S I E T E

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-Sabes necesito hospedarme en algún lugar…

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-Sabes necesito hospedarme en algún lugar…

-¿Y en serio crees que yo soy la mejor opción? -dije algo sarcástico.

-No… pero es urgente. Si quieres puedo ayudarte a pagar las facturas de gastos, llenar el almacén, te puedo conseguir una cita... Recuerdas a Cecilie en Vancouver, aún tengo su número. Así que, por favor, hasta si quieres yo me encargo de limpiar, seré tu cenicienta... -no lo deje que terminará con sus sugerencias.

-Esta bien Luzige… -solté un largo suspiro, estoy seguro de que luego me arrepentiría -¿Cuando vendrás?- se escuchó un grito de victoria al otro lado de la línea y sólo negué con la cabeza. Odiaba ese tipo de cosas.

-Dentro de una semana ¿Te parece bien? -dijo con emoción, volví a suspirar con cansancio.

-Si- terminó de agradecer y corté la llamada. Pase mi mano por mi cara. Esto sería una mala decisión, estoy seguro.

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Estaba revisando unos papeles cuando entró Ammdea a mi oficina, volteé los ojos con fastidio y estuve a punto de decirle que se fuera cuando habló

-Me dijeron que ayer ingresó una chica pelirroja que caminaba dormida por la calle -todo mi cuerpo se tensó, pero lo disimulé, inhalé hondo y la observé insufrible.

-No entiendo que tiene que ver ella con el hecho de que esté usted aquí en mi oficina Dra. Stonne -dije con toda la educación que pude, ella se cruzó de brazos y me dio una mirada gélida.

-Usted la atendió ayer... Estabas muy preocupado por la chica -hizo hincapié en el "muy", de forma insinuosa. Si bien la chica me llamaba la atención de una forma extraña, como doctor era mi deber velar por el bienestar de cada uno de los pacientes del hospital... O eso un día juré.

Me froté las sienes con molestia y la cerré los ojos, buscando algo de paciencia. Esa mujer hacia que perdiera la cordura que me quedaba.

-No entiendo las insinuaciones que hace respecto a la chica, no había nadie que pudiera verla en el momento y yo podía. Como doctor estoy lo suficientemente capacitado para hacer una revisión si no hay un doctor en el momento. Usted no estaba y el doctor que llegó tardó quince minutos en aparecer, si yo no hubiera hecho nada y si la chica hubiera estado mas grave, probablemente estuviera muerta o en UCI* porque nadie hacia nada, ni siquiera la enfermera que estaba ahí actuaba rápido.-

-Está bien Adán -apreté la mandíbula al escuchar cómo pronunciaba mi nombre.

-Llámame Dr. Morgan.

-¿Sigues enojado? -se inclinó un poco hacia mi, sabía que sus tontas insinuaciones era por esos absurdos celos. Como si ella y yo tuviéramos alguna relación.

-Si Dra. Stonne, sus insinuaciones son erróneas, no entiendo sus reclamos si usted y yo tenemos una relación enteramente laboral. Ahora, si me disculpa, tengo que seguir trabajando. -volví a revisar otros papeles como si ella no estuviera inclinándose frente a mi, con su pecho casi al descubierto.

La mujer resopló y salió de mi oficina de forma rápida, azotando la puerta. Me molestaba su actitud. En realidad me molestaba todo de ella.

Después de la sesión que tuve con un hombre de treinta y tantos, Belzhet entró a mi despacho como cada noche. Sin embargo se veía un poco mas enérgica que de costumbre, mas sonriente, menos decaída.

Se sentó frente a mi y soltó una risita antes de mirarme.

-Parece que alguien está de buen humor -dije en forma de broma y alegría mientras le regalaba una sonrisa. Ella asintió de forma frenética mientras seguía soltando risitas -¿Se puede saber la razón?-

-De hecho, vine a contarle sobre todo eso. Es algo demasiado genial, es lo único bueno que me ha pasado en este tiempo, además de que llevo días tomando café o algún batido cada vez que me da ansiedad, hoy en la mañana un chico con el que hablaba de ves en cuando me pidió salir con él. Habíamos tenido una o dos citas y lo conozco de hace dos años, pero nunca imaginé que se fijaría en mi... ¡¡EN MI!!. ¡Oh, Dios mio! Doctor Adam, ese chico tan lindo se fijó en mi, una adolescente que tiene que venir  al psiquiatra por problemas de narcóticos. - hablaba de forma rápida y emocionada, era bastante notorio su pequeño cambio

Sonreí porque estaba feliz de que se sintiera bien, pero torcí el gesto por algunas razones.

Primero: no se cuantas veces tendría que decirle que mi jodido nombre era Adán y no Adam.

Dos: ella estaba lo suficientemente frágil como para decaer si ese chico jugaba con ella sentimentalmente.

Así que como yo era su doctor y ella mi paciente, debía preocuparme por su bienestar.

-Me alegra mucho escuchar todo eso, es bueno que aprendas a sustituir y tomar medidas para controlar la ansiedad, lo que te voy a recordar es que tampoco debes hacerte dependiente de ello también. Por otro lado, es bueno que tu familia y tus amigos te apoyen, se que tu papá está alegre de que vengas y que vea los cambios positivos que has tenido. Pero te recuerdo que sigues muy delicada y no debes de confiarte tan rápido. Como tu doctor me preocupa que cualquier cosa o persona te haga recaer de nuevo.

-Pero es que es un chico muy lindo Doctor, él me ha apoyado en esto desde que entré a consultas con usted, al igual que mi padre. Y no me dejó sola cuando comencé con la adicción, como todo el mundo. Él se quedó para ayudarme y es especial para mi. De verdad lo quiero mucho.

No dije nada, sólo asentí.

Medité un poco y luego decidí hablar.

-¿Y cómo se llama aquel joven?

-Dismman Griceo H.

Sabía quién era, nunca lo había visto, pero era fácil saber de él por ser familia del alcande, el señor Samael Griceo Jalbhat. Según lo que sabía por los chismes de las enfermeras, era un joven atractivo, mujeriego y mimado.

Suspiré y apoyé mis codos en la mesa, la observé y negué lentamente.

-Belzeth, debes tener mucho cuidado de todas formas ¿Vale? Recuerda que no solo está en juego tu salud física, sino que también la está la mental. Así que debes tener precauciones.

-Lo sé, no lo olvidaré Doctor Adam. -habló, aún sonriente. Hice una mueca al escuchar como pronunciaba mal mi nombre, tal vez nunca lograría que lo pronunciara bien.

Treinta minutos después, la jovencita salió de mi consultorio.

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Antes de ir a mi auto, cuando terminó mi turno, pasé por emergencias y hablé con la chica del mostrador.

-Buenas noches, soy el doctor Adán Morgan. Ayer fue internada una chica pelirroja, como de unos veinte o veintitrés ¿Cómo se encuentra?

-Buenas noches Dr.Morgan, si la chica está bien, solo algunos pequeños hematomas. Le dieron de alta en la tarde.

Sentí una pequeña punzada en mi pecho, guardaba la esperanza de verla y saludarla, pero después de unos segundos me pareció algo estúpido.

-Muchas gracias. -me despedí de forma cortés y subí a mi auto.

Al llegar a mi departamento tomé una ducha y me senté al lado de la ventana, esperando ver a la chica de cabellera rojiza que me tenía hipnotizado. Pero nunca apareció.

La Ironía Del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora