Capítulo 2.

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La mansión de Patrick Ackerman estaba ubicada en el centro de la zona residencial que pertenece al clan Ackerman, rodeada por una zona boscosa increíblemente hermosa llena de grandes árboles y vegetación que se cubren de blanco cada diciembre. Nunca dejaba de maravillarme por la increíble experiencia que era visitar ese enorme lugar.

El carro en el que viajaba era conducido por mi padre por el gran camino que nos llevaba a la puerta principal de la mansión. Todos los sábados visitábamos al viejo Patrick. A mi padre le gustaba mucho conversar con él, decía que era un viejo sabio. Además, yo podía pasar tiempo con Levi, era increíble lo bien que nos llevábamos a pesar de la diferencia de edades.

Esa mañana había nevado y la gran fuente que nos recibía estaba completamente congelada. Hacía demasiado frio y no tardamos en entrar al cálido hogar. Una empleada de la mansión siempre nos recibía con una sonrisa antes de recibir nuestros abrigos.

Al ingresar, lo primero que se podía observar era la gran escalera de mármol que llevaba al segundo piso, junto con los grandes ventanales de vidrio que dejaban entrar la luz del inmenso jardín. La estancia era inmensa y luminosa.

Mi sonrisa de ensanchó aún más cuando miré a Levi de pie en la entrada de la biblioteca, esperándome. Nuestro lugar favorito. Me separé del lado de mi padre y me acerqué a paso ligero para saludarlo.

―Hola, Levi ―le di uno de esos abrazos cálidos que tenia preparados solo para él.

―Hola, mocosa. Vamos, entra. Hay algo que quiero mostrarte.

Obedecí gustosa su orden y entré con él. De inmediato, me senté, enrollando mis piernas en uno de los cómodos y mullidos sillones que estaban dispersos por todo el lugar. Levi se sento a la par mía.

La biblioteca era un lugar de ensueño, el lugar que todo lector y estudioso quiere para sí. Una habitación de dos plantas llena de libros de todo tipo, color y tamaño. Era, simplemente, increíble.

―Por cierto, no me digas mocosa, enano ―enfaticé lo último―. Ya pronto cumpliré doce años y te aseguro que seré más alta que tú.

―Ya deja de hablar estupideces ―me extendió una hoja―. Lee.

La leí con calma. Era la carta de una universidad prestigiosa en el extranjero donde aceptaban el ingreso de Levi para estudiar ahí.

―Levi, te aceptaron... ―me abalancé hacia él para abrazarlo―. ¡Felicidades!

―Era de esperarse, mocosa.

Él y su don único para arruinar los momentos cálidos. Sonreí.

Me quedé pensando un momento hasta caer en cuenta que Levi se iría lejos de mí. Mi mirada se ensombreció, algo que no paso desapercibido para él. En esos instantes, mis sentimientos eran un caos completo. Alegría y tristeza a la vez. Quería tanto a Levi, lo quería conmigo. ¿Por qué siempre se alejaba de mi cuando pensaba que no se volvería a ir?

Entre toda esa tristeza, mi mente trabajó en una solución al problema. Solución que había visto en las películas.

Él nunca se negaba a mis peticiones por más locas o descabelladas que fueran. Sin embargo, viendo su rostro en ese momento, supe que exageré. No me importó porque tenía todo el derecho de pedirle cualquier cosa porque yo era su mejor amiga.

Cuando se dio cuenta de mi silencio, hizo la pregunta del millón.

―¿Qué tienes, mocosa?

―Enano, me dejarás sola ―le dije con tristeza―. Me dejarás y te irás a estudiar lejos.

― ¿Por qué haces tanto drama? Vendré cada navidad a verte ―tomó la boleta que le mandó la universidad sobre la descripción del campus y actividades.

―Pero yo te quiero conmigo todo el tiempo ―protesté. Él era mi costumbre desde hace dos años, cuando se mudó a la mansión. Ahora era difícil dejarlo partir.

Levi no me prestaba la atención que yo demandaba en ese momento, y eso me molestaba un poco. Finalmente, solté la información, dejándolo sorprendido.

― ¡Oye, enano! ―dije casi gritando―. ¿Y si me das un beso de despedida?

Logré lo que quería. Levantó sus ojos de la boleta que leía y me miró algo alarmado por una fracción de segundos. Después cambio su expresión a una seria, como de costumbre.

―Mocosa, no sabes lo que estás pidiendo. No digas estupideces y deja que termine la lectura.

―Vamos, Levi ―insistí―. Me lo merezco. Siempre me dejas sola. Dame un beso de despedida por nuestra amistad.

Dije eso sin saber que, de los seis años estudiando afuera, los tres últimos no lo vería.

Se acerco a mí y me dio un beso en la mejilla. La verdad, no esperaba que fuera en ese lugar, estaba jugando sucio. Yo quería un beso de verdad y lo iba a conseguir. Me coloqué a su lado y dirigí mis manos a su rostro. Lo sostuve con cariño, cerré mis ojos y acerqué mis labios a los suyos. Entonces, lo besé. Un beso corto y sencillo.

Y, ahí, en esa gran biblioteca, le di mi primer beso a Levi. Tal vez él lo miró como una petición infantil o un juego de mi parte, pero para mí fue muy importante. Nunca olvidaría sus suaves labios que se me antojaron dulces.

Al momento de tomar distancia, le sonreí. Levi, aún impactado, me devolvió la sonrisa.
No sé dijo más del tema y yo me encontraba satisfecha. Mi primer beso lo recordaría por siempre porque había sido con Levi, la persona más importante para mí. Mi mejor amigo.

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¿Simplemente amigos? (RivaMika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora