justo para Polen que la tratara así pero no iba a detenerla tampoco. Mi abuela era muy importante para mí.
- Claro – responde con labios apretados – nos vemos esta noche Can.
Polen se despide tomando sus cosas y sale de mi oficina con paso seguro, si eso era lo que se necesitaba para ahuyentarla iba a traer a la abuela más seguido.
- Por favor hijo, dime que no es tu novia… - me rio de la ocurrencia.
- Solo es una amiga, tu me conoces, sabes que yo no tengo novias – le aclaro.
- Se que tienes “amigas” – sonrío aun con mi mano en mi boca.
- No son importantes, no te preocupes – le aclaro no queriendo tocar esa parte de mi vida de la que no estaba muy orgulloso.
- Me preocupo, eres un hombre muy apuesto e inteligente hijo mío, - sonrío y con mi mano la aliento para que continúe – pero debes tener cuidado, esas mujeres que parecen fideos a medio cocer son las peores y si se enojan ¡off! No hay nada más horrible… ahí tienes a tu madre como ejemplo.
Me rio otra vez, cuando era niño la abuela me había enseñado a cocinar. Amaba la pasta y siempre quería ayudarle a hacerla, pero a modo de broma me daba fideos “a medio cocer” para que no hiciera berrinches y la dejara terminar.
- Esta bien, te lo prometo. – le aseguro tomando su mano, me sonríe y con su mano libre toma de su café.
- Te creo por el momento. Solo espero que sepas escoger sabiamente, desde donde estoy sentada es obvio que no será buena para tener hijos ni atender un hombre. Tan aburrida como un poste – no puedo evitar la carcajada que sale de mis labios. Esta mujer no tenía remedio.
- Te aseguro que me fijare bien que sea buena para tener hijos – le aseguro besando su mano.
- Mas te vale – me amenaza guiñándome un ojo.

La abuela se había salido con la suya, mas tarde Polen me había hablado casi llorando porque Huma le había pedido que se retirara para el compromiso de Emre, solo había escuchado porque no es como si yo pudiera hacer algo. Las mujeres eran muy quisquillosas.
- ¿Estas listo? – le pregunto a Emre que está acomodándose el pañuelo del saco. Las noches y las mañanas eran frías pero las tardes aun eran calientes y este hombre iba por la vida con sus gruesos sacos.
- Listo – asegura dando golpecitos a su pecho.
- Aun puedes arrepentirte – sonríe y arregla su cabello.
- No lo hare, Leyla es una mujer hermosa y gentil. El matrimonio será perfecto – asegura. En eso tenía razón, Leyla era demasiado buena con él, tanto, que rayaba en la sumisión.
- Ok, si tu lo dices… - respondo viendo al frente y frenando con cuidado para que el enorme ramo de rosas del asiento trasero no se caiga.
- Agradezco que hagas esto, se que no te gustan este tipo de cosas – sonrío apoyándome en la puerta.
- Soy así de gentil – respondo. Se ríe y voltea a la ventana.
- ¿Has buscado en los archivos financieros? – pregunta con voz plana. Me parecía extraño el cambio de tema, pero seguramente si estaba nervioso.
- Ceycey los saco y dejo las cajas en mi oficina, pero no he tenido tiempo, hay mucho que hacer… - estaba cansado. Necesitaba a alguien que hiciera eso por mí, alguien de confianza, pero no había quien y con la empresa cayéndose a pedazos contratar más personal era imposible.
- No te preocupes hermano, lo arreglaremos - me asegura sin voltear.
- El matrimonio te esta haciendo sensible – me burlo de él. Suelta una carcajada y se apoya contra el asiento.
Ya en casa repito una y otra vez la frase de petición de mano, no sabía porque no hacía más que olvidarla.
- Queremos pedir la mano de su hija Leyla, para nuestro hijo Emre. En el nombre del profeta y Dios... – repito abriendo la puerta mientras Emre se pelea con el ramo de flores y los chocolates.
- Es al revés, en el nombre de Dios y el profeta, queremos pedir la mano de su hija Leyla para nuestro hijo Emre – me corrige acomodando el húmedo ramo en su brazo con una mueca.
- ¿Porque tienen que hace estas cosas tan difíciles? Y lo más importante, ¿porque tengo que hacerlo yo? Soy tu hermano no tu padre… - me quejo dejándolo pasar primero.
- Tu tiempo para quejarte fue hace como una hora, además las mujeres hacen con las costumbres lo que quieren, sobre todo la nuestra… - me apunta con la barbilla a algo detrás de mí, al voltear veo pasar un monron de hombres con mesas, sillas, luces y flores. Huma había convertido la “sencilla y tradicional” petición de mano en un evento social. Agito la cabeza
Cuando entramos apenas se alcanzan a percibir voces, una voz sobresale de las demás, entramos a la sala y todas las mujeres y un hombre extraño escuchan atentamente a la dulzura de mujer que habla, su vista esta fija en un punto frente a ella, pero no está viendo nada en realidad, mas bien es como si estuviera perdida en un recuerdo. Recita cada palabra con claridad, pero no se traba en ningún momento, al contrario, sus palabras son seguras y fluidas.
Mientras sigue hablando me tomo un momento para absorber cada detalle de ella, su cabello color chocolate esta acomodado en finas ondas y partido a la mitad, usa un vestido de tela gruesa con mangas largas color naranja que se ajusta a su pequeña cintura con un cinturón café y sus piernas de color caramelo están juntas y ligeramente inclinadas dejando ver solo un poco de los pequeños botines que esta usando. Sus ojos brillan, su piel se ve tersa y hermosa y sus labios parecen hipnotizar cada vez que una palabra sale de ellos. Cuando termina, no puedo más que aplaudirla, al encontrarse sus ojos con los míos se ruboriza ligeramente, sonrió orgulloso.
- ¡¿Parajillo cómo puedes recordar todo eso?! – pregunta asombrada la abuela Remide, apenas había notado que estaba ahí.
- Sanem tienen memoria fotográfica, pero creo que podemos tratar eso en otro momento, Emre está aquí – interviene la madre de Sanem en una sonrisa apretada, por supuesto, Huma le sigue el juego y Sanem vuelve a su posición callada y sumisa como si se quisiera camuflajear con el entorno. Odiaba verla así.
- ¡Por supuesto! – accede la abuela Remide con una sonrisa forzada – iniciemos ya que toda la familia esta junta.
Sacudo la cabeza mientras la señora Mevkibe hace las presentaciones, el ultimo comentario de la abuela era un agujón para Huma y como la había forzado a despedir a Polen de la casa. Al parecer, el hombre extraño es quien iba a entregar a Leyla, un amigo muy querido de la familia, aunque había algo raro en el chico que no se veía mucho mas grande que yo, la expresión de su cara decía claramente que prefería estar en cualquier otro lado menos ahí.
Cuando Leyla fue y vino para preparar el café ocupe mi tiempo para observar a Sanem, no levanto la vista de la mesa en ningún momento lo que me estaba volviendo loco, sea lo que sea que tuviera en su cabeza estaba casi seguro que no era una enfermedad. En mi obsesiva búsqueda había leído la interminable lista de síntomas y efectos secundarios de los “supuestos” episodios que sufría, independientemente de que Leyla no me había dado un nombre específico sobre su “enfermedad”, pero Sanem no se comportaba como esas personas de las que había leído. De acuerdo, solo la conocía de hace unos días, pero algo en ella se veía demasiado… cuerdo como para pertenecer a ese grupo.
También estaba la medicina que tomaba, cuando había googleado el nombre decía que era una de las medicaciones más antiguas, ya había mejores y mucho mas efectivas, sin embargo, una señorita de la posición de Sanem que llevaba tratamientos en Suiza tomaba solo una medicación y una bastante devaluada. Algo no encajaba.
- Aquí tengo el café… - Leyla entra con la bandeja para servirnos a cada uno, se salta a Sanem, tomo el mío y al final deja el de Emre que me da un pequeño golpe en el brazo y asiento.
- Querida señora Mevkibe, Señor Osman, como ustedes saben estos muchachos se han enamorado y quieren hacer una vida juntos, así que en el nombre de Dios y el profeta queremos pedir la mano de su hija Leyla para nuestro hijo Emre… - la mirada de Osman es fría y sus labios se aprietan en una mueca dura. Por unos segundos todos estamos en silencio, es obvia la tensión por la negativa que emana de este hombre, Mevkibe se aclara la garganta y Osman le da una rápida mirada, todas sus facciones se relajan y casi pude notar un destello de dolor en sus ojos.
- Si, está bien… yo, estoy de acuerdo – tartamudea. Ambas madres se levantan aplaudiendo junto con Leyla y Emre que se abrazan. Todos intercambiamos abrazos y felicitaciones por los recién comprometidos, excepto Sanem que se mantiene perfectamente escondida detrás de su madre, estaba deseoso de acercarme a ella, pero Mevkibe nunca se quitó de en medio. Lo único que parecía muy curioso es que Emre se había bebido el café sin hacer ni una sola mueca y le había guiñado un ojo a Leyla.
Ya estaba harto de toda esta escenificación sin sentido, después del rito de los anillos no pasaron ni cinco segundos cuando la casa se lleno de gente. Todo el mundo entro por la puerta para felicitar a la feliz pareja y otra vez, felicitarme a mí; Huma y Mevkibe estaban casi brincando de emocion. Después de una plática rápida con Deren sobre una junta a la que tenia que ir mañana al fin puedo salir a tomar un poco de aire y para que lo negaba, buscar a Sanem; no sabia que me pasaba con ella, pero tenía esta horrible necesidad de tenerla cerca, escucharla, olerla o lo que fuera, de otra forma estaba más inquieto que de costumbre.
Al salir de la casa al jardín un montón de personas ríen y beben al calor de la tarde que casi termina, reunidos en las pequeñas mesas altas o en las sillas de jardín adornadas pasan el rato con diversión. Al repasar la expresión de cada persona no encuentro a la que estoy buscando, no la había visto desde que toda esta gente llego, prácticamente se la había tragado la tierra. Ya había buscado en cada esquina de la casa y nada.
Bajando los escalones empiezo a buscarla por todo el jardín evitando el laberinto, saludo a unas cuantas personas y agradezco la presencia de otras, todo para poder moverme con facilidad, pero no importa cuanto avance no aparece.
- Can, es una hermosa fiesta… - sonríe Deren delante de mí. En lo distraído que estaba no la había visto llegar.
- ¡Claro que sí! Nuestro pequeño Emre se va a casar – responde mi madre acercándose a nosotros. Solo sonrío tomando de mi vaso.
- Ojalá no sea la única boda que se celebre aquí… - comenta Deren. De inmediato volteo a verla, pero rápidamente esconde su mirada dando un sorbo a la larga copa que sostiene en sus manos. Hago una sonrisa apretada, no iba a avergonzarla respondiendo a su comentario.
- ¡Claro que no! Espero que mi Can pronto siente cabeza y nos de la sorpresa… - sonríe maquiavélicamente tocando mi hombro y con un brillo en sus ojos. Si quería sobrevivir a esta noche necesitaba algo más fuerte.
- ¿Que no te basta con un solo hijo? ¿También quieres sacrificar al otro? – los tres volteamos a de donde viene la abuela Remide del brazo de uno de los meseros, le agradece el haberla acompañado y se acerca apoyándose en su bastón, de inmediato me acerco para ayudarla, me sonríe en complicidad – creo que deberías limitar tus perversas manipulaciones a uno nada más…
- Es necesario que los hijos se casen y hagan una familia – afirma Huma con un puchero de labios apretados.
- Es necesario que lo decidan solos – responde la abuela con una sonrisa sarcástica – en fin, Can hijo, ¿podrías ir a buscar a Sanem al laberinto? Me acompaño hasta allá, pero quiso quedarse un rato mas y me preocupa mucho que este sola, esta anocheciendo y hay muchas arpías sueltas…
Ni siquiera lo pienso, me despido y salgo en su búsqueda, detrás de mi escucho como Huma le discute que vaya yo en lugar de mandar a un empleado a buscar a la “muchachita enferma” y Deren pregunta quien es Sanem.
Conocía ese laberinto como a la palma de mi mano, había jugado ahí infinidad de veces, todo fue idea de Huma cuando junto con papa compraron la casa. La opulencia de esa mujer no tenía límites.
No se escuchaba ningún ruido por ningún lado, pero una mujer tan pequeña como Sanem no haría mucho escándalo, sigo recorriendo los pasillos con pasos rápidos hasta que escucho un fino susurro, me adelanto hasta que salgo del laberinto y sigo la pequeña voz. Sanem camina por la orilla de la alberca, perece que esta hablando con ella misma, su perfecta figura de reloj de arena se mueve con firmeza por la orilla, su vestido se mueve al compa de sus pasos y sus manos se mueven hacia delante y hacia atrás, sonrío… esa era la Sanem real, la que aparecía cuando nadie veía.
- ¿Sanem? – la llamo. De inmediato se detiene con un pequeño brinco, no quise asustarla, pero no lo sé, quería que supiera que estaba ahí; poco a poco voltea con el cuerpo tenso, pero eso la hace desestabilizarse tropezando con sus propios pies, al siguiente segundo esta cayendo al agua – ¡Sanem!
Grito corriendo tras ella y lanzándome al agua, estaba casi seguro de que no sabía nadar y la alberca era muy profunda. En el agua se agita, pero de alguna forma empieza a moverse para salir a la superficie, la sostengo de su cintura para salir junto con ella, con un brazo la sostengo, pero con el otro limpio mi cara mientras ella limpia su cara del agua con sus pequeñas manos.
- ¡¿Señor Can?! – me llama tosiendo con la respiración agitada, ¿señor? Hago caso omiso a eso; sus grandes ojos parpadean tratando de enfocar y sus labios no hacen mas que cerrarse y abrirse. Se ve realmente linda.
- Tranquila – susurro quitando unos cabellos que se pegaron a su frente. Poco a poco empieza a calmarse.
- Pero no entiendo… ¿cómo? – su vista va para todos lados, pero nunca hacia mí. La sostengo con ambas manos, estaba empezando a gustarme demasiado.
- Te vi darte un chapuzón y me dieron ganas de unirme – bromeo con ella tratando de relajarla. De inmediato pone una cara molesta, se veía adorable.
- ¡Por su culpa me caí! – me grita apuntándome en el pecho, solo eso se sentía como una gran corriente eléctrica – ¡me asusto!
- Lo siento, - respondo riéndome por lo gracioso de la situación, la chica sumisa y retraída al parecer se había quedado en el fondo de la alberca – no sabia que te gustaba caminar sobre el agua…
- ¿Se está riendo de mí? – pregunta con un adorable puchero.
- Si, - respondo sonriendo – te ves muy graciosa así…
- Ya veremos… - responde. Quita su mano de mi pecho y avienta agua a mi cara, aprieto los ojos, pero no quito mi sonrisa, esto era muy divertido. Agito mi cabeza para salpicarla y empieza a retorcerse en mis brazos colocando sus palmas frente a ella, cuando abro los ojos soy consiente de lo mas hermoso que había visto nunca… su sonrisa.
No había nada con lo que pudiera comparar la hermosa sonrisa que tenía, iluminaba toda su cara cuando sonreía y al mismo tiempo un golpecito se sentía en mi corazón. La observo fijamente queriendo grabarla a fondo en mi mente, no quería olvidarla jamás, inconscientemente la ajusto a mi cuerpo y ella reacciona colocando sus pequeñas manos en mi pecho, su sonrisa cae pero sus labios se abren, su respiración se acelera y sus ojos se entrecierran. Una ráfaga de viento pasa entre los dos haciéndola titiritar, pero llevando su intoxicante aroma a mis pulmones, quería acercarme más…
- Debemos… debemos salir de aquí… - susurra a centímetros de mis labios. Asiento saboreando su dulce aroma, ella sigue el movimiento y mueve ligeramente la cabeza. Ninguno de los dos se mueve, al contrario, la acerco más contra mi pecho en el que encaja perfectamente – tengo frio…
- Claro, si… - susurro, parecía que mi parte racional iba en funcionamiento con sus necesidades. Sin soltarla, nado hasta la orilla, de un brinco me siento y la ayudo a subir para sentarla junto a mí.
- ¿Como paso esto? ¡Off! – susurra escurriendo la tela de su vestido que esta a un lado de sus caderas.
- Tal vez deberías considerar no pasear cerca de una piscina, al menos no el día del compromiso de tu hermana – le sugiero medio en broma. Por un segundo se queda estática, después abre los ojos ampliamente.
- Oh no… mi madre me va a matar… - se levanta de inmediato, tardo en hacer lo mismo porque aun me cosquillea el cuerpo de tenerla tan cerca.
- Tranquila, - la calmo quitándome las botas, ella me observa y hace lo mismo, cuando se endereza todo su mojado vestido se pega a su escultural figura. Eso solo haría que tuviera problemas para concentrarme – entraremos y nos secaremos…
- ¡No! – me grita soltando sus pequeñas botas y tomando mi brazo – si me ven así mi madre se molestará, ¡nadie puede darse cuenta! Señor Can por favor… ¡¿Cómo se le puede ocurrir eso?!
- Está bien, ok, lo arreglare… aaah… - sus ojos gritan de miedo, pero no suelta mi brazo – haremos esto, entraremos por atrás e iremos a mi habitación, ahí hay una secadora. Secaremos tu vestido y yo me cambiare de ropa, ¿está bien?
Asiente, antes de que pueda soltarme tomo su mano y la entrelazo con la mía.

Atravesar el jardín lleno de personas no fue tan emocionante como verla caminar con ese vestido húmedo junto con esos ojos aterrados y esos labios temblorosos, no podía quitarme la sensación de necesidad de encima mío. Cuando la había ayudado a atravesar la ventana, tuve que cargarla, pude sentir cada curva, cada palpitación, su delicioso olor y su caliente aliento, creí que iba a morir. Varias veces tuvimos que quedarnos quietos esperando y escuchando y como hombre débil que era la pegaba a mi cuerpo aprovechándome de la situación, ante eso, solo me observaba fijamente. Como en este momento.
Teníamos que atravesar la sala, no había opción, pero estaban un par de personas platicando ahí (amigos de Huma sin duda) y no parecía que fueran a irse pronto así que, aunque el pasillo estaba oscuro había muchas posibilidades de que nos vieran. Me sentía como un niño otra vez.
- ¿No se van? – susurra a un lado de mí. Me asomo otra vez, pero los tres hombres no dejan de platicar, hasta se estaban acomodando.
- No – respondo – lo único que podemos hacer es apagarles la luz. En en momento que estén a oscuras podemos cruzar y ocultarnos en la puerta que esta después de la cocina, es el cuarto de música.
- ¿Y cómo haremos eso? – pregunta asintiendo con entendimiento.
- Solo tenemos que esperar a que se distraigan, los apagadores están detrás de este muro – paso mi brazo por detrás de su espalda y la hago caminar unos pasos, me asomo otra vez, el hombre que esta de frente hacia nosotros esta a punto de acabarse su vaso, seguro se servirá otra vez así que esa era nuestra única oportunidad – cuando te diga que corras, lo haces. Recuerda, la ultima puerta a la derecha.
Vuelvo a asomarme y el hombre ya se esta sirviendo, su vista esta enfocada en su vaso por lo que con un movimiento rápido le pego a los apagadores dejando la sala a oscuras, de inmediato se oyen voces, pero no me enfoco en ellas, mas bien, corro con Sanem de la mano hasta el cuarto en cuestión. Cierro la puerta detrás de mi y ambos nos recargamos en ella escuchando más allá de nuestras agitadas respiraciones, volteo a verla y otra vez sucede, me sonríe.
Desde ahí, llegar a mi habitación fue más fácil ya que estaba orientada al lado del frente de la casa y la escalera secundaria nos llevaba al segundo piso, cada pocos segundos observaba a Sanem. Sus expresiones eran bastante cómicas y obvias, si, la casa de Huma era un enredo.
Cierro la puerta con seguro cuando entramos.
- Te prestare algo para que te pongas mientras se seca tu ropa… - le aviso quitándome la playera mojada. Hace un sonidito de sorpresa y se tapa los ojos.
- ¡¿Pero qué está haciendo?! – grita. Me rio de sus rojas mejillas, pero no me pongo mi playera otra vez.
- Te recuerdo que me hiciste mojarme, - en mi mente aparecen imágenes sacadas de mis fantasías, sacudo la cabeza para mantenerme enfocado – y estoy en mi habitación… ¿cuál es el problema?
- Yo no lo moje… - me rio buscando algo para ella - ¡Off Sanem off!! ¿Como terminaste aquí otra vez?
Susurra regañándose a si misma sin quitar las manos de sus ojos. Con la playera limpia en mano, quito las suyas de sus ojos, se abren con sorpresa y estoy casi seguro de que no está respirando.
- Cámbiate, antes de que te enfríes – no hace ningún movimiento, solo se queda ahí observándome, sonrío y me acerco a su oído – respira Sanem…
Asiente con lentitud y deja salir un suspiro. Camina lentamente al baño y cierra la puerta.
El cielo sabia las veces que había fantaseado con ella, cuantas veces la imagine libre de esa coraza que parecía tenerla encerrada, cuantas veces había repetido nuestro beso en mi imaginación y como me torturaba en las noche recordando y saboreando su aroma. Ahora estaba convencido de que había dos Sanem, la que estaba “enferma” frente a su madre y su hermana y la que había caído al agua y me había reclamado por asustarla. Esa Sanem me gustaba mucho más.
La puerta del baño se abre y sale, iba a tener problemas otra vez para quitarle las manos de encima. Mi playera blanca le queda enorme, tanto que el cuello le deja al descubierto un hombro, sus pequeñas manos jalan la playera para que pueda cubrirle las piernas, pero es imposible, la playera le queda apenas un poco mas arriba de la mitad de sus muslos. Ahora el que no respiraba era yo.
- Tomé su toalla para secarme el cabello… - susurra con la vista hacia abajo – no tiene secadora así que no pude hacer mucho…
- Procurare tenerla la próxima vez – le aseguro levantándome de la cama. Su cabeza se levanta y me sonríe. Ahora la meta en mi vida era sacar esa sonrisa de su escondite.
- Secare tu vestido, espera aquí… - le ordeno. Asiente y me deja pasar alejándose lo máximo posible.
Tenerla en mi habitación era demasiado, ella misma era demasiado, no hablamos ni dijimos una palabra porque no era necesario, quería dejarla a su gusto y que hablara todo lo que quisiera si es que quería y eso fue igual a nada. Solo se quedó ahí observando mis libros, mis cámaras fotográficas tanto las mas antiguas como las mas recientes, la pintura en mi pared que le había causado tanta fascinación al principio y la única fotografía que tenia enmarcada, era con mi padre.
Al final se paro delante de la ventana del balcón, pero no lo abrió, solo se quedó ahí mirando las estrellas que ya brillaban en el cielo.
- Son hermosas, ¿verdad? – me paro junto a ella, pero sin invadir su espacio personal. Asiente con la mirada soñadora en el cielo – es lo único que me gusta de esta casa, esta tan apartada y tan alta que es posible admirar el cielo sin las luces de la ciudad.
- Ojalá yo pudiera admirarlas todas las noches… - susurra sin voltear a verme.
- ¿No puedes? – pregunto intrigado.
- No, desde mi ventana no se me permite ver nada… - su voz es triste al decir las palabras. Volteo a verla, una expresión de dolor cruza sus bonitas facciones, algo en sus palabras me descoloca ¿no se le PERMITIA?
- ¿Por qué? – pregunto demasiado curioso. ¿Quién no le permitía ver el cielo? Eso era… extraño…
Se gira para mirarme, sus ojos son tristes y cuando esta a punto de hablar suena la secadora.

Después de cambiarse de ropa, Sanem se cerró. No volvió a decir una palabra y asentía a todo lo que yo le decía, eso me volvía loco, creo que prefería que me gritara y golpeara en el pecho. Cuando bajamos Mevkibe ya estaba como loca buscándola, sali en su defensa explicando que la encontré perdida en el laberinto y la llevé a la cocina por algo para beber. Mevkibe se puso pálida, pero me agradeció mis atenciones y de inmediato se la llevo con ella, apenas duraron unos minutos mas porque enseguida se fueron.
Esa noche no sirvió de nada la ducha fría, otra vez se quedo tatuada en mi mente, en mi cuerpo y para colmo en mi habitación… si cerraba los ojos aun podía verla paseando y curioseando cada cosa que tenia al frente para luego pararse frente a la ventana. Me aterraba cada vez que sus palabras se repetían en mi mente, no tenia permitido ver el cielo, eso solo se traducía en una cosa y ese era el pensamiento que no me atrevía a sopesar porque era algo horrible e inhumano, está bien yo hacía cosas horribles pero eso era otro nivel. Estaba casi seguro que su madre la mantenía encerrada.
Ya en mi oficina puedo escuchar a Deren ordenar al equipo afuera, hoy mismo firmaría el ultimo contrato con este señor Fabri y estaríamos listos para entrar en acción. Apoyado en la palma de mi mano, veo el montón de cajas con archivos aun sin revisar, eso sin mencionar los montones de rollos que estaban en el archivo que también tenia que verificar otra vez y que no deje que Ceycey subiera porque no hacía más que tirarlos por todos lados… iba a enloquecer. Suena mi teléfono y contesto sin ver.
- ¿Sí? – respondo masajeando mis sienes.
- Señor Can, la señora Remide está aquí y quiere hablar con usted urgentemente… - su voz nerviosa me dice que algo no anda bien.
- Déjala pasar por supuesto y no me pases llamadas hasta que se vaya – le ordeno levantándome para dejar la puerta abierta.
- ¿Por qué? – ruedo los ojos. Este hombre era peor que una señora chismosa de barrio.
- Porque vamos a hablar de la importancia de usar camisas de un solo color en el trabajo – respondo con sarcasmo.
- Va a matarme señor Can. Ya está subiendo – sonrío y cuelgo. Si no fuera porque los números “mareaban” a Ceycey y sus quejas eran un fastidio lo pondría a hacer el tedioso trabajo.
- Hijo mío… - levanto la vista y las piedras de mi mano se estrellan contra la mesa de vidrio.
Tarde unos minutos en darme cuenta de que la abuela Remide estaba frente a mí, mis ojos se quedaron estancados en la brillante figura a su lado. Su cabello otra vez está partido de medio lado y grandes ondas le dan un aspecto dulce, finísimos reflejos dorados lo adornan, sus mejillas llenas están ligeramente coloreadas juntos con sus labios llenos que por el brillo que tienen se ven más apetecibles, eso sin olvidar sus ojos que me observan con firmeza, pero también con nerviosismo.
Usa una enorme chamarra de mezclilla junto con un conjunto negro que deja ver sus bonitas piernas, creo que mis ojos se atoraron ahí como por media hora…
- Encontré a la asistente perfecta para ti – afirma la abuela, pero la verdad apenas la estoy escuchando. Ambas entran dejando la puerta abierta y se sientan frente a mi mesa – ¿qué te parece?
- Aaah tu… - trago saliva tratando de enfocarme – ¿tú quieres ser mi asistente?
- Si – asiente con una suave voz.
- Tienes demasiado trabajo mi muchacho y Sanem tiene una habilidad sorprendente… - Sanem baja los ojos.
- Memoria fotográfica – respondo a la pregunta no hecha.
- Exacto, ella nos será de gran ayuda. ¿Qué dices? – pregunta emocionada.
- ¿Qué dices tu? ¿Quieres hacer esto? – le pregunto directamente a Sanem.
- Si – responde.
Me levanto porque simplemente no puedo permanecer mas tiempo sentado, estaba entre emocionada y alterado, hasta creía estar alucinando porque solo esta mañana ya la quería ver otra vez y ahora aquí estaba, como si mi cerebro la hubiera echado fuera de mis fantasías para desquiciarme por completo, solo que mejor.
La abuela me asegura que es lo mejor que me pudo haber pasado, que contribuirá para ayudarme y que se esforzaría para trabajar tan duro como Leyla con Emre… o al menos creo que eso es lo que dijo porque yo estaba tan distraído que solo sabía que decía si a todo.
- Sanem porque no vas con Ceycey, él te dará los planos que serán en lo primero que trabajes… - necesitaba un minuto para relajarme.
- Te acompañare con él pajarillo y luego me iré – se levanta para despedirse de mí, apenas sonrío ante el guiño que me hace y ambas salen.
¿Era posible tener un infarto con el corazón fuerte y sano? Porque yo tenia uno en ese momento, mis manos estaban hormigueando tanto y mi respiración estaba tan agitada que estaba empezando a ver borroso. Si Sanem iba a trabajar conmigo eso quería decir que estaríamos juntos todo el tiempo y así podría…
- ¡Can! – grita Polen desde la puerta. Volteo y corre hacia mi con los brazos abiertos para colgarse de mi cuello, antes de que se impacte de lleno contra mí la sostengo de la cintura por puro reflejo, ella sonríe y se acerca para besarme… hasta que ambos escuchamos un estruendoso sonido.
Montones de rollos caen frente a Sanem que se queda parada con la mirada perdida, oscura y trastornada… una mirada que estaba seguro ya había visto antes…

DEJAME ATRAPARTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora