N O C H E 0 [Parte 1]

81 3 0
                                    

Me limpio el sudor que resbala por mi frente con el dorso de la mano, una exhalación agotada queda atrapada en la mascarilla quirúrgica calentando de manera asquerosa esa parte de mi rostro. Incluso con todas las ventanas abiertas este lugar es un horno, debería tener un sistema de ventilación y aire acondicionado, ayudaría a crear un mejor ambiente para los pacientes, pero por estos lares las cosas no funcionan así, aquí hay que agradecer el hecho de tener un espacio al que se le pueda llamar hospital. Me limpio el sudor de la frente otra vez, pido que ajusten la luz y termino las suturas de una manera perfecta, estoy a punto de suspirar aliviada de haber terminado tal operación en unas condiciones tan básicas, pero entonces una enfermera se detiene frente al quirófano, resollando y con la piel brillante por el sudor me indica que la siga.

—Se volcó un bus— su acento y la voz agitada me dificulta entenderle, todavía estoy intentando acostumbrarme al inglés que usan aquí, nada parecido al que yo aprendí —Chico con dolor abdominal, no hay heridas visibles.

Nos apresuramos a la sala donde se encuentra el paciente, en el camino choco contra alguien y grito una disculpa sin darme el tiempo de mirar a la persona, más o menos así transcurre toda mi mañana; corriendo de un lado a otro, chocando de vez en cuando con alguien porque aquí los pasillos son estrechos y yo soy muy torpe. Cuando todos los pacientes del accidente de bus que se volcó esta mañana han sido atendidos me permito un respiro, sabiendo que más allá de eso no tendré muchas cosas que hacer, este hospital se dedica más que nada a funcionar como consulta médica, las personas se chequean, vienen a buscar sus medicamentos, pocas veces tenemos situaciones como las de hoy y es un alivio para mí, ser cirujano de trauma es algo que nunca me ha llamado la atención, prefiero los casos normales y tranquilos que tienen un protocolo a seguir. Aunque debo reconocer que sí tengo madera para trabajar en la sala de emergencia, hoy lo hice bastante bien, me aplaudo a mí misma mentalmente. Una sonrisa se desliza por mis labios por unos segundos, desaparece cuando vuelvo a chocar con alguien.

—Lo siento— digo automáticamente, sin percatarme contra quien he caminado esta vez.

Hago el amago de rodearlo para continuar con mi camino, pero me veo retenida por unas manos sobre mis hombros, un escalofrío recorre mi espalda sacudiendo mi cuerpo que parece reaccionar al contacto de sus palmas contra mi piel, donde toca es fuego y mi rostro arde también. Me relamo los labios demasiado abrumada para pedirle que me quite las manos de encima.

—Wou, wou, espera— su voz imponente me saca de mis cavilaciones —, ya es como la tercera vez que chocas contra mí, ¿es esta alguna clase de ritual de apareamiento que desconozco? — pregunta con una sonrisa torcida y coqueta.

Y así tan rápido como la sensación mágica a aparecido se esfuma.

Alzo la mirada para fruncirle el ceño, aunque la expresión de molestia se va cuando veo su rostro, perpleja antes la mezcla de ángulos y facciones masculinas me veo en la obligación de tragar saliva. Recupero la cordura cuando le veo estirar la sonrisa un poco más, sabiéndose guapo. Me muerdo el interior de la mejilla y ladeo la cabeza fingiendo que no he entendido a que se refiere, es una táctica que funciona bastante bien y jamás falla.

—¿No hablas inglés? — es su turno de ladear el rostro, curioso por mí.

Sus ojos grandes y castaños atrapan los míos por un segundo y mi cuerpo se estremece otra vez. Oh no, ya caí una vez en eso del amor a primera vista y no soy tan estúpida como para cometer el mismo error.

—¿Qué crees tú, idiota? — le respondo en húngaro con un tono suave.

Una risa ahogada llega a mis oídos, así me doy cuenta de que hay más personas en el pasillo. Estiro el cuello para poder ver detrás de la espalda del hombre que todavía me sujeta por los hombros, tenemos tres espectadores y uno de ellos, quien se ha reído, me guiña el ojo de manera cómplice, haciéndome saber que me ha entendido.

TentacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora