Capítulo 12: La Pista

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—Hay algo que no me cierra en todo esto.

El sol se asomaba dorado por el oscuro horizonte, los edificios de la gran ciudad como dientes clavándose en el cielo. Luego de deshacernos del cadáver, el Animal y yo volvimos a recorrer las calles en busca de ideas. Él me aseguró que la ausencia de Gavin no sería notada por sus Hermanos, por lo menos no tan rápidamente, por lo que nos daba tiempo a pensar y tratar de traerle fin a este embrollo. Si tan solo pudiera saber donde fue que mi padre escondió la droga, se la daría al Animal y fin del asunto, tendrían lo que buscaban. Pero él me había confesado que sus Hermanos dieron vuelta nuestro apartamento y no encontraron nada, lo que los había enfurecido incluso más. Yo había vivido allí casi toda mi vida y sabía que no había ningún escondrijo que él podría haber usado sin que yo me diera cuenta.

—¿Sigues pensando que tu padre es inocente? Creí que ya lo habíamos superado—Se quejó el Animal, molesto, pero fue interrumpido por un pesado bostezo. Al haber pasado toda la noche manejando de aquí para allá ninguno había dormido. Le señalé una salida que se aproximaba para que se detuviera, no era seguro andar a esta velocidad a medio camino del sueño.

—Mi papá no era alguien para realizar algo así,—antes de que me pudiera interrumpir con otro rezongo proseguí— digo, no era una persona organizada... de hecho era bastante impulsiva ¿Cómo pudo planear este robo? ¿O acaso ustedes son más fáciles de robar de lo que escuchamos?

—No lo somos,—concedió—¿crees que tuvo un compañero?

Sacudí la cabeza, el sueño afectándome a mi ahora que lo había visto bostezar.

—Creo que alguien más lo planeó y papá fue uno de los que participó. Él no era una mente maestra él...—me debatí si compartir esto o no. Por un lado no quiero que el Animal sepa nada de mi historia, ni tampoco quiero defenestrar a mi padre cuando acaba de morir, pero no sé como más expresar mi punto— Un día se le ocurrió que podría ganar dinero jugando a la Quiniela, así como sí.—El Animal se dio vuelta entonces, incrédulo y tuve que poner mis manos en el volante para redirigirlo— Creo había visto una noticia de un hombre que había ganado millones y desde ahí se le había metido en la cabeza que no necesitaba trabajar, que con que jugara un par de números diarios y ganara, tendría lo suficiente para vivir el día a día, sin esfuerzo. No importaba que yo le dijera que no sabía si los números iban a ser ganadores o no, se había hecho a la idea y ya estaba. Su plan era vivir de lo ganado en la Quiniela.

—¿Y como le fue?

—Terminó perdiendo unos trescientos pesos,—confesé— que en aquel momento era bastante dinero, hasta que entendió que no iba a funcionar de esa manera.

Lo que me guardaba para mi misma era que el dinero que había apostado era el mío y que fui yo quien tuvo que trabajar para reponerlo, porque papá estaba muy desanimado con su plan fallido que no tenía fuerzas para trabajar y perdió el empleo que tenía en ese momento como ayudante de panadero.

—Entonces....— comenzó el Animal, sopesando lo que acababa de decirle— dices que no era la moneda más brillante del saco. ¿Y crees que, quien sea que organizó todo tiene la droga?

Me encogí de hombros, no había pensado tan adelante todavía.

—Papá tenía varios amigos, pero no sabría decirte si pudo haber sido uno de ellos—además, la idea de que el Animal se abalanzara sobre ellos sólo por ser amigos de papá me causaba terror. Esperaba no tener que implicar a ningún conocido a no ser que fuera absolutamente necesario—. Tu mismo dijiste que había una grabación, ¿no puedes ver quien fue?

El Animal se estacionó a un lado de la calle, refregando sus manos por su cansado rostro, tratando de despertarse.

—Si fuera tan fácil no te habría metido en todo esto. En la grabación sólo se ven dos personas, una de ellas tu padre por lo que pudimos ver de la ropa que llevaba puesta. Pero la imagen esta cortada a la cintura, no se ven los rostros.

—¿Como supieron entonces que era mi papá?

—No sabíamos. El otro hombre en el vídeo tenía unas botas altas y blancas, de las que se usan en frigoríficos y mataderos. El único frigorífico que hay cerca es...

—El que está en nuestro barrio—terminé por él. Con razón habían dicho que sabían que se encontraba allí. Que yo supiera, ni en la ciudad ni en las afueras había otro frigorífico. Aquel espantoso lugar de concreto y acero que ocupaba toda una manzana había causado problemas desde que tenía memoria. No sólo era el asqueroso olor a carne rancia y putrefacta, sino que debido a la falta de mantenimiento no era inusual que las calles a su alrededor se tiñeran de rojo sangre debido al estallido de alguna tubería. El lugar había sido inaugurado por el alcalde de aquel entonces, prometiendo trabajos y dignidad a nuestro barrio carenciado. Pero verdaderamente, lo único que había hecho fue llevar la mugre hacia nuestro lado, para que sus preciosas casitas de los suburbios y sus elegantes edificios pudieran funcionar sin el hedor de la carne muerta,

—Si, pero Wardwell, el encargado del frigorífico—aclaró— trabaja para nosotros. Si alguno de sus hombres fuera culpable ya lo tendríamos con nosotros. Tu padre...—el Animal pareció sopesar lo que diría a continuación— el se delató sólo, cuando salimos de allí unos Hermanos lo cruzaron y llevaba la misma ropa que en el vídeo.

Apenas si presté atención a lo que estaba diciendo, porque mi mente se había ido lejos. Sus palabras habiendo evocado un recuerdo en mí.

—¿Botas de carnicero dijiste?

—Si...

—Puede que no sea alguien del frigorífico al que buscan, pero si alguien que hace las botas.

—¿A que te refieres?

Cuando eramos chicos y las cosas con mamá no estaban del todo bien, papá nos solía llevar a Sofi, Yoel y yo a las casas de sus amigos cuando hacían reuniones. Los adultos reían y conversaban mientras se preparaba el asado y los niños jugábamos entre todos, en nuestros mundos de fantasía. Recordaba en particular uno de los amigos de papá porque su casa estaba llena y digo llena de botas. Dentro de la sala y tiradas en el patio con el barro, no importaba adonde fueras, siempre encontrarías botas. El hombre cuyo nombre no recordaba, trabajaba en una fabrica en la ciudad próxima donde realizaban calzado industrial para varias empresas del país y toda bota que no servía o era desechada por el control de calidad, el hombre se la llevaba a su casa. Cuando le pregunté a papá el me dijo que su amigo era un hombre muy bueno, pero le gustaba coleccionar cosas. Mamá decía que era un acumulador compulsivo y por eso su casa estaba llena de ese calzado, y yo había asentido aunque no tuviera idea de que era un acumulador.

Luego de la muerte de nuestra familia, papá ya no se juntaba con sus amigos como antes, pero si se mantenía en contacto con varios de ellos. No sabía si este hombre era el que buscábamos, pero era lo más cercano a una pista que tenía.

—Vuelve a encender el auto. Ya se me ocurrió en donde podríamos encontrarla.

Fui guiando al Animal fuera de la autopista y cada vez más adentrándose en las serpentinas calles de nuestro barrio, hasta llegar al característico suelo de barro que conformaba nuestras aceras. No sabía exactamente la dirección de aquel hombre, pero recordaba que estaba a unas pocas cuadras de un pequeño kiosco en donde había trabajado una temporada cuando tenía catorce, por lo que allí fue a donde dirigí al Animal.

Estábamos a tan sólo una cuadra cuando él pega el volantazo y nos desviamos por una calle aledaña.

—¡Oye! ¿Que haces? Te pasaste.

—No podemos ir allí.

—¿Por qué no?

El Animal se detiene en el cordón y señala hacia atrás, a la calle en donde debíamos doblar.

—¿Ves ese hombre de gorra en la esquina? Ese es Ethan.

Me di vuelta de inmediato y, efectivamente, se podía ver una figura alta en la esquina que parecía estar hablando por el celular.

—Ethan... ¿Que ese chico Gavin no lo había mandado un tal Ethan?

El Animal asintió.

—A Ethan le gusta hacer las cosas sin pensar, fue por eso que te tomé de tu casa. Desde entonces te ha estado buscando y ha puesto a los Hermanos en la tarea de encontrarte también. Si te llega a ver... te matará a ti también.


Animal (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora