CAPÍTULO 38: Una mentirita blanca.

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Sabía que haberle contado la verdad a Frank había sido lo correcto. Se lo merecía. Pero de alguna manera no había pensado en las consecuencias, no había pensado en como me haría sentir. Le había arrebatado a Frank la felicidad, a propósito y con eso me llené de culpa. No importaba cuanto amaba a Grace, verla era el permanente recuerdo de lo que había hecho. No era justo que yo tuviese todo para ser feliz si había cometido un crimen tan horroroso. Yo no merecía la felicidad, no me merecía a Grace, no merecía nada. Absolutamente nada.

A pesar de que tenía unas inmensas ganas de hablar con Frank, de rogarle perdón, de redimirme de alguna manera, la vergüenza evitaba que pudiese hacer cualquier contacto con él. Era una excusa de ser humano, no podía mirarlo a la cara. ¿Qué podía hacer para que me perdonara? ¿Qué? ¿Qué podía hacer para merecer la felicidad que solo podía encontrar con Grace?

Busqué consejo y consuelo en mi hermano y Lucy. Un viernes me junté con ellos a la hora de almuerzo para contarles qué había pasado. Me miraron de la misma manera que Grace lo hacía: lástima, pena. Ya no soportaba que me miraran así, no soportaba que sintieran pena por mí. Conmigo era suficiente. Esa tarde tenía que ver a Grace para el taller de maternidad, pero sinceramente no quise ver a nadie, no podía ver a nadie, quería borrarme. Mi hermano y Lucy me decían que le diera tiempo al tiempo, que las cosas se solucionarían. Que algún día volvería a sentirme... completo. Pero ya no lo aguantaba más.

Fui a un bar. Había intentado evitar beber hasta borrarme desde aquel día que desaparecí y Grace tuvo que casi que cargarme al departamento, pero ya no lo podía aguantar más, quería desaparecer. De un momento a otro me llegó un mensaje de Candace: "Estaba pensando en ti. Lamento lo que ocurrió en tu cumpleaños, Gerard... ¿qué dices si nos tomamos algo y pasamos un buen rato? Tranquilo, solo conversar, lo prometo.". ¿Qué era lo peor que podía pasar? Le respondí que ya había comenzado sin ella, le di el nombre del bar y en media hora la cabeza rubia de Candace se asomaba entre la gente, buscándome.

Le conté todo. Le dije lo que había pasado, pero en lugar de mirarme con lástima, Candace me ofreció otra cosa, me ofreció su tiempo y, para que negarlo, diversión. Bebí con ella, recordé antiguos tiempos, nos reímos... mis mejillas se sentían tensas al reírme con ella, sentía que hace mucho no me reía.

—¿Y Grace?—Preguntó de repente y la angustia volvió a recorrer mi cuerpo. Hace un momento le había apagado el celular, no quería escucharla, no quería verla.

—Grace intenta e intenta que lo nuestro funcione.

—O sea que están juntos de nuevo.—Asentí mientras bebía del vaso.—¿Gerard?

—Dime.

—¿La amas mucho?—La miré y volví a asentir.

—Grace es el gran amor de mi vida. Como de esos que solo pillas en los libros, en aquellos antiguos, donde la gente se desgarra por amor, muere por amor.

—¿Y como está ella?—Preguntó y bajé la mirada.

—Destrozada. No soy capaz de hacerla feliz.

—Gerard, ella está embarazada. Mira, sé que he sido bien antipática con esta Grace, porque... bueno, soy tu ex, es como mi trabajo. Pero con el embarazo y todo... no deberías estar estresándola.

—Lo mejor es que esté sin mí.

—No digo eso... pero viéndote así...

Grace estaba mejor sin mí. Era la verdad...

Cuando entré al departamento, ebrio, y la primera imagen que vi fue a Frank abrazándola y consolándola... primero me paralicé. Frank estaba ahí, mi amigo, mi amigo estaba en ese departamento consolando a mi novia que no hacía más que llorar.

Running in CirclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora