D I E Z

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-¿Cuándo admitirás que en el fondo te agrado?- gritó desde la cocina

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-¿Cuándo admitirás que en el fondo te agrado?- gritó desde la cocina. Me encaminé a ésta, necesitaba comer algo antes de salir. Cuando entré, Luzige se encontraba con un puñado de cereal en la boca y bebiendo leche de la botella. Lo miré con asco.

-¿Sabes que existen los tazones? - se quedó quieto, observando como un niño que acababa de ser pillado en algo malo. Y volvió a tomar leche de la botella- ¡Joder que asco!  Consigue tu propia comida Luzige... Demonios, es asqueroso -escuché como se reía y pedía disculpas con la boca llena de cereal y leche.

-Do Guiento, bo empontré  un tabón -fruncí el ceño y volví a verlo con asco.

-¡¿Es en serio!? -seguía hablando y no entendía lo que decía- ¡¡Traga primero bestia!! - Torcí el gesto al ver que se  estaba derramando la leche de su boca- No, esto es demasiado...  Limpias lo que acabas de hacer, volveré en unas horas. Joder que asco- tomé las llaves y salí del departamento.

Hace dos días que Luzige había llegado y lo único que hacía era comerse lo que había en el almacén y contar malos chistes. No salía del lugar, se quedaba allí molestando y haciendo desorden a su alrededor. Ya comenzaba a lamentar haber aceptado que se quedara.

Me encontraba conduciendo al mismo lugar. Me dirigía a este casi todas las tarde. Trataba de acercarme a la pelirroja, quien siempre se encontraba allí tomando fotografías. Trataba de conversar con ella, conocerla, pero siempre que lo hacía ella sólo ignoraba mi presencia y se alejaba o contestaba de forma indiferente.

Pero yo aún seguía insistiendo, en serio quería conocerla, había algo en ella que me tenía como un estúpido baboso, algo en ella me intrigaba, abstraía y me volvía un persona curiosa hacia su presencia.

Bajé del auto y me dirigí a la plaza central del pueblo. Y como esperaba ella se encontraba ahí, ajustando el lente de su cámara. Estaba seguro de que aquello que hacía era algo más que un hobbit. Cuando se percató de mi presencia hizo un gesto de disgusto y se dio la vuelta para irse. Pero esta vez no dejaría que se escapara.

-¡Espera! - grité y se detuvo a unos metros, troté un poco para acercarme mas rápido.

-Sabes... Pareces un pervertido acosador. Ya te dije que no estoy interesada. Así que, con permiso -volteó sobre su mismo eje y estaba por irse, pero la detuve del brazo antes.

-Y yo te había dicho que tampoco lo estaba, no es así -la observé desafiante y proseguí-: Solo quería mostrarte un lugar que estoy seguro que gustará fotografiar

-Te dije que no se repetiría. Y no se repetirá -finalizó, pero seguí insistiendo.

-Pero a mi no me dejaste responder aquella tarde. Sólo quiero mostrarte aquel lugar. No pienso secuestrarte para que desarrolles estocolmo- dije lo último con un tono de burla y ella elevó un poco la comisura de sus labios. Casi le robó una sonrisa

La Ironía Del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora