Capítulo 11.

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Nunca en mi vida había visto tanta organza, tafetán, chiffon, tul y encaje desfilando ante mis ojos, primer punto. Segundo punto, nunca en mi vida me había probado tantos vestidos. Se tiene entendido que el día de tu boda es un día especial, pero con tan poco tiempo para los preparativos, estaba algo estresada. Aunque súper feliz, inmensamente feliz.

El día que nos comprometimos me tomó por sorpresa. No pensé que iba a ser tan pronto con solo un mes de noviazgo, aunque ese mes no supera a casi una vida esperando que ese momento pasara. Después de ese día, me dio dos meses para organizar nuestra boda y aquí estaba yo, rodeada de puros vestidos blancos frente a una pared llena de espejos, pie en una pequeña tarima en una de la tiendas más exclusivas de novias, con un vestido el cual todo mi ser decía que era el indicado.

Por el espejo, a espalda mía, sentadas en un sofá muy cómodo y elegante, podía ver a mi madre, Sasha, Annie y a la organizadora de bodas casi llorando por el sentimiento que transmitía el vestido indicado. La dueña de la tienda, que personalmente nos atendió, se miraba feliz de vender el vestido ideal para una boda de la familia Ackerman. Su tienda iba a salir en todas las revistas del país e iba a ganar más fama.

Confieso que la organización de la boda ha sido todo un reto. Con más de 300 invitados en lo que abundaban empresarios y viejos amigos de las dos familias y del clan. El novio no se quedó atrás y estuvo conmigo en todo momento que se nos necesitaba para tomar decisiones acerca del evento. Con sus aportes con referente a los preparativos, todo desbordaba la elegancia que lo caracteriza y nunca vi a una organizadora de bodas trabajar tanto.

Mis espectadoras y yo después de salir de la tienda más que satisfechas, fuimos a cenar, ya que habíamos pasado toda la tarde metidas en ese lugar. Con una conversación que se volcó, obviamente, en la boda la pasamos amenamente bien y, al terminar la cena, cada una se dirigió a su respectivo hogar. Mi madre y yo nos destinamos a nuestra casa, Sasha a su departamento donde seguramente Jean ya la esperaba, y Annie se dirigió a su nuevo hogar.

Al llegar a casa y subir a descansar a mi habitación, me tiré en la cama, recopilando todos los sucesos del día con grandes expectativas para el mañana. Sin embargo, no pude evitar dar un vistazo al pasado donde creí que todo estaba perdido. Mi mente se volcó al departamento de Levi, que a estas alturas ya tenía otro dueño porque él había vuelto a vivir en la mansión con el bisabuelo Patrick. Pero esas son trivialidades. Mi mente me llevó al día de la tormenta que me quedé a dormir en ese lugar.

―¡Mikasa! ―habló Petra tras la puerta―. Disculpa que te moleste.

―Pasa, Petra ―respondí. Ella abrió la puerta de la habitación que me pertenecía y se adentro tímidamente en la estancia.

―Levi no me dejó mandar tus cosas a tu casa ―dijo con una sonrisa forzada―. Y ya veo que por algo no lo quiso así. Ha surgido esta emergencia y sirvió de algo conservar tus cosas. ¡Bueno! Solo venía a ver si necesitabas algo, pero noto que está todo bien. Me voy.

―Buenas noches, Petra ―deseé, viendo que salía de mi habitación sin contestarme.

Después de ese día todo fue confuso y los acontecimientos, los cuales no me gustaba recordar, llegaron tan rápido que no los vi venir.

A Levi solo lo miraba por medio del trabajo en la empresa y no hablábamos mucho, hasta navidad donde todo dio un giro inesperado y anunció que las cosas con Petra se ponían serias.

Esa noche salí lo mas disimuladamente posible de la escena que me resultó fastidiosa. Petra sonriendo de felicidad mientras los presentes los felicitaban.

¿Simplemente amigos? (RivaMika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora