Capítulo 17. - Juliana se vuelve un monstruo.

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Natalia:

Makis estaba a punto de ser lanzada por el balcón, Juliana estaba con el torso desnudo, apretando con fuerza el cuello de la que era mi novia y yo, yo estaba en un completo estado de catatonia; los sonidos me parecían lentos, los movimientos me parecían perezosos y mis extremidades parecían adormecidas. Tenía que hacer algo, tenía que impedir que Makis fuera lanzada como un saco de patatas y tenía que impedir que el instinto asesino de Juliana se desarrollara más allá de eso, de un simple instinto.

—¡Juliana! — Tomé su brazo con brusquedad. — Suéltala, la estás dañando.

Ella se soltó de mi agarre para volver a apretar el cuello de Makis. — ¿Tanto te duele que toque a tu amante? ¿¡Ehh? — Miré a Makis con horror, se estaba poniendo morada. — ¡Debería matarla por atreverse a tocar lo que es mío!

Esta vez me acerqué temerosa, cuidadosa. — Juliana, por favor. — Para mi suerte, ella fue cediendo su agarre poco a poco. — No le sigas haciendo daño. — Ni siquiera había sido consciente de las lágrimas que caían afanosas por mi rostro. — Ella...ella...ella no tiene la culpa de amarme.

Los ojos furiosos de Juliana aterrizaron en mí. — ¡Eres mía! — Bramó lanzándose sobre mi cuerpo. — ¡Mi esposa Natalia! — Sus manos se apretaron en mis brazos, arrancándome un gemido de dolor. — ¡No te puedes estar revolcando con cualquiera que se te cruce por delante!

Sus ojos estaban inundados por la locura extrema, sus sentidos estaban entorpecidos por el alcohol, su humanidad había sido apagada por un sentimiento absurdo de celos que ella no tenía derecho alguno a sentir. Es como si la vida obligada a la que ella me arrastró cobrara sentido en su torturada cabeza y terminara por crear una realidad alterna, donde se supone que yo debía ser fiel a ese amor que ya no sentía.

—Es mi novia. — Imploré.

Por primera vez, después de un largo, largo tiempo, sentí que mi piel ardía, que el escozor de mi cara era similar a un pequeño foco de fuego contra su mejilla. Juliana había impactado con fuerza su mano abierta contra mi cara, haciéndome retroceder un par de pasos ante el impacto y la sorpresa que le causaba ser golpeada una vez más.

No, no es que Juliana, de alguna manera la hubiese golpeado antes, por el contrario, ella me había salvado de muchas golpizas. No, mi resistencia a las golpizas de alto calibre radicaba en la brutalidad que desencadenaba mi padre cada vez que no lograba vender toda la mercancía, o cuando su madre, furiosa por sus faltas, descubría que estaba consumiendo más de lo que era la comisión de regalo que le daban luego de descubrir que era una adicta a la heroína.

Esa cachetada, ciertamente no era mucho para alguien que estaba acostumbrada a los golpe. No obstante, si era mucho cuando venía de una persona que creíste que era intachable en muchos sentidos, que te había salvado y cubierto con su capa de superheroína.

Juliana había dejado de ser una superheroína el día que se fue, ella se había hecho una villana cuando me había obligado a casarme y se había terminado por convertir en un monstruo ahora que me había levantado la mano.

—¡Hey! — Makis había recuperado la compostura y el aire. — ¡No le vuelves a poner una mano encima a mi mujer! — Vociferó.

Digamos que todo era lo suficientemente lento para mi mente aturdida, y solo pude ver como Makis se impulsaba para despegar sus pies del suelo para lanzar a una desequilibrada y borracha Juliana cayera sobre su espalda. Lo único que podía escuchar, era como la pequeña jadeaba cada vez que sus puños rabiosos chocaban con el rostro de morena.

Juliana hacía intentos vanos por detener ese ataque de ira puro, haciendo vanos intentos por retener sus escurridizos puños, pero finalmente siempre alcanzaban a impactar en su rostro. Sabía que no debía sentirme culpable, pero no quería que Makis se convirtiera en algo que no quera, no quería que ella se convirtiera en un monstruo por alguien como yo.

Adictiva - (Ventino) [Jutalia] [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora