Capítulo 6: Atrapada

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¿Que fue lo primero que se me pasó por la cabeza, al estar atrapada allí?

Es más lindo que mi casa.

Porque allí tirada en el suelo del Animal que había asesinado a mi familia, con el brazo magullado y el corazón roto, lo primero que noté fue lo agradable que era el lugar.

Los pisos estaban acondicionados con madera color caoba y gran parte del suelo estaba cubierto con una alfombra de lana colorida que le daba un toque de calor. La sala donde estaba tenía un sillón de pana azul, una mesa de luz con una base de mármol gris y una lampara pequeña con una campana de vidrio blanca. La ventana detrás de mi, con su persiana cerrada, tenía cortinas blancas de hilo tejido. El lugar era amplio y tenía un agradable olor a limpio que jamás había logrado conservar en nuestro pequeño departamento, donde estábamos siempre atestado con la impregnante humedad que creaba musgo negro en el techo y desgranaba las paredes con su pelusa blanca.

Era tonto pensar en lo agradable que era la casa del Animal, pero no podía evitarlo. No cuando este maldito lugar parecía más un hogar de lo que mi departamento podría parecer jamás y la injusticia era tan fuerte que no sabía si reír o llorar. Mi hermanito había muerto en el frío y sucio piso de un corredor y este Animal sin alma tenía un lindo hogar y hasta calefactor.

Si me mataba aquí, esperaba que por lo menos mi sangre arruinara sus estúpidos pisos lustrados.

El Animal estaba de pie bloqueando la puerta ahora cerrada, donde se había posicionado luego de tirarme aquí adentro. Sus ojos permanecían fijos en mí examinando cada centímetro de mi ser, como si tratara de descifrar una adivinanza para la cual no tenía pista alguna. Me mantuve con la mirada firme, pero encogida sobre mi misma, protegiendo mi cuerpo. Más allá del dolor que me aquejaba, la parte más primal de mi ser que gritaba supervivencia había decidido que no dejaría que me tocara sin poner una pelea. Iba a tener que matarme y ya.

Finalmente y sin que yo me diera cuenta, el examen al que el Animal me había sometido había terminado y mi captor había llegado a una conclusión.

—No tienes la menor idea, ¿verdad?

¿Eh?

Intenté procesar lo que estaba diciendo. ¿Idea de qué? ¿De que mi familia estaba muerta? Por supuesto que si. ¿De que yo pronto seguiría ese camino? No tenía ninguna duda. Pero la forma en que me miraba... parecía indicar algo más.

—¿De qué hablas?

El Animal dejó salir un suspiro y colocó las llaves de la puerta en la mesa a su lado, pasándose la mano por el cabello y la cara.

—Puta madre, de verdad que no tienes idea.— Se apoyó contra la pared y se dejó deslizar lentamente hasta caer en el piso, sus ojos fijos en mi pero ya sin verme—. ¿Y ahora que demonios hago?— Susurró a sí mismo.

—¿Con... con que?

—Contigo,— sus ojos se enfocaron en mi de repente, el filo de su mirada me hizo saltar y se me erizo el vello del cuerpo. No creí que me escucharía con lo distraído que estaba,— si tú no sabes... es un jodido problema.

—¿Que se supone que tengo que saber?

—Donde está la droga.

—¿La qué?— Su respuesta me descolocó y me tardé unos cuantos segundos en entender de qué estaba hablando. Estando allí tirada en aquel suelo de madera con las manos atadas era difícil recordar algo más allá de la horrible escena de mi padre y hermano, muertos en el suelo. Pero trabajosamente, a mi memoria volvió aquella tarde, hoy mismo de hecho, aunque pareciera ya tan lejana; cuando estuve en la colina con mis amigas y Abigail había relatado que los Hermanos habían sido robadso y el ladrón había escapado con veinte kilos de droga.

—¿Es la droga? ¿Por eso es que has hecho todo esto, por...?

—La droga que tu padre robó.

-L... ¡¿Qué?!—Shock e ira me golpean con fuerza— ¿De qué demonios hablas?

Pero el Animal ya se había cansado de mí. Se puso de pie y sacó su celular. Continuaba hablando consigo mismo ahora que parecía haber conseguido de mi lo que quería.

—Si no eres tú el socio tiene que ser otro, pero entonces...

—¡OYE!— Grité furiosa y logré ganar su atención, sus ojos dejando la pantalla del celular y enfocándose en mí confundido, como si se hubiera olvidado de que estaba allí— ¡Mi padre no robó ninguna droga!

Pero entonces las piezas caen en mi mente como un rompecabezas y una idea toma cuerpo dentro de mí. Alguien les había robado a los Hermanos, ellos creían que dicho ladrón estaba en nuestro barrio y por eso habían acosado a Marta el otro día. Son los Hermanos, unos matones insensibles que no piensan antes de dar un golpe, ni en quién lastiman en el proceso...

—¡Maldito infeliz!

Me puse de pie de un salto. No fue fácil con mis manos atadas al frente y la sangre se me subió a la cabeza, pero la rabia funcionó a mi favor porque no me llevó mucho tiempo reponerme.

—¿Eso es lo que pasó cierto? ¡Ustedes imbéciles buscaban su droga y mataron a mi familia en el proceso!

—No...

—¡No les importó que no fuéramos culpables! Pero era más fácil matar que pensar ¿verdad?

Esta vez no lo dejé formar siquiera una silaba. Con un grito salvaje me tiré contra el y lo empujé con mi cuerpo, tirándolo al suelo.

—¡Los mataron por una equivocación!— Me subí encima de él tan rápido que no tuvo tiempo a reaccionar y fui directo a su garganta. No me importaba nada más que matar al maldito Animal que causó todo esto.— ¡Ahora te mataré a ti maldito imbécil!

Iba a lograrlo. Estaba tan cegada por la ira que estaba segura que lo lograría, tan sólo tenía que apretar con más fuerza. Pero mis manos atadas no servían y en menos de un segundo él me había quitado de encima y tirado en el suelo, su pesado y duro cuerpo encima de mí, clavándome en el lugar y vaciando el aire de mis pulmones. Pero en todo el proceso él apenas si había pestañeado, como si mi intento de homicidio no fuera nada por lo que preocuparse. Su cara ni siquiera estaba roja.

—Tienes que calmarte.

Me enfurecía que a pesar de todo, a pesar de haber asesinado a mi familia, el Animal continuaba con ese tono de voz serio y calmad. Frío, como un maldito psicópata, en especial cuando yo tenía un fuego dentro de mí que estaba explotando.

—¡Calmarme ni una mierda!— Y le encajé un cabezazo. Fue un pequeño placer el ver su cabeza ir hacia atrás y sus ojos abrirse sorprendidos. No se lo esperaba. Pero pronto su expresión cambia a pura rabia.

Su mano se cerró sobre mi cuello, impidiendo que vuelva a golpearlo y causando que el aire no entre bien, por lo que ahora ademas de la ira, mi cuerpo se sacudía con el instinto de supervivencia que me gritaba para que me quitara esa mano de encima y pudiera respirar.

—¿Quieres hacer esto por las buenas o por las malas?

Como respuesta, junté las ultimas fuerzas que me quedaban y le escupí en la cara.

Su rostro no expresó nada mientras que, lentamente, se limpió mi saliva con la mano que le quedaba libre y finalmente asintió.

—Por las malas entonces.

Animal (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora