Acepto

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 Era una noche lluviosa cuando el Conde regresó de su expedición en el extranjero. Luego de haber sido torturado por los Otomanos, para terminar gobernando Valaquia, ser capturado, liberado, para después de unos años retirarse ha vivir a Transilvania, - para entonces convertido en un estado independiente- nunca había anhelado tanto, regresar a ese lugar que tanta paz le traía; después de tantas guerras y enfrentamientos continuos por el poder. ¿Quién diría?, que un siglo después lo conocerian como Vlad Tepes, Vlad el empalador, por los escritores de la época. Con el correr de los años, - sin envejecer ni un día más desde el día en que conoció a ese misterioso hombre; de barriga prominente, optimismo desmedido, y torpeza sobrehumana. - sus proezas militares pasadas ya no le parecían lo más importante a la hora de ganar respeto y poder. El prestigio, la elegancia, el poder económico, eran de igual de satisfactorios. Aprendió mucho codeándose con nobles de toda clase, que afortunadamente para él, eran sus admiradores. Con un poco de labia y suerte, consiguió pasar como el hijo de Vladimir III, que era su verdadero nombre, hasta recibir el nombramiento de Conde por el emperador de Transilvania, recién electo ese mismo año, 1607, llamado Segismundo Rákóczi. Al que convenció de que lo llamara Vlad Masters I, o solo Vlad Masters. 

 _ Señor, _ llamó el cochero, mientras detenía abruptamente el carruaje. _ me disculpara, pero... hay un problema y no podremos avanzar por este camino. 

_ ¿Y cual es el problema? _ exclamó iracundo. Había pasado dos largos meses intentando convencer a los gobernantes de Hungría de dejarlo exportar su mercancía a sus tierras, solo para ser rechazado. Aún parecían bastantes sentidos de que su Estado ahora no fuera más una provincia suya. Suspiró exasperado, poniendo nervioso al hombre de sesenta años de edad que conducía. _ ¡Dilo ya!

_ Hay... un niño en mitad del camino. 

_ ¡Pues baja y quitalo del medio!

_ Pero señor...

_ ¡Ahora! _ ordenó haciendo que el hombre bajara casi tropezando del carruaje, y caminara en medio de la lluvia, y se acercara al muchacho que estaba hecho un ovillo en medio del empedrado camino. Estaba usando solo una camisa de color gris hecha jirones y unos pantalones cortos negros, pese al frío clima de Transilvania, que a veces ronda hasta bajo 0°, por suerte o desgracia, este no era el caso. El hombre, apiadandose del pobre chico, que no solo parecía estar muriéndose de frío, sino que parecía estar muy golpeado en varias zonas del cuerpo. Lo alzó entre sus brazos y lo cubrió con su abrigo mientras lo subía al carruaje, sin que su Señor lo supiera. Lo acomodó a su lado en la parte de adelante del carruaje, bajo el techo que este tenía para que el mismo no se mojara. Entonces, retomó la marcha. Si bien temía por la reacción que pudiera tener el Conde por osar subir a un extraño cualquiera a su carísimo carruaje sin su consentimiento, más temía por la vida de ese pobre niño, que pudiera haber sido su hijo, si él alguna vez se hubiera casado. _ ¡Velkan!, ¿que pasa ahora que te detuviste?

_ Disculpe, señor, pero debo ir al baño. _ dijo apenado, rascando su nuca, y con el corazón a mil. Vlad lo fulminó con la mirada, pero luego de calmarse asintió. _ Gracias, conde. _ Velkan sabía que si bien su señor era frío, distante, con un fuerte temperamento y sin mencionar su pasado, sabía que lo apreciaba mucho en el fondo. Una vez el hombre regresó a la parte de adelante del carruaje, tomó al niño y lo dejó en una pequeña casita abandonada, a solo un par de kilómetros del castillo, donde vivía antes de ser contratado por el  conde. Lo dejó en el suelo dentro de la casita, para protegerlo del frío y regresó con su señor, para llevarlo finalmente a su castillo. 

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 Había despertado en el piso de un lugar desconocido. Se sobresaltó al no saber dónde estaba, pero se percató de que ya no temblaba, tenía puesto un abrigo que no recordaba cómo había  llegado a parar a sus hombros. Intentó ponerse de pie, pero cayó debido a que su pie estaba muy lastimado, las costillas le dolían, y tenía mucha hambre. No había comido más que un solo pan que le ofrecieron en la capital, hace como una semana. Bebía agua todos los días de un pozo que había en el centro cerca de una panadería, para olvidar de que necesitaba comer algo sólido. Se sentó en el piso frío a ver que tan mal había quedado su pie, luego de haber corrido descalzo de ese grupo de chicos que lo habían estado molestado por su ropa, y por el hecho de ser huérfano. Con sus manos levantó su pie con cuidado y vio que tenía sangre fresca en la planta del pie, y estaba bastante sucia. Lo dejó cuidadosamente en el suelo y luego miró para todos lados , tratando de saber en donde estaba. Tuvo que gatear de un lado a otro para poder recorrer todo el pequeño lugar; estaba sucio, había insectos, pocos muebles picados en sus reposabrazos y respaldo, pero aún servían. El usó la poca fuerza que le quedaban en los brazos y se subió al sillón más cerca que tenía. Se hizo un ovillo en él para mantenerse en calor, y abrazó con fuerza el abrigo que aún llevaba en los hombros. 

Voy Amarte (Danny x Vlad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora