El regreso a la isla de Sérifos

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Perseo volvió con la cabeza de Medusa
y con su esposa Andrómeda a la isla de
Sérifos, donde lo esperaba angustiada su
madre, Dánae, temiendo lo peor. Allí se
encontró con una nueva y peligrosa
situación. El tirano había tratado de
apoderarse de su madre por la fuerza. El
hermano del malvado rey, el pescador que
los había recibido en su casa y había
criado a Perseo como un padre, había
ayudado a Dánae a escapar y los dos
estaban refugiados en un templo.
El joven héroe debía cumplir con el regalo prometido y estaba ansioso por
hacerlo. En cuanto supo las noticias, sin
dudar, sin detenerse, se presentó en la
sala de banquetes del palacio, donde el
tirano estaba divirtiéndose con sus
amigos.
—Veo que llega el valiente jovencito
que ofrece regalos imposibles... ¿Qué me
habrá traído? —comentó el rey, en tono
de burla.
—Lo prometido —dijo Perseo.
Y sacando del bolso la cabeza de
Medusa, los convirtió a todos en estatuas
de piedra. Después nombró rey a su
querido pescador, para alegría de todos
los habitantes de la isla, que por fin
tendrían un gobernante bueno y justo.
Había llegado el momento de devolver
los objetos mágicos que lo ayudaron acumplir su hazaña. Hermes llevó a las
Ninfas del Norte el casco de Hades, las
sandalias voladoras y la bolsa mágica.
Atenea tomó la cabeza de Medusa y la
colocó para siempre en el centro de su
escudo de guerra

Dioses y héroes de la mitología griegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora