S E M A N A 1 [Parte 1]

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Tomé una respiración profunda cuando me bajé del avión, encontrarme con el paisaje seco y poco bello encendió una llama de calor en mi interior; estaba en casa, luego de casi tres años había vuelto a Budapest y se sentía genial. Eran los últimos días de marzo y el aire cálido anunciaba la llegada de la primavera.

Recogí mis maletas y salí a por un taxi, ansiosa por llegar a mi casa, no es que hubiera sufrido estos últimos años, pero realmente extraño mi cama, mi inmensa y muy equipada cocina, el enorme ventanal que me permite ver el Danubio y parte de El castillo de Buda, una panorámica impresionante que te quita la respiración sin importar cuantas veces la veas. Creo que esa es una de las cosas que más me gusta de esta ciudad: es engañosa, nada impresionante desde los aires porque el paisaje se ve algo desértico, lo cual se confirma en los primeros minutos, desde que ves los alrededores por la ventanilla del aeropuerto hasta que abandonas la periferia de la ciudad, reconozco que no es como la otras capitales europeas que se roban tu corazón al primer segundo, no, Budapest es como un hermano menor, primero lo quieres conocer, luego te preguntas porque rayos querías esa cosa y después, sin darte cuenta, lo amas con toda tu alma y no quieres estar lejos de él nunca más. La gente es alegre, el centro de la ciudad es un viaje en el tiempo con sus inmensos edificios de piedras, tren vías que jamás han visto tiempos mejores, una ciudad llena de tonalidades grises que de alguna manera te encantan.

Contuve la respiración cuando el conductor doblo a la derecha, saliéndose de la vía principal para entrar a un pasaje rodeado por altos muros que le hacían sombra, giró a la izquierda y se detuvo frente al edificio donde vivo. Sintiendo la excitación corriendo por mis venas ingrese al edificio, cuando estuve dentro del ascensor, la mano que mantenía sobre la maleta temblaba violentamente y las lágrimas quemaban detrás de mis ojos debido a la satisfacción que me producía poder volver a este lugar, en algún momento pensé que tendría que venderlo y vivir en otro lado, habían demasiados recuerdos aquí de la persona que solía ser y que ya no existía más, por alguna razón volver se sentía un poco como dar un último vistazo a esa chica de veinticinco años que se fue porque era incapaz de verle la cara a su familia, que siempre llevaba una mueca de desprecio y compasión al mismo tiempo en sus rostros, porque no toleraba salir al balcón y ver la panadería donde su exnovio trabajaba, no soportaba entrar a su biblioteca repleta que jamás leería porque no tenía el tiempo o sentarse en una mesa vacía, abandonada, como ella.

Pero esas cosas no importaban, era otra ahora, había crecido, había aprendido quien era realmente y con ello también a aceptarlo. Era más fuerte, más sabia, me sentía segura de mí misma, realmente segura.

Saque las llaves de mi cartera, metí la correspondiente en la chapa y contuve la respiración mientras ponía un pie dentro, la madera crujiendo bajo mi peso, arrastre la maleta conmigo, las ruedas produciendo un ruido de alguna manera consolador mientras avanzaba en dirección a mi cuarto, se notaba que Elo estaba viviendo aquí, su perfume estaba en todos lados y el lugar brillaba, hasta me sentí mal por entrar sin quitarme los zapatos, ella estaba obsesionada con eso, una tradición poco común por aquí. Deje las llaves sobre el mesón que divide la cocina del comedor, eche una mirada furtiva al enorme ventanal y continúe caminando, cuando llegue a mi habitación, deje la maleta a un lado y observe todo el lugar, nada había sido movido, pero todo estaba limpio, algo que agradecía profundamente. Mire la gran cama en medio y sin pensármelo por un segundo más me lance sobre ella chillando de felicidad, me hundí en el cómodo colchón esponjoso, con olor a limpio, un colchón que me había costado varios forintos y que había extrañado más que cualquier otra cosa, necesitaba una reconexión con él y mi cuerpo lo sabía, porque cerré los ojos para disfrutar de la sensación y no los volví a abrir un buen rato después. Estaba cansada por pasarme el último mes viajando de un lado a otro, lo había disfrutado mucho, pero ya era momento de parar.

TentacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora