U N O

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Estaba durmiendo, muchas imágenes empezaban a cruzar en mi mente, apreté los ojos más fuertes y desperté.

La alarma del reloj sonaba y provocaba una punzada a los lados de mi cabeza. Aprieto los ojos, cuando los abro estos entran en contacto con la fuerte luz que viene de la ventana.

Gruño y estiro mi brazo para apagar el maldito sonido de la alarma. Cuando dejo de oírlo vuelvo a observarlo, ya eran casi las doce del medio día, el insomnio con el que vivo desde casi siempre no me deja dormir, ni en las noches, ni por las madrugadas, sólo podía dormir algunas siesta y cualquier ruido podía levantarme, hasta el más mínimo.

Me levanté vagamente para desayunar, o más bien almorzar. El nuevo trabajo que había conseguido luego de terminar mi pasantía me tenía estresado, más de lo que me tenía mi padre, ese imbécil, que lo único que hace es criticar lo que hago, es una suerte que nuestros horarios fuesen cruzados, él desde la mañana hasta casi toda la tarde, y yo en las noches.

Cuando me adentré a la cocina, busque un plato y el cereal. Esto era básicamente lo único que consumía, eso y mucho café. Me senté para ingerir lo que había echado en el plato.

Luego de eso, tomé otra siesta. Me volví a levantar a las cinco, tomé una ducha y lavé mis dientes. Mi turno comenzaba a las siete y acababa a las dos de la madrugada en el único hospital de Shadow Hollow.

Fue difícil graduarme como médico psiquiatra, ya que tuve que alejarme de mis padres y mi hermana. En el transcurso que pasó mi madre falleció, y luego de un año mi hermana, y la relación con mi padre empeoró con los años. Pero adelanté muchas asignaturas, lo que me ayudó a graduarme en tan sólo ocho años. A mis veinticuatro años me había terminado de formar como profesional, realicé mis prácticas y pasantías. Pude quedarme en Vancouver, pero decidí mantenerme en Shadow Hollow, un pueblo que se encontraba entre la ciudad de Nonavut y los Territorios del Noreste. Donde siempre hacia un frío de mierda, pero me daba una tranquilidad que me mantiene estable.

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Tome mi bata y salí de casa. Afuera ya era de noche, el cielo oscuro con escasas estrellas, podía apreciarse el vaho salir de las bocas de las personas que transitaban por las calles. No necesitaba el auto ya que el hospital no se encontraba tan lejos, y a mí no me molestaba para nada caminar.

La puntualidad era una de mis grandes virtudes, me considero como una persona bastante responsable, así que nunca había quejas sobre mi desempeño laboral. Cuando llegué al centro proseguí con mi trabajo. En lo que transcurrió la noche trate sólo con tres pacientes, dos que ya eran frecuentes y otro que era nuevo; todos con distintos problemas, con los cuales yo tenía que tratar y solucionar.

No conocía a nadie, porque en lo que constaba para mi, el término "conocer" sólo aplicaba cuando sabías más que su nombre, o las cosas básicas como donde vivía, su familia, etc. Sabía los nombres de casi todos los del pueblo, sí, pero no los conocía, ni ellos a mi, sólo los saludaba si ellos lo hacían, por educación, ya que en lo que para mi constaba su existencia y presencia eran irrelevantes.

Cuando acabó mi turno me dirigí a casa. Al llegar encontré a papá en la cocina con una botella de licor en sus manos, la cual no pude distinguir

- ¿Qué pasa? ¿Ya aceptaste que eres un fracasado padre?- me burlé al ver el estado deprimente en el que se hallaba.

-¡Tu cállate pequeño imbécil! ¡¿Te crees más que yo, sólo por ser lo que eres, un "Doctor"?!... Pero para mí no eres nada - dijo en tono seco, lo que provocó que me tensara

-¿Y qué si me creo más que tú? ¿Qué tiene de malo? Lo soy y no me da vergüenza admitirlo, el que tú te sientas miserable con tu día a día no es mi problema- hablé de forma rápida y cortante, mientras él me observaba con desprecio.

-Tú tienes la culpa de todo lo malo que me sucede - intento levantarse de donde se encontraba sentado, pero en un tambaleo tropezó cayó al suelo, sentado.

-Claro, échame la culpa de todo, es lo único para lo que era bueno- dije con sarcasmo, lo observe de donde estaba parado con seriedad.

-¡Por tu culpa, tu madre no está acá!... ¡Por tu culpa tu hermana murió!... ¡¡Todos mis problemas vinieron desde que tu naciste!! - logró levantarse y me apunto con su mano libre, tratando de darle un poco más de severidad a sus conjeturas.

-¿Mi culpa? - levante mis cejas en par -Alice murió porque tu venías contestando tus malditas llamadas, de tu maldito trabajo mientras conducías - me di la vuelta mirando hacia otro punto -Ni si quiera fijaste el cinturón de seguridad... ¡¿Porque no aceptas de una vez la culpa?! ¡¡Deja de querer echarle tu porquería a alguien más!!.

-Recuerdo muy bien que estaba por contestar tu llamada antes de chocar, así que la culpa es tanto mía como tuya -habló en un tono bajo, mientras iba y venía en un pequeño balanceo.

-Claro, sigue buscando excusas papá, yo no tengo la culpa de tus irresponsabilidades. Así que deja beber cada que puedes, para ahogar la culpa que tienes, sólo te ves más patético de lo que ya eres - hubo un silencio por parte de ambos durante unos minutos, creí que ya había acabado de echarme la culpa de sus errores, pero cuando ya estaba por subir a mi habitación volvió a hablar.

-Y lo de tu madre... ¿Igual dirás que fue mi culpa? - me detuve y todo mi cuerpo a tenso, y la ira nubló mi mente. Me acerqué bruscamente a él y lo levante del suelo de un tirón.

-Di lo que quieras... Sabes que nuca fue, es, ni será cierto, lo de mamá ¡nunca! fue mi culpa... ¿Entiendes? - solté de forma seca, apretando más la agarré, él sólo se rió y negó con la cabeza.

-Golpéame si quieres ¡Vamos! ¡Que el "Doctor" se ensucie las manos!... ¿Te las ensuciarás más de lo que ya las tienes? No lo creo. En el fondo sabes perfectamente que lo de tu madre fue en gran parte tu culpa, por no decir toda - listo lo último me hizo explotar, estaba a punto de chocar mi puño contra su rostro, pero algo me detuvo, mi vista se nubló y caí inconsciente. Él me rompió la botella de licor en la cabeza.

La Ironía Del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora