Capítulo 8

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Las consultas junto a Maximiliano siguieron, así como también el día que tocaba ayudarlo en el vivero

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Las consultas junto a Maximiliano siguieron, así como también el día que tocaba ayudarlo en el vivero. El proceso era cada vez mejor, comenzaba a cambiar sus actitudes y mejorar de a poco su concentración, y Sarah no podía evitar sentirse orgullosa de la idea que tuvo. Al menos era lo que Max le contaba, que su padre no recibió notas de la maestra esos últimos días.

La distancia con aquel hombre se mantuvo de manera formal durante largos días, como padre-psicóloga, como si aquel primer y novato roce de sus labios en su mentón no tuvo lugar alguno en la faz de la Tierra. Las veces que iba a su casa únicamente lo veía cuando estaba a punto de irse y solo compartían un saludo cordial, casi que tajante y ausente.

Para César su concentración recaía en el caso del senador del cual tendrían la audiencia en dos días, un caso donde se enfrentaban a la defensa de los Martinelli, y que de ganarlo serían reconocidos en todos los medios de prensa lo que les permitiría obtener más difusión de la necesaria. Al mando del caso estaban César y Dominic como abogados principales, pero detrás estaba el trabajo de todo un equipo y eso César lo reconocía en todas sus gestiones.

—César, creo que ya está todo listo —mencionó Laura estirando sus brazos sobre su cabeza.

Eran cerca de las nueve de la noche y tanto ella como Dominic estaban en la sala de reuniones a la espera de que César los dejara ir.

—Siento que nos falta algo —chistó enroscando su mente en el expediente.

—Lo revisamos más de cinco veces cada uno, seguramente tengamos una segunda instancia y modificaremos todo. Es mejor descansar si queremos ser útiles en las siguientes cuarenta y ocho horas —sugirió ella.

—¿Tienes algo más interesante que hacer adema de enfrentar el caso más importante del despacho? —retrucó con fastidio. No entendía por qué nadie además de Dominic se tomaba el asunto con la seriedad necesaria —. Esto no es un simple caso, es un caso de puta madre y crees que estamos perdiendo el tiempo entre estas cuatro paredes —indicó.

Dominic reprimió una risa fingiendo que leía el escrito.

—¿Qué carajos dices? —demandó enojada —. Te recuerdo que tengo una vida además de estar aquí por más de diez horas —bufó mirándolo, pero César ni se inmutaba, mostraba paciencia absoluta en sus rasgos, casi que aburrimiento ante sus berrinches.

—Y se te paga muy bien por ello.

—Si ¡Lo sé! Pero se me paga porque hago mi trabajo mejor que nadie —chilló.

—No eres mejor que nadie aquí adentro, Laura, deberías saberlo —objetó cruzado de brazos.

—Mira, no sé quién de los abogados juniors pueda trabajar más o dedicarle los años que yo le di a este despacho, pero esos mismos años me dan el derecho de decirte que has perdido la cabeza por esa mujer, y nosotros pagamos las consecuencias al tenernos horas y horas aquí adentro.

Corazón egoísta © (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora