N O C H E 0 [Parte 2]

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Asiento, habiendo olvidado por completo que estamos en un lugar público.

Dante me ayuda a bajar del taburete y me da la mano de camino al ascensor, el gesto me parece sumamente dulce, pero queda en el fondo de mis pensamientos cuando utiliza nuestras manos entrelazadas para tirar de mí hacia su pecho duro y volver a comerme la boca, esta vez aprovechando la pared cercana para aprisionarme contra ella. Sus caderas colisionan contra las mías, dejándome sentir todo lo afectado que está por nuestros besos y el roce descarado que yo he comenzado a ejercer contra él.

—Que mal me tienes, Bella— jadea cuando le muerdo el labio inferior, no le dejo hablar, volviendo a atacar su boca, a lamer la herida que le he provocado.

Deja mis labios para pasar a mi cuello y a ese punto sensible cerca de la oreja, me incita a rodearle las caderas con las piernas y yo no pierdo el tiempo, no cuando eso significa que lo tendré un poco más cerca.

—Hueles tan bien— susurra contra mi lóbulo con su aliento caliente antes de atacarlo con sus labios.

Le meto las manos por debajo de la camiseta, desesperada por sentir un poco de su piel, siento la ondulación de sus abdominales bajo las yemas de mis dedos ansiosos que lo recorren de arriba abajo y luego se meten en la cinturilla de los pantalones.

La campanilla del ascensor nos advierte que hemos llegado a nuestro destino, la ignoramos hasta que las puertas comienzan a cerrarse otra vez, Dante mete las manos por debajo de mi vestido, como amo este vestido, y empuja mis caderas hacia él para mantenerme en alto, me impresiona como me carga sin esfuerzo. Llegamos a su cuarto luego de ir tambaleándonos contra las paredes, aprovechando cada oportunidad para meternos manos y comernos la boca, para cuando hemos cerrado la puerta los pantalones de Dante han desaparecido junto a su bóxer y sus dedos trastean entre mis piernas, buscando por sobre la tela de mis bragas aquel punto nervioso que provoca la mayoría de mi placer. Le clavo las uñas con fuerza en los hombros al sentir su caricia delicada, nada que ver con cómo me ha tratado antes.

—Dante— jadeo, incapaz de contener mi deseo por él —Por favor— lloriqueo.

Sus dedos presionan ligeramente mi entrada y lloro un poco más fuerte, contrario a lo que creo no son sus dedos los que me llenan segundos después, sino algo mucho mejor. Recibo su miembro gustosa, gimiendo al sentir como este se abre paso entre mis pliegues con una brutalidad que jamás creí disfrutaría. Resuello algo adolorida, Dante entierra el rostro en la curva de mi cuello, escucho su respiración afectada, siento los besos húmedos y sus dientes mordisqueando mi cuello antes de alejarse lentamente para volver a enterrarse en mí con la misma escasa delicadeza. Reboto contra la pared, debo abrazarlo con piernas y brazos para no caerme cuando sus estocadas alcanzan un ritmo violentamente delicioso.

—Ay, sí, que bien lo haces— jadeo con la voz ahogada.

Mis palabras parecen alentarlo, sus movimientos se vuelven más rápidos y profundos, una mano se posa sobre mi lengua mojada y luego se pierde entre mis piernas buscando mi botón de placer que no tarda en encontrar, sus labios se cierran sobre mi hombro para besar y la lamer, luego se salta a la unión de mis pechos, allí agrega mordidas a la ecuación. Me arqueo hacia él, no sabiendo que hacer para controlar el deseo que arde en mi interior, sobre todo cuando le da golpecitos juguetones al nervio sobre mi entrada, los ojos se me cierran ante la sensación abrumadora; sus estocadas violentas, su boca mojada indagando por piel que morder, sus manos tan precisas sobre cada parte de mí. Le busco la boca desesperada por encontrar un poco de cariño en tanta brutalidad, lo encuentro con lamidas calientes a mi labio inferior y una posterior intromisión de su lengua en mi boca, la cual se pasea perezosa acariciando cada punto, enrollándose a mi apéndice y succionándolo con alevosía. Sus manos sobre mis pechos también son cariñosas e intuitivas, y empujan mi busto fuera del vestido.

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