[Epílogo]Princesa de los ojos tristes

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Makis:

Tenía una extraña sensación desde que había dejado a Natalia en la cafetería; ella estaba extraña, casi al punto que me hizo dudar de muchas de las cosas que hizo en ese momento en que nos encontramos. Ella había asegurado en mil y un formas, que estaba bien, que lo que había pasado con Juliana no le afectaba de gran medida, pero aún así se veía extraña.

Por alguna razón sentía que ella estaba ocultando algo, y no es solo esa sensación de que ella estuviera rota o algo por el estilo, sino que era algo mucho más profundo, era como...como si se estuviera rindiendo frente a la simple idea de existir.

—¿Qué pasa, princesa? —Preguntó mi hermano dejándose caer sobre mi cuerpo. — Tu novia no dejó que la besaras.

—Estaba extraña.

—Makis, que no quiera tener sexo contigo no te da derecho a enojarte. — Lanzó entre risas. — Ella también tiene que estar cansada de tu apetito.

Lo golpeé con fuerza. — No me refería a eso, baboso. — Susurré de mala gana. — Solo...solo me dio la sensación de que estaba cansada.

—¿De ti? — Siguió con su broma.

Negué inconscientemente. — De la vida, estaba harta de todo.

—Quizás podrías llamarla. — Sugirió. — Así te quitas esa sensación mala de encima. — Luego me abrazó torpemente. — Esa chica te ama Makis, pude verlo con solo un encuentro. Estoy seguro de que si necesitara de alguien, tu serías la primera persona a la que ella recurriría.

Suspiré, era cierto. No podía dudar de Natalia en ningún aspecto, de hecho, había tenido el valor de decirme lo que le había hecho Juliana. Claramente había algo más que le molestaba, y quizás no quiso arruinar nuestro encuentro.

—La llamaré. — Susurré.

Mi hermano se levantó con calma, dándome una sonrisa que apenas reflejó la blancura de sus dientes. Me dejó en la habitación, completamente sola con esos sentimientos y esos recuerdos que me contrariaban entre la dulzura extrema de ese encuentro y de la amargura de su tristeza no revelada.

Flashback:

Ella seguía aferrada a mi rostro, como si el hecho de perder el contacto la terminara por destruir, o quizás la ayudase a derrumbarse de manera penosa. Y para ser sincera, yo tampoco me quería separarme de ella, me había hecho tanta falta.

—Lo siento. — Susurré sin querer. — Siento no poder protegerte de ella, no haber podido ayudarte a salir de ese tormento, lamento tanto no haber podido arrancarte de ese mundo.

Ella negaba con fuerza, aferrándose a mi cuerpo como si fuese a evitar que cualquier pequeña brisa lograse tumbarla de manera nefasta. Sentí una ligera humedad sobre mi hombro, advirtiéndome que ella estaba llorando, que soltaba esas lágrimas silenciosas que estrujaban su corazón.

—No es tu culpa. — Sollozó irremediablemente fuerte. — Es la mía, yo no supe como detenerlo.

—Tu nunca debiste pasar por esto. — Susurré contra su oído, acariciando con cuidado sus mejillas y el inicio de su cabello. — Vámonos, por favor. — Supliqué. — No importa donde sea, solo vámonos de acá, lejos de ella.

Con lentitud, su cuerpo fue cediendo a la presión, hasta que estuvo sentada en la silla, arrastrándome hasta su regazo para tenerme aún más cerca. Se quedó ahí, respirando pesadamente mientras se preocupaba de tomar el valor que le estaba fallando en este mismo momento.

—No puedo irme. — Respondió entre sollozos e hipidos avergonzados. —Yo...yo...yo

—¿Por qué no puedes, amor? —Susurré tomando su rostro con cuidado, clavando sus ojos en los míos. —¿Qué es lo que te impide huir conmigo?

Adictiva - (Ventino) [Jutalia] [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora