Capítulo 10: Tregua

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—Gavin,—advirtió el Animal desde el pasillo, su voz severa—cuidado con lo que piensas.

Permanecí inmóvil, con el cepillo alzado en mi mano derecha y la toalla húmeda en mi izquierda, apretada contra mi cuerpo observándome cara a cara con el Hermano. Mi expresión de terror debía de ser inconfundible.

—La tenías aquí,—murmuró incrédulo, sus ojos recorriendome, examinándome, pero sus palabras estaban claramente dirigidas al Animal, yo bien podría haber sido un bicho— todo este tiempo tú...—una expresión oscura pasó por su rostro y antes de poder siquiera descifrar su significado, él me tiró del cabello haciéndome gritar y de una sola vuelta se había colocado detrás de mí.

Sentí el frío de la navaja mordiéndome la piel aunque no pudiera verla y pude sentir como la sangre comenzó a fluir.

—Voy a salir vivo de aquí—amenazó el Hermano y con cada palabra sentía como se movía el acero contra mi cuello.

—Nadie dijo que no iba a ser así,—respondió el Animal, de manera calmada. A través de mi terror, podía verlo aún allí en el pasillo, sus ojos fijos en su Hermano y sus manos alzadas de manera complaciente, tratando de calmarlo.

Fue un paso, tan sólo uno el que el Animal hizo en nuestra dirección y que causó que el Hermano me apretara más contra él, su brazo derecho cruzando mi pecho y el izquierdo tirando de mi cabello mojado, exponiendo mi cuello ante la navaja.

—Por favor...—supliqué, lágrimas mojando mis ojos. No podía pensar, no podía hacer nada más que sentir aquella cuchilla clavándose más y más en mi piel. Un sólo movimiento de su muñeca y bien podría abrirme la garganta en un tajo. No podía siquiera respirar, puesto que cada movimiento de mi cuello implicaba un corte más.

Pero el Hermano hizo oídos sordos a mi suplica. Él tan solo tenía ojos para el Animal, quien se había detenido en el umbral del baño, su rostro tan ilegible como siempre.

—Fuiste tu, ¿verdad?—Cuestionó el Hermano—Maldita sea fuiste tú quien nos robó y te aliaste con esta puta.

Giró la cuchilla entonces y grité, más sangre caía por mi garganta hacia mi pecho y estaba segura de que cada aliento sería el último.

—No, tan sólo me la traje para que me dijera donde estaba la droga,—le aseguró— ¿de acuerdo Gavin?

Pero Gavin no quería escuchar.

—Debí de haber creído a Ethan pero pensé...—sacudió la cabeza, como si reacomodando sus ideas— quise venir aquí a hablar contigo porque creí que sólo necesitabas razonar... pero Ethan tenía razón, todo esto es tu culpa. ¡Tuya, tu maldita culpa!

—Mira, no se que es lo que te dijo...

—¡Me dijo lo suficiente!—Gritó el Hermano y podía ver la mandíbula del Animal tensándose en frustración, sus ojos calculando su próximo movimiento.—Ahora me vas a dejar salir de aquí vivo o le abro el cogote.—Y anguló la navaja para más énfasis.

—Está bien, tranquilo— el Animal asintió y dio un paso atrás..

—No, vete para allá. Para la otra puerta... ¡Pero ahí te quedas!

El Animal obedeció y caminando lentamente hacia atrás y sin quitarnos los ojos de encima, llegó hasta la puerta de la cocina.

Pasaron unos terribles segundos de silencios. Segundos que medí con cada pesado latido de mi corazón hasta que sentí como el Hermano me empujaba por detrás y dimos un paso y luego otro. Avanzábamos lentamente, recorriendo el corto trayecto hasta la puerta, que en ese momento se me hizo eterno. Sin embargo, me di cuenta que, mientras más avanzábamos, más comenzaba a temblar mi atacante. Lo sentía detrás de mí, su respiración entrecortada y su corazón acelerado contra el mío.

Animal (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora