Capítulo 11.

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Tenía en mano mi segunda copa, acababa de sorber mi último trago. Quería pedir otra, pero era suficiente. No debía tener ni un rastro de embriaguez en mi cuerpo. Me conocía, y sabía que si seguía tomando, me arrepentiría de haberlo hecho. Una vez que dentro de mi organismo hubiera una sobredosis de alcohol no iba a poder controlar mis actos, ni emociones, mucho menos mis palabras. Quizás solo estaba siendo exagerada, pero no debía arriesgarme a tomar una copa más. Harry me hacía reír, sus locuras no tenían límites.

—No puede ser. — Dije al sentir el flash de una cámara. ¡Demonios! Si había algo que odiaba era una foto desprevenida. — ¿Quién...? — Me encontraba de pie, por lo que se me hizo fácil girar sobre mis talones para encontrarme con Raymond. — Júrame que esa foto desaparecerá. — Lo señalé con el dedo índice. Él era el fotógrafo de la revista "LifeStyle", trabajábamos juntos.

—Relájate, bonita. — Habló Raymond entre risas. —Hasta desprevenida eres hermosa. — Sonrió.

—Elimina esa foto, o...—Amenacé. — Gracias por el cumplido.

—Él tiene razón. —Harry me tomó de la cintura y me haló hacia él, mi espalda chocó contra su pecho. Su mano derecha se posó sobre mi cintura y ahí se quedó. — Él no se atreverá a publicar esa foto, además, te puedo asegurar quedó perfecta.

—Solo elimina la foto, no te cuesta nada. — Miré a Raymond, hice un puchero y él carcajeó.

—Harry debes venir conmigo. — Intervino Gemma, quien tomó a Harry del brazo e hizo que me soltara. — Ray, tú también. ¿Des quieres venir? Se tomaran algunas fotos...

—No, iré al tocador— La interrumpí. — Luego los alcanzo.

Luego de recibir algunas indicaciones de parte de los mozos, encontré el tocador. Al mirarme en el gran espejo colgado a la pared, comprobé que me veía realmente bien. No hacían falta retoques, mientras más natural mejor. Salí de ahí, encontrándome de nuevo con la algarabía de la multitud. Divisé a lo lejos al profesor Fontaine. Él estaba conversando con los que, suponía, eran sus amigos. <<Tengo vida social, ¿sabe?>> Rodeé los ojos, nadie me observaba, al menos, eso creía.

No podía creer mi mala suerte, debía esperar hasta el lunes para poder saber qué tenía que decirme mi querido profesor. Un momento, mi profesor estaba justo frente a mí, a tan solo unos pasos podía preguntarle todo lo que quisiera. Bien, debía aprovechar las oportunidades, ¿no es así? Con pasos decididos me dirigí hacia él.

—Disculpen. — Interrumpí la conversación de los caballeros. La mirada del profesor se dirigió hacia mí, pude notar como la expresión de los demás cambió. — Señor Fontaine, ¿Podría conversar con usted un momento? — Estaba algo nerviosa, aunque no sabía por qué.

—Por supuesto, señorita Delacourt. — Lanzó una mirada cómplice a sus amigos, quienes captaron la indirecta y se marcharon. — ¿Qué desea? — Sonrió.

—Quedé intrigada acerca de nuestra conversación...— Carcajeó llevando su cabeza hacia atrás. Tenía sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón, una actitud que me gustaba.

—Y, quiere saber qué le iba a decir, ¿o me equivoco? — Negué con la cabeza, ¿No era obvio? —Revisé los archivos de cada estudiante. Me detuve en sus calificaciones. Déjeme felicitarla, son unas de las mejores calificaciones de todo su grupo de compañeros. — Sonreí. Eso ya lo sabía. — Hablé con los demás profesores y me facilitaron buenas referencias acerca de usted.

—Me halaga, profesor. —Lo miré a los ojos. Podía percibir cierto brillo en ellos.

—Señorita Delacourt, quería proponerle algo. — << ¿Matrimonio? Con usted me caso yo>> Pensé rápidamente. — Venga a trabajar conmigo. — quedé atónita. Mi primera propuesta de trabajo y aun no me he graduado, ¡excelente!

Supuestos Hermanos | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora