Capítulo 8: Visitas

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Debía de haber pasado una hora desde aquella charla con el Animal, cuando volvió a entrar en la habitación para traerme algo de comida.

El lugar había vuelto a quedar completamente a oscuras, puesto que la luz solar que se solía filtrar a través de la persiana cerrada había dado paso al leve resplandor de la luna. Esa luz era la única forma que tenía para medir el tiempo.

—Tranquilízate,— dijo cuando vio que me tensaba al abrir la puerta,—tan sólo te he traído comida.

En su mano tenía una bolsa de McDonalds y desde aquella distancia ya podía oler el particular aroma de sus hamburguesas. Mi estomago hizo un rugido patético pero no me importó, hacía días que no comía, estaba débil y sufriendo calambres desde hacía un tiempo ya y con todo lo que había pasado, mi atención se enfocaba sola y únicamente en aquella preciada bolsa marrón.

Él la dejo a mi alcance pero sin tocarme, ambos mirándonos en aquel breve momento, como si testeando las aguas—yo para ver si de verdad no pensaba atacarme y el probablemente controlando que no volviera a patearlo o escupirlo.

Apenas se había ido que ya me había abalanzado sobre la bolsa, mi cuerpo vivo saboreando aquellas papas saladas y la hamburguesa con esa deliciosa salsa especial que le daba siempre ese sabor de McDonalds. No debían de haber pasado ni diez minutos que ya me había terminado tanto las papas como la hamburguesa y hasta el vaso de coca.

Por fin, me dejé caer contra la pared, satisfecha como no lo había estado en mucho tiempo, sintiendo mi panza hinchada trabajar contenta. Quise permanecer así, aunque sea por unos pocos minutos. Sin pensar en Falcon ni papá, ni el hecho de que estaba prisionera con el Animal como mi carcelero. Había sufrido tanto, que fue como si me desconectara, del dolor y el sufrimiento. Ahora, sólo disfrutaría de aquella buena comida, concentrándome en mi respiración relajada y tratando de paliar el nauseabundo efecto de saciedad que me estaba causando haber comido todo tan rápido.

Pero no llevó mucho tiempo para que tuviera que volver a la realidad.

En todos estos días no me había dado cuenta, presa del terror como había estado y sufriendo la muerte de mi familia, pero hacía días que no iba al baño. Al no haber bebido ni comida nada— y lo último que había ingerido lo había vomitado en el auto cuando Animal me trajo aquí— en todo este tiempo no había tenido necesidad siquiera de usarlo.

Hasta ahora.

Era como si con la comida, mi cuerpo hubiera cobrado vida de repente y comenzara a funcionar a toda velocidad, haciendo todo lo que no había logrado hacer todo este tiempo. De repente mi vejiga se llenó dolorosamente y con la comida en mi estomago haciendo presión, me encontré cruzándome de piernas para no tener un accidente.

Contemplé mis opciones, las cuales no eran muchas. O le pedía al Animal que me llevara al baño o esperaba hasta que lo inevitable pasara. Sin embargo, no tenia ningún deseo de hacerme encima pero... ¿llamar al Animal?

Tal vez esto es lo que quiere.

Tal vez si lo llamo me ignorará y me dejará para que me consuma en mi inmundicia. Tal vez... pero recuerdo cuando vomité en su auto, como me limpió con su remera. Puede que le estuviera dando mucho crédito, pero no creía que me dejaría ensuciarme.

Además, estaba en su habitación y no me imagino que a un sujeto como él le guste limpiar desperdicios ajenos. Yo había cambiado pañales por cinco años, los accidentes pasaban y sabía que el olor a orina no era fácil de quitar.

Finalmente, mi cuerpo no podía soportar tantas elucubraciones y decidí arriesgarme.

—O...¡Oye!

Animal (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora