12. La muerte ha llamado a la puerta

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-¡Tathie! -gritaba Melissa a la nada.

Solamente siendo escuchada por los pequeños animales del bosque, corría de aquí para allá en busca de su amiga la cual había perdido de vista tras la guerra. Estaba desesperada, asustada y con el miedo de que los lobos la hubiesen lastimado o peor... matado.

Ella y Tathie eran amigas desde su nacimiento, fueron criadas juntas, entrenaban juntas, comían e incluso hasta respiraban juntas. Eran como hermanas. Cada una era su propia ancla para sobrevivir a este infierno al que desgraciadamente llamaban vida.

Ellas mismas eran el motivo que se tenían para luchar. Por eso a Melissa no le importó romper en llanto en medio del bosque sin miedo a que alguien la descubriera de esa manera. Sentía que iba a morirse si no la encontraba pronto.

Se reprochaba mentalmente el no haberse dado cuenta de que durante la guerra terminaron separándose.

El pensamiento de que su mejor amiga hubiera muerto le recorría el cuerpo como descargas eléctricas. No. Era imposible. Ella era fuerte y valiente, era una idea estupida pensar en eso.

Aunque, hasta los inmortales pueden morir.

-¡TATHIE! -la voz se le desgarró.

-No está. -Dijo una voz que la puso en alerta.-Tranquila, soy yo, Mariam. Te he estado buscando.

Melissa se giró rápidamente para visualizar a una chica bonita de poco más de diecisiete años. Mariam. Cabello muy largo y rubioso, el cual ahora estaba teñido de color carmesí tras la sangre. No supo decir si era de ella o de algún lobo que mató. Quizás de ambos.

-¿En donde está ella, Mariam ? -Preguntó con impaciencia. -¿Le has visto?

-Luchábamos. Cada una a lo suyo. Se acercó mucho a la orilla del acantilado y cayó al fondo. Cuando le advertí ya era demasiado tarde. -Contó. -De haber podido le hubiese ayudado. Pero tenía mis propios problemas.-Añadió a modo de excusa para que Melissa no lo tomara a mal. Y es que al fin y al cabo estaban en una guerra, preocuparse por los que posiblemente estaban muriendo no era lo principal para nadie allí. -Había un lobo con ella. No se si...

-Para. -Le detuvo Melissa no queriendo escuchar la palabra muerte. -Gracias. Ahora, piérdete o regresa al pueblo. -Terminó la conversación de manera seca y quizás demasiado grosera.




-Se está haciendo tarde. -Anunció Olivia.

La luna comenzaba a asomarse en el cielo oscuro, y las estrellas también.

   Los gemelos Blossom y el joven Bethan habían sido encomendados con la tarea de quemar los cuerpos sin vida de sus enemigos. No obstante, tras terminar también fueron a ayudar a quienes podían. Sus pechos ardieron entre las llamas de la tristeza y la lástima cuando veian los cuerpos de aquellos que alguna vez fueron sus compañeros de entrenamientos.  Todo en el pueblo apestaba a muerte. Era demasiado devastador para los ojos sensibles, niños llorando por la pérdida de sus padres, familias rotas, casas destrozadas.

El Canciller Blick había desaparecido.

Sin duda alguna el tipo era experto en dar órdenes, pero a la hora de arrimar el hombro, ofrecer ayuda y ayudar económicamente, mágicamente desaparecía del lugar.

-Al menos ya no hay cuerpos en medio de todo el pueblo. -Dijo Oliver descansando los brazos en su cadera. Su expresion demostraba lo agotado que estaba tanto física como mentalmente.Soltó un suspiro de cansancio para luego pasear libremente la mirada por todo su alrededor. La muerte se les había presentado de la peor manera a quienes no la merecían. -Venga, volvamos a casa. -término de decir el chico de cabellos pelirrojos.

Bethan no había pronunciado palabra desde que la guerra termino, se encontraba ido en su propio mundo, pensativo.  Aunque todo eso tenía nombre. Nayla. Aquella loba que lo reclamó con tanto fervor sin haberle importado que el fuera su propio enemigo.

Miro al cielo por unos momentos preguntándose: ¿Que hice mal en la vida pasada para que me maldijeran con el destino de ser el alma gemela de una enemiga?

Liv  se dio cuenta de que su mejor amigo estaba frustrado y a ratos hacía muecas, eso hizo que se preocupara. No recordaba la última vez que lo había visto tan callado, y es que el pelinegro  siempre era tan hablador con ellos dos, le buscaba las cinco patas al gato. Incluso durante estas épocas de guerra, buscaba animar a todo el mundo,hacia chistes e incluso le cantaba versos inventados a los niños  y a las mujeres embarazadas.

Bethan podría ser un cazador serio y concentrado en su trabajo, pero el siempre tuvo esa chispa de ayudar a todo el mundo. Desde que perdió a sus padres el se propuso jamás demostrar debilidades ante nadie, aunque claro, no pudo evitar que aquella  jovencita de cabellos pelirrojos se incrustara profundamente en su corazón y terminara convirtiéndose en su única debilidad.

-Sí... -respondió su hermana, golpeando ligeramente la espalda de Bethan para sacarlo de su ensoñación.

Los tres a pasos lentos, decidieron finalmente dejar sus labores para volver a casa. Ninguno quería ni imaginar de como podría estar. Era posible que ni casa tuvieran ya.

Por suerte para los tres, el lugar no estaba tan mal, la ventana que había roto Liv ahora no era la única, otras tres más le acompañaban, las flores de la entrada estaban completamente destruidas y la casa notoriamente pintada de un nuevo color. Sangre.

Oliver intentó abrir la puerta principal, pero tuvo que hacer más de dos intentos para hacerlo. Una vez en el interior, Liv se dispuso a subir hasta su habitación, Bethan fue directo hasta la cocina, pensando que no le hubieran robado la comida, y Oliver, como era de esperarse, fue a inspeccionar toda la casa en busca de amenazas.

Dentro del silencio se escuchó un gritó femenino acompañado de un disparo.

—¡Maldición!

∞Mount Station || ALMAS GEMELAS: 1. La Guerra del Sur∞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora