N O C H E 3 [Parte 2]

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Estoy concentrada intentando cerrar con los dedos de mi pie la llave del agua y tardo un poco en procesar lo que me ha dicho.

—Aprendí bastante de ti— respondo sin mirarlo, mi pulgar se engancha en la llave y la empujo con una sonrisa triunfante —, pero pienso que fuimos un poco ingenuos, nadie puede conocer a otra persona en tan solo tres noches, además perdimos varias horas ocupados en otras cosas— mis últimas palabras son un murmuro avergonzado.

Me muerdo el labio reteniendo el puchero que amenaza con formarse en mis labios, deseo tan fuertemente querer tener un poco más de tiempo, odio al destino por lo que está haciendo; negándome la posibilidad de conocer más a fondo este magnífico hombre, Dante no es como una brisa refrescante que después de un tiempo hiela, no, él es como ese calorcito de primavera que te abrasa la piel y que jamás llega a quemar, ese bajo el cual podría permanecer eternamente.

—Yo, por el contrario, no siento que haya conocido mucho de ti— dice apartándome de mis pensamientos.

—¿No? — inquiero incrédula.

—Eres un libro difícil de leer.

Suelto una carcajada sarcástica y niego al sentir los ojos de Dante fijos sobre mí.

—Tienes una concepción de ti diferente a lo que eres.

—Eso no es cierto— exclamo, y como toda la mujer madura que soy chapoteo agua en su dirección.

Dante se ríe de mí, le saco la lengua y me cruzo de brazos sin poder creer lo que está diciendo, sé que es probable que hay cosas que yo concibo de una manera que terceros ven de otra forma, pero siempre me he sentido orgullosa de mi capacidad de reconocerme como lo que soy, aun así estar con Dante ha sido toda una experiencia nueva que dejo al descubierto partes de mi ser que desconocía.

—Vamos a hacer un juego— dice lanzándome una mirada intensa, se reacomoda en su lugar, apoya los brazos en cada borde de la bañera, mostrándome lo inmenso que es —, tú dices un adjetivo que crees que te representa y yo digo si es cierto o no.

Frunzo los labios.

—¿Hay premio? — pregunto batiendo mis pestañas.

Dante se carcajea, echa la cabeza hacia atrás y ríe por un momento extenso, luego vuelve a enfocar sus ojos sobre mí.

—Sí, Rojita, hay premio.

—Quiero que me dejes de decir así.

—Eso no va a pasar— niega con una sonrisa divertida —, si te doy la razón en la mayoría de tus descripciones...— se muerde el labio y... Oh Dios, jamás pensé que ese gesto podría encenderme tanto —te dejo decidir sobre mí la próxima vez que cojamos.

Con las mejillas ardientes por su vocabulario ladeo la cabeza sopesando su oferta, una parte de mí no le encuentra nada de divertido, me gusta que Dante sea el que lleve las riendas de la situación, pero el otro lado, ese animal hambriento de control se excita ante la idea de ser yo quien le domine.

—Eso sería si gano yo— Dante asiente.

—En el caso de que yo tenga razón más veces que tú... — se relame los labios dejando a la luz el tipo de pensamientos que están pasando por su cabeza en este momento.

A mí también se me parecen un montón de imágenes tórridas, mas no me atrevo a mencionar ninguna, demasiado insegura sobre lo que Dante podría pensar y sabiendo que algo sucio para mí probablemente no lo sea para él.

—Entonces te dejo hacer conmigo lo que quieras— balbuceo.

Mis ojos revolotean de un lugar a otro, demasiado nerviosa para poder ver a Dante y su expresión, tal vez a él no le excite la idea tanto como a mí.

TentacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora