La vida se había encargado de demostrarle a Natalia que cuando algo sale mal, nada va a hacer que las cosas se mejoren, y es por eso, que luego de haber hecho el amor con Makis se encontró de lleno con el rostro furioso de Juliana a los pies de su cama, con un vaso de un liquido ambarino entre sus manos.
—Hora de ir a casa Natalia.
Los ojos furioso de la morena aterrizaron en el cuerpo inerte de Makis a su lado y pareció ver el brillo asesino del mismo infierno en esos orbes avellana, pero todo pareció cobrar un sentido diferente cuando ella se puso de pie y caminó hacia la chica de cabellos azabache.
—No le hagas nada. — Suplicó cuando le vio mirando directamente el perfil en paz de Makis.
Juliana sonrió dejando de lado el vaso. — Ella tocó lo que es mío, eso no se hace princesa.
—Por favor, no le hagas nada. — Suplicó mientras su cerebro le daba ordenes a su cuerpo de despertar a la pequeña y correr lo más lejos que pudiera. — No le hagas nada, ella solo está metida en esto por mi culpa.
—Te lo advertí.
La castaña no pudo reaccionar, solo vio como una aguja se clavaba con delicadeza en el brazo de Makis, ni siquiera le dio el tiempo de desperezarse o espantar el sueño, volvió a quedar completamente adormilada cuando el sedante circuló por su sangre.
—¡¿Qué mierda haces aquí?! — Preguntó haciendo esfuerzos vanos por mantener los ojos abiertos. — ¡¿Qué...qué carajos me hiciste?!
—Vine por mi mujer.
—Natalia. — Dijo Makis cuando sus parpados se sintieron tan pesados que parecía imposible mantenerles abierto. — Te amo. — Volvió a decir buscando perdidamente los ojos te la castaña.
La muchacha comenzó a ver como los ojitos de la pequeña cedieron y finalmente se cerraron, entonces se dio cuenta de que había más personas en la habitación, resaltaban unos fuertes ojos color sol y unos gélidos ojos color cielo, dos de esos ojos estaban fijos en ella, quien hacía intentos vanos por cubrir su desnudez, el otro, estaba fijo en el cuerpo inerte de Makis.
—Déjame en paz. — Suplicó de manera quebrada.
Su ropa se vio arrojada con prepotencia sobre su cuerpo. — Vístete, nos vamos a casa Natalia, eres mi esposa y a mi lado es donde perteneces.
—Juliana. — Intentó apelas a su racionalidad.
—¡Vístete de una vez Afanador! — Gruñó con fuerza. — No te quedarás con ella, no estarás lejos de mí, así que no lo hagas más difícil y por tu bien y el de ella, toma tus cosas y vámonos a casa.
La castaña posó sus ojos en el cuerpo de Makis, captando la atención de cierta rubia. — Ve, yo me quedo a explicarle, pero no te quedes acá, no le hagas más daño con toda la mierda que arrastras.
Nadie podría culparla por tener una autoestima baja, tampoco podrían culparla jamás por haber creído esas palabras, porque de lo único que se podía culpar a Natalia era de su ingenuidad, de haber sido pisoteada toda su vida hasta el punto de creer que ella jamás merecería nada bueno. Ella lo creyó, creyó que solo destruiría a Makis, que el infierno venía aferrado a sus caderas y que lo único que le daría, sería sufrimiento, así que sin hacer más intentos por seguir ahí, tomo su ropa y se vistió bajo la atenta mirada de esas personas que la hacían sentir como un animal de circo más.
—Por favor, dile... dile que me perdone. — Le susurró a la rubia, quien sintió su pecho contraerse al imaginar que ella sería la encargada de decirle a Makis lo que había pasado.
La subida al carro no fue más sencilla, por lo menos, no para Natalia, pero si lo fue para Juliana, quien sentía que había triunfado, entrando en un extraño estado de euforia expandido por el sinnúmero de vasos de alcohol que habían sido ingerido para reunir el valor de ir a buscarla.
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Adictiva - (Ventino) [Jutalia] [Makia]
Fiksi PenggemarNatalia Afanador, joven adicta de las calles de Bogotá, proveniente de una familia que vivía de las drogas y de su consumo, la joven Afanador tuvo un gran amor, Juliana Pérez, una joven poderosa y adinerada , quien, al verse superada por las adiccio...