O C H O

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Me sentí algo frustrado por el hecho de que habían pasado tres noches sin que la chica apareciera, sabía que lo más lógico era que estuviera guardando reposo por sus heridas y que probablemente la otra chica esté mas pendiente de ella para que no ...

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Me sentí algo frustrado por el hecho de que habían pasado tres noches sin que la chica apareciera, sabía que lo más lógico era que estuviera guardando reposo por sus heridas y que probablemente la otra chica esté mas pendiente de ella para que no vuelva a hacerse daño.

Sin embargo no pude evitar sentirme ansioso, caminaba por todo mi departamento una y otra vez esperando a que saliera. Comencé a cuestionar mi cordura en cierto punto y me acosté en mi cama frustrado por no ver a una chica que ni siquiera había dirigido palabra conmigo. Me sentí irracional, como un adolescente hormonal que se ilusionaba con sólo ver a una chica bonita. Sonaba enteramente ridículo.

Cuando se hicieron las cuatro noches, decidí tratar de olvidar aquello, no era posible que me desviviera por cosas que no interesaban tanto. Así que tomé un baño y salí temprano al pueblo para comprar algunas cosas que ya me hacían falta.

El supermercado estaba vacío, por un problema del cual no era conciente, por lo que entré y salí con rapidez. Luego conduje sin rumbo alguno hasta que vi cojeando a una silueta de cabellera rojiza por la acera, con un abrigo y pantalones negros; menejé mas lento y noté que cargaba una cámara guindando del cuello. Sonreí al verla, caminaba con algo de dificultad, pero su postura y cara neutra indicaban que no le importaba tanto el dolor o las molestias ocasionadas por los golpes, como lo que necesitaba hacer.

Una idea llegó a mi mente como un rayo y reduje la velocidad hasta que estuve a su paso. Miró de forma extraña y odiosa a mi ventana, la bajé y saqué un poco mi cabeza para hablarle, pero ella rodó los ojos y bufó. Tenía un pequeño y casi invisible hematoma en el pómulo derecho.

Se acercó a mi y frunció los labios con desagrado.

-No amigo, no estoy libre. No tengo novio pero lo hombres están fuera de mi radar por ahora y no te daré mi número. No quiero un café, ni tu número, ni una salida, película o producto. No, no soy de aquí y no te diré de donde vengo. Así que puedes subir tu ventana, de tu mediocre auto y largarte. -habló de forma rápida, insufrible, determinada. Estaba cautivado por esa mujer.

Tragué grueso y adelanté un poco mas el auto al ver que siguió caminando.

Aclaré mi garganta antes de hablar, la pelirroja volvió a observarme con desaprobación

-No quiero saber si estás libre, tampoco me interesa tener una relación amorosa o carnal, no te pediré tu número y tampoco te daré el mío, no te invitaré a un café, ni a ninguna salida, película o extraño producto que venden las personas que están de paso. No me interesa si eres de aquí o no. -hice una pausa y luego continué- Lo que venía a ofrecerte era llevarte hasta el lugar al que te digirías, no me interesa nada de lo antes mencionado. No te llevaré a mi departamento o te ofreceré mas que esto. Tu decides.-

Hablé todo al igual que lo hizo ella: rápido, desafiante, determinado. La pelirroja elevó un poco su comisura derecha, en una sonrisa burlona y bufó. Rodeó el auto y abrió la puerta del copiloto sin decir nada, apreté el volante e inhalé hondo. Esperé a que dijera algo pero solo se quedó en silencio y con los brazos cruzados.

Decidí arrancar e ir manejando hasta que ella decidiera hablar, ya tenía quince minutos manejando en círculos, esperando a que la pelirroja dijera algo. Ella solo revisaba cosas en su cámara y apuntaba en la ventana de vez en cuando.

Cuando estuve a punto de preguntarle hacia donde tenía que dejarla, ya que debía ir al departamento a comer y a dormir algo antes de ir al trabajo, la pelirroja habló.

-Dejame en frente de la florería que tiene dibujado unos tulipanes en la puerta.

Conocía esa florería, quedaba a pocas cuadras de donde ella vivía y donde quedaba mi departamento. Aceleré y llegué de forma rápida a su destino, me detuve justo al frente, miré a la chica esperando a que dijera algo pero se quedó viendo al frente unos instantes, como si estuviera pérdida en su propio mundo. Luego parpadeó un par de veces y me observó como antes: con desagrado.

-Bien, muchas gracias. Espero y esto no se vuelva a repetir, no te diré mi nombre ahora, ni nunca... Y no, no somos ni seremos amigos.-

Y así como se subió a mi auto, también se bajó. No dijo nada luego de eso y solo siguió caminando sin detenerse o voltear a mirarme. Suspiré y di vuelta, para dirigirme a mi departamento.

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Desperté susado y temblando, vi la hora en mi celular, eran las cinco y treinta y dos. Me froté la cara, otra pesadilla, no eran tan constantes, pero eran muy fuertes y vividas.

Me incorporé sin ganas y entré al baño para darme una ducha. Salí de forma rápida y me arreglé para no llegar tarde, subí a mi auto con algunas cosas que debía llevar y fui al hospital.

Como siempre, eran noches tranquilas, sin muchos pacientes. Solo Belzeth y tres pacientes mas que no eran tan constantes. El resto del tiempo libre lo dediqué a revisar papeles, leer informes y firmar permisos. Leí también que una chica iba a ser transferida de un pueblo cercano y que dentro de dos meses tendríamos consulta, el diagnóstico que estaba en su informe era bastante peculiar, pero no le di tanta importancia en el momento.

Antes de salir debía entregarle unas cosas a Ammdea, torcí el gesto antes de salir, odiaba dirigir palabra con ella, hasta un saludo volvia mi humor mas peor de lo que solia ser y no podía aguantar su presencia. Era insoportable.

Cuando estuve frente a la puerta de su oficina no abrí porque escuché pequeños ruidos del interior, algunos gemidos ahogados. Cerré los ojos e hice un gesto de asco, estuve a punto de darme la vuelta, imaginé que estaría masturbándose y no quería seguir presenciando aquello, pero escuché otra voz.

- Oh, mierda! -en un tono bajo y ronco, era la voz de un hombre.

-Ah... N-no entiendo qué haces con esa niña si siempre vienes a follarme a mi -entre cerré los ojos, no me sentía orgulloso de escuchar conversaciones ajenas y mucho menos luego de saber que acababan de tener sexo.

-No lo entenderías.

-¡Ja! ¿En serio me vas a decir que estás enamorado de esa niña adicta? -habló en un tono burlón.

Abrí los ojos, sorprendido.

¿Qué carajo estaba escuchando?

-No tienes derecho de llamarla así Ammdea, así que callate. Tú solo eres con la que tengo sexo, Bel es más especial que tú. -habló en un tono fuerte y molestó, en seguida imaginé el personaje.

-No me digas... -siguió la mujer en burla- Si fuera tan especial no vendrías a devorarme con tanto deseo Griceo, así que ahorrate tu soliloquio de hombre enamorado hipócrita.

Si, la persona que estaba adentro era el hijo del alcalde. No quería escuchar más, había oído suficiente, así que me di la vuelta.

Me sentí algo mal por Belzeth, esa niña se veía muy feliz cuando hablaba sobre ese chico. Así que saber que estaba allí y que Belzeth no estaba enterada de nada, iba a ser perjudicial para su progreso.

Decidí no entregar los papeles ese día y me fui, tratando de olvidar lo que no debí haber escuchado.

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La Ironía Del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora