Capítulo 13

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—Max, acomoda tu abrigo —señaló las mangas desprolijas—

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—Max, acomoda tu abrigo —señaló las mangas desprolijas—. Hoy vendrá a buscarte la abuela —le hizo saber frente al portón de la escuela.

Desde que se levantó a las cinco de la mañana buscó cualquier cosa para tener su mente ocupada. Hoy saldría a almorzar, por primera vez después de todo lo que ocurrió con Casandra iría a compartir un momento con una mujer. Y pese a que tenía en claro que solo era eso...un momento, todo era novedoso. Sus manos se sentían frías y tenía un hormigueo en el pecho que no se iba con nada hasta que recordaba que debía de comportarse como un hombre acorde a su edad.

—¿Por qué?

Su padre pasó su mano sobre su prolija barba ya afeitada en la mañana, tratando de encontrar una buena respuesta.

—Tengo que ir con tu tío Dom a almorzar —mintió sintiéndose fatal.

¿Qué le diría? No podía confesarle que tendría una cita con Sarah por varias cosas; no quería marear su realidad, y además porque nombrarle a esa jovencilla era su ticket directo a que Maximiliano rogara por ir con ella.

—¿La abuela Irene o la otra abuela? —curioseó alzando su ceja. De la respuesta dependería su humor.

César lo miró fijamente, últimamente tener que llevarlo a casa de sus ex suegros era un sacrificio.

—De tu otra abuela.

Una sonrisa atinó a cubrir sus labios. Dios, daría la vida por verlo sonreír naturalmente, que mostrara sus emociones. Aun no era el momento.

—Voy a quedarme a dormir.

—¿Quieres eso? —Eran contadas las veces que se quedó a pasar la noche allí, y el silencio en su enorme casa era una tortura. La idea de estar una noche a solas si bien sonaba muy bien, también le recordaba que sin su hijo era un hombre solitario.

Maximiliano asintió.

—Bien, hablaré con tus abuelos, pero pasaré a verte más tarde. Pórtate bien, campeón. —Besó su frente para marcharse.

Ya en su despacho las cosas se movían rápidamente. Todos sabían que la segunda audiencia con el Senador podría ser en cualquier momento, y una demanda para reconocer un hijo que su cliente sabía no era suyo no podía trabajarse sin más. Necesitan estudio, pruebas, una defensa que tirara abajo todas las mentiras que los Martinelli vomitarían ante el juez.

De eso dependía la imagen del senador. Las elecciones estaban a la vuelta de la esquina, un escándalo como ese podría ponerlo último en las encuestas. A nadie le interesaba un político que no se hiciera cargo de un hijo, pese a que este no fuese suyo.

—Y bien ¿Dónde almorzarás? —preguntó Dominic paseándose por la oficina de su socio.

—No lo intentes, a diferencia de ti, yo sí sé lo que es almorzar con alguien —se jactó al ver sus gestos obscenos.

Corazón egoísta © (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora