Capítulo 14

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Caminaron a orillas del mar sin un motivo en especial, únicamente disfrutando de la compañía que se brindaban mutuamente, en silencio, sumidos en sus pensamientos y en saber lo reconfortante que era estar acompañado

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Caminaron a orillas del mar sin un motivo en especial, únicamente disfrutando de la compañía que se brindaban mutuamente, en silencio, sumidos en sus pensamientos y en saber lo reconfortante que era estar acompañado.

Para César su día terminaría seguramente encerrado en su despacho como cada jornada, y lo disfrutaba porque el Derecho era su pasión, pero una dosis de realidad, de vida y de detenerse a mirar se sentía increíble, más aún cuando aquella joven estaba allí, a su lado.

Luego del beso en el ascensor volvieron a la distancia, pero esa en la que una persona se aferra y aprende a convivir. Era consciente que quería tener la libertad de poder besarla cuando sus labios lo exigían o cuando frunciera su boca en una mueca de confusión que lo dejaba aturdido.

—¿No te descalzarás? —le preguntó con su calzado en sus manos. La arena fría y suave calándose en sus dedos era una delicia, el mejor de los masajes. Lo veía caminar a su lado con sus zapatos de vestir y apenas las mangas de su camisa dobladas por su antebrazo —. ¿Tienes miedo de ensuciarte? —se atrevió a burlarse.

—No es eso, tengo que volver después al trabajo —respondió con sus manos detrás de su espalda, encontrándose sereno por tener ese intercambio tan real con otra mujer que no sea su esposa.

La joven asintió dándole la razón, no todos pidieron la tarde libre, y menos César con todo el trabajo que tenía por delante, bastaba ver su despacho.

Su cabello negro caía en pequeños rulos hacia su frente y se le antojó pasar la mano con urgencia. Era un contraste perfecto con sus ojos de oliva, además de la escultura que era su figura, lo que provocaba darse cuenta que todo se veía demasiado irreal. Ella, una joven cualquiera estaba dejando entrar a su vida precisamente a ese hombre que no tuvo problemas en enfrentar en las primeras consultas cuando quiso interponerse en su trabajo.

Hoy agradecía que fuera él quien se atrevió a pasar el límite profesional en la primera oportunidad.

—Me encantaría tener una casa aquí, en la playa —soltó de pronto.

César volteó a verla desde su altura preponderante.

—¿Aquí? —señaló —. ¿Por qué?

—Siempre veía aquella casa abandonada y soñaba con reconstruirla y quedármela —apuntó a lo lejos una propiedad sobre un inmenso barranco que habitaba en completa soledad.

—¿Por qué no lo has hecho?

—Averigüe para comprarla, pero le pertenece a Murat Martinelli —confesó cruzando sus brazos sobre su pecho resignada en su deseo.

César asintió mirando sus pies creyendo que era lo más entretenido que hacer antes que rememorar la para nada grata conversación que tuvieron afueras de tribunales, aquella charla que tenía como objetivo a la rubia que caminaba a su lado. No quería decirle ni repetir lo que aquel hombre le dijo en su cara, incluso fue peor cuando le dijo que lucharía por ella, algo que no lo dejó tranquilo en ese instante.

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⏰ Última actualización: Nov 06, 2023 ⏰

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Corazón egoísta © (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora