Capítulo 3

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—¿Qué tal la semana? —cuestionó Tobías a la hora del almuerzo

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—¿Qué tal la semana? —cuestionó Tobías a la hora del almuerzo.

Sarah dejó salir un suspiro de cansancio.

—Fatal, todavía no termino de comprender a los padres —riñó abriendo su bandeja con ensalada, aquello era lo primero que pudo prepararse en la mañana antes de salir de su casa.

—Nunca lo harás, no entiendo por qué te preocupas tanto por ello.

Se hallaban en el jardín esperando para entrar al turno de la tarde.

—Es que a veces pretenden que sea una única consulta y dime tú ¿Acaso hago magia? —sentenció causando que su amigo riera.

—Vaya, pero sí parece que ya es personal —chistó bromeando —. ¿Quién es el monstruo?

Sarah llevó un bocado de lechuga y tomate a su boca y masticó pensando en el encuentro con el padre de Maximiliano De la Torre.

—No lo conoces —espetó negando con su cabeza —. Ha venido hace tres días y hoy tengo una segunda consulta —contó.

—Por eso es que estás así —dijo señalándola —. Tal vez esté asustado como todos los que dejan a sus hijos aquí —la animó.

—Probablemente, al principio quiso hablar para dejarme su historia clara.

—Oh, esa primera advertencia jamás falta.

—Su hijo es muy adorable a pesar que no hable mucho, bueno, si le hablas de botánica puede darte una clase entera —sonrió recordando los ojos cargados de entusiasmo del pequeño cuando salieron al jardín.

—¿Dijiste que era de aquí de Boston?

—Si, trabaja en el centro de la ciudad.

—¿Qué apellido tiene? Tal vez lo conozca.

—De la Torre, su padre se llama César —respondió pinchando el tenedor en su ensalada. Tobías terminó escupiendo aquel trago de agua ganándose una mueca de reproche de su compañera —. ¿Por qué has hecho eso? —preguntó con un poco de asco.

—¿Y ahora me lo dices? ¡Ay Dios! —se abanicó con rapidez.

—¿Qué pasa? ¿Lo conoces? —giró su cuerpo en una de las tantas bancas que adornaban el jardín.

—Es dueño de uno de los despachos de abogados más grande de esta ciudad ¡Si, lo conozco! —comentó con obviedad.

Sarah abrió sus ojos asombrada, ni siquiera se había percatado de ello, pero es que su apellido tampoco le recordaba a algo en particular.

—No tenía idea.

—Y tampoco sabes lo peor de todo esto que se está convirtiendo en una jodida novela —aludió con un poco de nerviosismo. Sarah frunció su ceño sin comprender —. Es la mayor competencia que tienen los Martinelli...sabes a quién me refiero —explicó.

Corazón egoísta © (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora