Capítulo 9.

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Al día siguiente de mi llegada y de instalarme en mi pequeño y cómodo departamento, salí muy temprano por la mañana a buscar una cafetería para desayunar. A unas cuantas cuadras del edificio departamental, encontré una pequeña y hogareña cafetería. Al entrar, todo era muy lindo, decorado sutilmente con flores. Llegué a la conclusión de que la decoración era relativa a la primavera.

Me acerqué al mostrador para ordenar y divisé a una chica rubia muy seria, leyendo un libro. Cuando se dio cuenta de mi presencia, dejó a un lado lo que estaba haciendo y tomó mi orden con mucha amabilidad. Como buena dependienta, me ofreció probar el pastel del día, el cual se miraba tentador y delicioso. Dije que sí y fui a sentarme a una mesa cerca de la ventana que daba a la calle.

Satisfecha con mi delicioso desayuno, salí de la cafetería rumbo a la universidad, pues los papeles deberían estar listos para cuando iniciara en dos semanas. En fin, llegué a la universidad e hice todo el papeleo correspondiente a mi ingreso. Al terminar todo en el recinto, me permití pasear por el campus para familiarizarme con el lugar, los pasillos y las aulas.

El resto del día me dediqué a hacer compras para mi departamento y recorrí la ciudad, por sus calles principales. También almorcé en un restaurante que parecía popular del lugar. Así pasaron dos semanas entre paseos y excursiones por Berlín.

. . .

El inicio de clases transcurrió con total normalidad. Me dediqué de lleno a los estudios y a sacar el primer lugar en la clase.

La cafetería se convirtió en mi lugar preferido para desayunar y pasaba por ahí también en mi tiempo libre. La dependienta, Annie Leonhart, se convirtió en mi única amiga. Cuando Annie tenía tiempo libre, salíamos a pasear y charlábamos sobre nosotras, hasta le conté de Levi y la razón de terminar la universidad en Alemania.

Por su parte, Annie me contó de su vida, de la muere de sus padres y que estaba sola desde entonces. La amistad entre nosotras se convirtió en algo fuerte en poco tiempo. La dueña de la cafetería era una señora mayor que quería mucho a Annie, y estaba sorprendida por nosotras porque decía que ella no solía hablar con las personas y era muy apartada.

Los días pasaban tranquilos sin ninguna novedad. Como dije, me sumí en mis estudios y en mi nueva amiga. Eso me bastaba para ser feliz en mi pequeño mundo en Berlín.

De vez en cuando mi mente se trasladaba a casa y a él. En la tranquilidad de mi departamento, me permitía pensar en él y me preguntaba que estaría haciendo, aunque al instante me regañaba a mi misma y tomaba un libro para alejar esos pensamientos.

El día de la graduación llegó con mis padres en un avión para festejar conmigo. Se quedaron una semana en Berlín y se marcharon satisfechos con mi elección de un post-grado que comenzaría en un mes. Mi padre prometió tener listo mi puesto en la empresa cuando estuviera de regreso en casa.

Y así pasaron otros nueve meses de estudios. Sin embargo, una semana antes de mi regreso a casa, recibí una llamada algo inesperada.

―Hola, Mikasa ―dijo Sasha, alegre con su voz chillona.

―Sasha, qué sorpresa ―comenté, aunque las llamadas de ella no faltaban dos o tres veces al mes.

―Eres una mala amiga, ¿sabes? ―me reprochó ahora con voz enojada―. Tuve que enterarme por terceros que Eren y tú terminaron.

―Lo siento, Sasha. Juro que te iba a contar, pero mi tiempo se reduce a mis estudios.

―Y te creo porque eres una loca perfeccionista come libros, antisocial cuando te lo propones ―resopló―. Cambiando de tema, adivina qué tengo en las manos.

¿Simplemente amigos? (RivaMika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora