Capítulo 4: El Horror

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Terminé siendo acompañada a casa por cuatro valientes― y debo aclarar bastante borrachas― amigas, que se rehusaron a dejarme caminar sola a casa en esta incipiente noche de verano.

―Yo les juro amigas,― decía Jennifer cuando estábamos a tan solo una cuadra, su cuarto cigarrillo del día aun encendido en su mano― el sujeto será una Animal pero que A-NI-MAL. ¿Vieron ese cuerpito de dioses todo musculoso? Como me gustaría que me hincara el diente chicas.

Todas estallamos en risa.

―Yo también,― confiesa Barbie y Jennifer pegó un alarido de risa― recuerdo cuando lo vi salir en las noticias, diez grados y el hombre estaba SIN CAMISA con ese torso de Dioses... ¡NO TE CUBRAS NUNCA ANIMAL!- Lanzó el grito al cielo y esta vez llamamos la atención de los pocos transeúntes que quedaban a esta hora, algunos se reían, otros simplemente nos miraron y apresuraron el paso.

―Ponerse una remera,―continuó Jennifer― es un crimen. ¿ME ESCUCHAS ANIMAL?- Gritó ella también y riendo me le tiré encima para taparle la boca antes de que alguien llamara a la policía, pero escurridiza como es, se me escapó.― Si me tengo que morir que sea en esos brazos fuertes mientras me susurra al oído.- Se toma a si misma en brazos y comienza a bailar torpemente por la calle.

―¿Que cigarrillo está fumando?― Abi la observaba a Jenni extrañada mientras se mecía intoxicada por la calle y cubrió a su bebé incluso más con aquella manta, como si protegiéndola de un espectáculo indecente. No pude evitar reírme, se parecía mucho a su mamá en ese entonces, aunque jamás se lo diría.

―¡Adiós!

Gritaron al unisono cuando me dejaron en la puerta de mi edificio y yo las saludé entusiastamente. La imagen de las cuatro en el horizonte de repente se me ocurrió nostálgica, como si fuera la ultima vez que las fuera a ver y se me hizo un nudo en la garganta.

Maldita sea, estaba tan borracha como ellas.

―¡Y no dejes que el Animal te muerda!― Gritó Barbie cuando ya estaban dando vuelta la esquina.

―¡O que te muerda si quieres!― Replicó Jennifer― ¡Nosotras no te juzgamos amiga!

Observé como se alejaban sus cuatro figuras, iluminadas por el brillo naranja de la luz de calle, hasta que entré en mi edificio.

Al cerrar aquella puerta verde de hierro, no pude evitar sentir un escalofrió recorrer mi cuerpo cuando la oscuridad me tragó. Fue como entrar en la boca de la bestia, aunque se tratara del mismo pasillo húmedo y silencioso que recorría todos los días.

Era como si supiera, si presintiera lo que iba a pasar.

Intenté sacudirme la sensación lo mejor que pude y comencé la recorrida cuesta arriba por las escaleras. Con cada paso sentía el eco retumbar por los estrechos pasillos y volver a mí como una canción ominente que me calaba los huesos. Apoyé mi mano izquierda en la pared para tener mejor soporte mientras recorría la empinada escalera, pero la pegajosa humedad que la impregnaba se me pegaba a la piel y sentía como el cemento se desintegraba en pequeños granos arenosos bajo mi palma, por lo que la quité y limpié en mi pantalón rápidamente. Uno creería que luego de todo este tiempo me habría acostumbrado, pero el olor a encierro y la opresiva humedad de nuestro edificio era algo que jamás había logrado superar.

No fue hasta estar a tan sólo pasos de mi piso que me dí cuenta de lo silencioso que estaba todo el lugar.

Cuando entré me pareció escuchar unos escasos susurros, pero se fueron apagando ni bien comencé a subir y con cada paso se habían perdido más y más en la negrura.En ese momento el ensordecedor silencio fue la primera pista real que tuve de que algo no estaba bien.

Animal (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora