Capítulo 19. - El pasado condena y el corazón no resiste.

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Natalia:

08:00 de la mañana y yo ya estaba de pie frente al espejo apareciendo los moretones que habían comenzado a encontrar el desagradable color que simbolizaban la agresión. Mi espalda y mi cuello estaban coronados con uñas por los desagradables rasgúñanos y por las mordidas descuidadas que me recordaban lo que había pasado hace un par de noche.

Me metí bajo el agua caliente, suspirando ante las miles de agradables sensaciones que sentía cada vez que el agua tibia relajaba mi cuerpo. Lu único que rescataba de haber salido de la mugre de mis padres es que, al menos, tenía agua caliente para ducharme todas las mañanas y ya no me estaba enfrentando a las gélidas aguas que parecían ser un cuchillo hurgando en mis heridas.

Dejé mi mente en blanco y rogué porque esa pequeña voz de conciencia que gritaba "cuidado con tu corazón". Simplemente tenía que hundirla hasta que ya no tuviera deseos algunos de salir y para eso, mi mente debía estar en cualquier lado menos en esa noche, mucho menos en las dos reuniones del día de hoy.

Escuché los golpeas al otro lado de la puerta. — Está ocupado. — Alcé la voz de inmediato, sintiendo que mi cuerpo entraba en una especie de miedo evocado por los recuerdos. — No entres.

—Lo sé Natalia. — La voz de Juliana llegaba desde el otro lado, encogiéndome dolorosamente. — Necesito decirte algo. — Por favor, que no lo pida. — ¿Puedo...puedo entrar? Prometo no mirar.

—Estoy desnuda. — Respondí con rapidez. No sé porque demonios eso había sonado una buena excusa de persuasión. — Estoy...estoy en la ducha.

Un extraño sonido provino desde ella. — Por favor, no me hagas esto. — Susurró casi como si le doliera. — No crees esa imagen en mi cabeza. Sabes que te deseo.

—Yo...yo...yo. — Me apreté contra la pared cerca. —Por favor, no entres.

—Está bien. — Concedió como si le hubiese hecho daño con mi pedido. — Solo quiero avisarte que dejé un poco de dinero en efectivo y una tarjeta de crédito. — Susurraba con calma. — Quiero...quiero que la utilices Natalia, que compres cosas para ti, que...que lo disfrutes.

Me sentía insegura estando desnuda con ella al otro lado de la puerta, así que me envolví en una toalla, apretando lo más que podía el nudo para sentir esa seguridad de que ella no volvería a tocarme. Me deslicé hacia afuera, creyendo que ella se había ido luego de no recibir respuesta, pero solo me encontré con sus ojos iluminados al momento que puse un pie dentro de la habitación.

Quise irme de inmediato, pero ella no me dejó.

—¡Natalia! — De nuevo, mis pies se negaron a ser rebeldes y continuar caminado. — No te vayas. — Susurró casi sobre mi nuca. Sus brazos me rodearon suavemente, girándome de a poco para enfrentarme a sus ojos llenos de un no sé qué. — Déjame compensarte por lo que hice.

—¿Cuál de todas las cosas que hiciste? — Pregunté casi de manera inconsciente. — Juliana, déjame ir.

Sus manos tomaron mis mejillas y de nuevo me enfrentaron a esa mirada curiosa que no sabía cómo descifrar.

—Quisiera tener el valor para alejarme de ti. — Susurró pasando sus labios contra mi frente, bajando por mis mejillas y terminando en mis labios. — Pero no puedo, no puedo alejarme de ti. — Sus labios siguieron su recorrido hasta que estuvieron a ras de los míos. — Ya te perdí una vez y no creo ser capaz de poder sobrevivir a un día más si no te tengo. Intenté olvidarte...juro que intenté. — Su voz se quebraba, y no es que yo fuese insensible pero no podía sentir pena alguna por ella cuando mi cuerpo completo estaba tan tenso como una roca. — Pero casi morí de nostalgia y desolación. Era miserable por haberte abandonado, pero más miserable era por no tenerte, por hacerte daño; ansiaba tanto poder terminar los estudios para volver a verte, para decirte que te amaba, que lo sentía por haber sido una completa hija de puta; soñé cada noche con la manera en que te pediría matrimonio y te llevaría conmigo como una doncella de brillante armadura.

Adictiva - (Ventino) [Jutalia] [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora