La sonrisa en mis labios de deshace cuando un golpe en la puerta nos interrumpe, Dante gruñe, molesto por la interrupción, pero dispuesto a continuar con lo nuestro. Su boca se inclina sobre la mía, haciendo una ligera presión, imperceptible podría decirse.
Los golpes se vuelven más demandantes y pronto son acompañados por una voz masculina gritando el nombre de Dante quien maldice viéndose realmente molesto, se toma su tiempo para apartarse y luego abre la puerta sin ocultar su expresión de fastidio.
A pesar de que no puedo entender lo que están diciendo logro deducir, primero por su tono de voz poco amistoso, que no está para nada contento con la presencia del hombre aquí, y segundo al verlo pasarse las manos por el rostro y luego rascarse en mentón pensativamente, sé que hay un problema.
El hombre entra a la habitación, sus ojos cristalinos resbalan sobre mi presencia por unos segundos, me da una media sonrisa como saludo antes de volcar toda su concentración en Dante, quien se ha ido al armario y ha comenzado a revolver todos los papeles allí, hasta encontrar algo que le es útil, se los entrega a la otra persona. Parece estar explicándole algo, yo tan solo puedo mirarlos, ajena a toda la situación, la puerta es toca otra vez, soy la única que la escucha por lo que me encamino a ella para abrirla.
Un chico, el del constante tic en el ojo, está del otro lado, cuando empuja la puerta para ingresar veo que alguien más lo acompaña.
—Hola— saluda.
Le respondo de la misma manera, un poco confundida.
—Soy Simon, él es Ferenc— señala al otro chico.
En comparación con los otros presentes en este cuarto, lucen mucho más jóvenes, tal vez tendrán dieciocho años.
—Isabella— me presento y estiro la mano.
Simon me sorprende tomándome de los hombros para dar dos besos, uno en cada mejilla.
—Italianos— murmura el tal Ferenc —, son tan cariñosos.
Pestañeo, mirándolos, sin comprender bien que debería hacer o decir, Dante está inmiscuido en su conversación con el otro hombre mientras los dos jóvenes frente a mi toman el teléfono y llaman al servicio al cuarto para ordenar comida y bebidas.
—¿Estás aquí trabajando?
Simon se desliza hasta mi lado, es varias cabezas más alto que yo, pero él se las arregla para quedar más o menos a mi altura apoyando un codo sobre la encimera de la cocina y luego su cabeza sobre la muñeca.
—Estoy haciendo un voluntariado de un año en el hospital— respondo —¿Y tú? — pregunto cuando un silencio incómodo comienza a extenderse entre nosotros.
—Soy parte del grupo, uno de los camarógrafos— asiento sin saber que decir —Ferenc, es el otro, Don y Dante se encargan más de los aspectos técnicos y de prestar sus caras para el video.
Tiene un inglés rustico, con un marcado acento italiano que me obliga a ponerle demasiada atención cada vez que habla.
—¿Para qué graban?
—Es más que nada publicidad para que el bufet de Dan tenga una buena imagen— se entromete el otro camarógrafo —, Simon y yo también venimos para tomar fotos y cosas así, yo soy fotógrafo profesional y él aspira a ser director de cine— le revuelve el cabello de una manera hermanable.
—Odio que siempre lo digas así— le sujeta la mano con fuerza, sus ojos echan chispas —, también tomo fotos y soy mucho mejor que él— se vuelve a mí para hablarme con arrogancia.
—¿Qué hacen aquí?
Dante interrumpe nuestra conversación, se pone detrás de mí con una actitud que me parece posesiva, entorno los ojos, por supuesto que un hombre tan dominante en la cama lo sería en otros aspectos de su vida.
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Tentaciones
ChickLitEn algún lugar de Africa, en un pueblito que no tiene nombre, dos almas se conocen y se proponen disfrutar de su corta estadía allí revelando todo lo que son con la excusa de que jamás se volveran a ver, supongo que ya saben que viene a continuación...