Perseo y su abuelo

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Perseo quería volver a ver a su abuelo.
A pesar de todos los sufrimientos que
habían pasado él y su madre, no le
guardaba rencor, porque sabía que el
oráculo le había dicho que solo
matándolos se salvaría, y sin embargo su
abuelo les había perdonado la vida. Tenía
la esperanza de desmentir la profecía y
demostrarle que no tenía por qué temer. Junto con Andrómeda y su madre
Dánae, se embarcó hacia Argos. Pero
cuando su abuelo se enteró de que se
dirigía hacia allí, se aterró. ¡Tal como lo
había predicho el oráculo, el hijo de
Dánae iba a matarlo! El rey escapó a un
país vecino llamado Larisa.
Cuando Perseo llegó a Argos, no
encontró a su abuelo. Entretanto, en el
reino de Larisa se habían organizado
grandes juegos deportivos y el joven
quiso participar. ¡Nadie lanzaba el disco
como él!
Cuando le llegó su turno, Perseo arrojó
el disco con todas sus fuerzas. Pero en ese
momento se levantó una violenta ráfaga de
viento, que llevó el disco hacia los
espectadores. Un anciano lanzó un grito
agudo, tomándose un pie del que manaba sangre a borbotones: el disco le había
cortado una arteria. Es difícil escapar al
destino. Ese anciano era el abuelo de
Perseo y nada se pudo hacer para
salvarlo.
Muy apenado por haber matado sin
querer a su abuelo, Perseo eligió no
reclamar el trono de Argos. Y decidió
intercambiar reinos con uno de sus
primos, que se hizo cargo de Argos
mientras Perseo reinaba en Tirintos.
Perseo y Andrómeda tuvieron varios
hijos, fueron buenos gobernantes y buenos
esposos hasta el fin de sus días.

Dioses y héroes de la mitología griegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora