S E M A N A 1 [Parte 2]

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Mis palabras dejan a Dina enmudecida, boquea varias veces, antes de juntar los labios en una mueca de desapruebo acompañada de un suspiro.

—Ya sé, ni siquiera me lo digas, ya lo hago yo todos los días— me adelanto.

Sabiendo que lo necesitaré agarro una oferta de galletas y las lanzo al carro con el mismo movimiento enojado. Puedo cambiar todo lo que quiera, puedo ser la mejor versión de mi misma y aun así mi corazón es más fácil que la tabla del uno.

—¿Por qué no dejas de hablar con él?

—Lo he intentado, pero somos amigos y Dante siempre está escribiéndome y me da pena dejarle los vistos. Además, yo soy la tonta que metió sentimientos románticos ahí, él no tiene ni idea.

Nos metemos en el pasillo de limpieza, el cloro es lo primero que pongo junto a las demás cosas, tal vez con esto mi sufrimiento se acabe más rápido.

—El cloro no va a solucionar tus problemas, así que deja de mirarlo como si escondiera todos los secretos del mundo.

Estiro mi labio inferior sobre el superior, mirándola con cara de pena.

—¿No puedes ser dulce conmigo por una vez? — le pregunto con un puchero.

—Nop, ya sabes que no va en mi ADN.

Entorno los ojos, reviso la lista de las cosas que me hacen falta para ir agregándolas junto a todo lo otro, avanzamos por este pasillo en silencio, pero tanto mis pensamientos como los de Dina se escuchan en el lugar, sé que no me está juzgando, porque ella no es así, pero también sé que le molesta mi facilidad para gustar de alguien. No es que quiera ser así, tampoco tengo problema con ello, es la manera en que soy y ya, no hay nada que pueda hacer para cambiar, lo que en este momento me afecta tanto es que Dante está en una relación y por lo tanto yo no puedo hacer nada para que mis sentimientos sean recíprocos.

—¿Con que te aporto para el almuerzo? — digo cuando ya he acabado con mi lista.

—Puedes llevar algo para el postre si quieres, yo tengo todo para hacer Palacsinta.

La boca se me hace agua cuando escuchó el menú, Dina es una cocinera excepcional y este plato típico es una de sus especialidades que me hacen comer hasta que ya no puedo más y tengo dolor de estómago.

—¡Que delicia! Deberías haberme avisado, así no habría comido tanto al desayuno—le doy un golpe amistoso en el brazo.

—Sabes tan bien como yo que eso es mentira.

Respondo con una carcajada y un asentimiento.

Compro dos casetas de helado para el almuerzo de hoy más todas las cosas que necesito para mi casa. Pagamos, Dina me lleva a casa y me ayuda a ordenar la mercadería mientras cantamos a todo pulmón y con una afinación terrible a Madonna. Es divertido y me hace olvidar por completo el asunto de Dante. Luego nos vamos a su casa, Dina y su esposo, Roque, compraron con la herencia de ella una hermosa casa a las afueras de Budapest por el lado oeste de la ciudad, que a mi juicio es el más bonito. La carretera está rodeada de frondosos árboles, el cielo sobre nosotras es de un celeste hermoso, sin ni una nube a la vista, mis ojos tratan de absorber cada uno de los colores que identifico, estos tipos de paisaje siempre me han resultado asombrosos, de los que te quitan la respiración y te dejan con la boca colgando, mirando a todos lados porque todo tu alrededor es hermoso y cuando llegamos a la casa de Dina las cosas se ponen mucho mejor, la naturaleza me encanta, pero siempre he sido más una chica de ciudad, disfruto del ruido de las calles transitadas y como se ve por la noche la ciudad, mas cuando veo el mirador que hay en el patio de Dina quedo enmudecida, desde aquí se puede ver una gran parte del valle y el bosque que hay en él, es realmente una cosa impresionante. Una brisa tibia me revuelve algunos mechones de cabello, los pongo detrás de mi oreja y respiro profundamente, el aire huele a pino, a calor, e incluso, si es que hay un aroma determinado para ello, a libertad.

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⏰ Última actualización: Jun 09, 2020 ⏰

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