Capítulo 4

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César ingresó a su oficina sintiendo que su corbata le cortaba la respiración, necesitaba un buen trago y no podía beber en su trabajo a pesar de que tenía un mini bar para él

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César ingresó a su oficina sintiendo que su corbata le cortaba la respiración, necesitaba un buen trago y no podía beber en su trabajo a pesar de que tenía un mini bar para él. En pocos minutos se reuniría con el Senador para profundizar en la defensa, quedaban apenas dos semanas para la audiencia y los Martinelli los tenían entre la espada y la pared.

Su cabeza daba vueltas con los sucesos en el centro Savans, aquella joven lo contrarió con educación dejándolo sin palabras, pero estaba iracundo de tanta ira, no toleraba que le recomendara un vivero a su hijo.

¿Qué carajos podía hacer un vivero para que el niño se concentre en clase? Es que era un completa tontería, pareciera ser que para ella todo eran simples órdenes a los padres de sus consultantes y más nada. Se supone que el trabajo era suyo, era ella quien tenía que dar con soluciones, diagnósticos, no estúpidas sugerencias.

Aun no entendía cómo fue que se quedó callado. Su boca fue incapaz de ir contra aquellos mandatos.

La necesidad de calmarse era latente, en dos horas tendría que ir por Maximiliano y estar pronto para otra batalla que quisiera darle esa mujer.

—César, es temprano hombre —reprendió Dominic al abrir la puerta —. ¿Y ahora qué ha pasado? —preguntó tomando asiento en el sofá de cuero marrón.

—Un vivero...un maldito vivero —refutó casi que escupiendo cada palabra.

Dominic frunció su ceño sin entender.

—¿Plantarás árboles?

—Pero es que...—apretó su puño sobre su escritorio, estaba de pie porque su cuerpo no soportaba la quietud en esos momentos.

—Venga, suéltalo de una vez —insistió disfrutando de aquella conducta, era tan atípico que sabía que algo fuera de los negocios lo traía trastornando.

—¿Puedes creer que la psicóloga me ha dicho que fabrique un vivero en mi casa? —cuestionó. Sonaba incluso más estúpido cuando lo decía en voz alta.

Su amigo carcajeó tirando su cabeza hacia atrás.

—Y por eso estás haciendo todo este lío —negó con su cabeza sonriente.

—Quería resultados, que me dijera que es lo que tiene Maximiliano y ni siquiera me ha escuchado cuando dije que estaba al día con las anotaciones en el cuaderno de clases... ¡Ah! También me ha rezongado porque no revisaba las notas que enviaba la maestra —recordó irritado causando que Dominic reprimiera una risa.

—¿Qué decían las notas?

—Max no estaba cumpliendo con las tareas y no deja de distraerse en clase.

—Entonces te ha hecho un favor, parece que fuera tu asistente, pero en este caso sobre la vida de tu hijo —señaló mofándose.

—La vida de mi hijo me compete solo a mí, no es quien para darme órdenes y por otro lado tampoco tendría que revisar el cuaderno de Max —advirtió doblando las mangas de su camisa hasta sus codos —. Es que si vieras como me lo decía. Estoy convencido que disfruta verme incapaz de decirle algo —chistó cerrando sus ojos.

Corazón egoísta © (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora