Al día siguiente de mi llegada y de instalarme en mi pequeño y cómodo departamento, salí muy temprano por la mañana a buscar una cafetería para desayunar. A unas cuantas cuadras del edificio departamental, encontré una pequeña y hogareña cafetería. Al entrar, todo era muy lindo, decorado sutilmente con flores. Llegué a la conclusión de que la decoración era relativa a la primavera.
Me acerqué al mostrador para ordenar y divisé a una chica rubia muy seria, leyendo un libro. Cuando se dio cuenta de mi presencia, dejó a un lado lo que estaba haciendo y tomó mi orden con mucha amabilidad. Como buena dependienta, me ofreció probar el pastel del día, el cual se miraba tentador y delicioso. Dije que sí y fui a sentarme a una mesa cerca de la ventana que daba a la calle.
Satisfecha con mi delicioso desayuno, salí de la cafetería rumbo a la universidad, pues los papeles deberían estar listos para cuando iniciara en dos semanas. En fin, llegué a la universidad e hice todo el papeleo correspondiente a mi ingreso. Al terminar todo en el recinto, me permití pasear por el campus para familiarizarme con el lugar, los pasillos y las aulas.
El resto del día me dediqué a hacer compras para mi departamento y recorrí la ciudad, por sus calles principales. También almorcé en un restaurante que parecía popular del lugar. Así pasaron dos semanas entre paseos y excursiones por Berlín.
. . .
El inicio de clases transcurrió con total normalidad. Me dediqué de lleno a los estudios y a sacar el primer lugar en la clase.
La cafetería se convirtió en mi lugar preferido para desayunar y pasaba por ahí también en mi tiempo libre. La dependienta, Annie Leonhart, se convirtió en mi única amiga. Cuando Annie tenía tiempo libre, salíamos a pasear y charlábamos sobre nosotras, hasta le conté de Levi y la razón de terminar la universidad en Alemania.
Por su parte, Annie me contó de su vida, de la muere de sus padres y que estaba sola desde entonces. La amistad entre nosotras se convirtió en algo fuerte en poco tiempo. La dueña de la cafetería era una señora mayor que quería mucho a Annie, y estaba sorprendida por nosotras porque decía que ella no solía hablar con las personas y era muy apartada.
Los días pasaban tranquilos sin ninguna novedad. Como dije, me sumí en mis estudios y en mi nueva amiga. Eso me bastaba para ser feliz en mi pequeño mundo en Berlín.
De vez en cuando mi mente se trasladaba a casa y a él. En la tranquilidad de mi departamento, me permitía pensar en él y me preguntaba que estaría haciendo, aunque al instante me regañaba a mi misma y tomaba un libro para alejar esos pensamientos.
El día de la graduación llegó con mis padres en un avión para festejar conmigo. Se quedaron una semana en Berlín y se marcharon satisfechos con mi elección de un post-grado que comenzaría en un mes. Mi padre prometió tener listo mi puesto en la empresa cuando estuviera de regreso en casa.
Y así pasaron otros nueve meses de estudios. Sin embargo, una semana antes de mi regreso a casa, recibí una llamada algo inesperada.
―Hola, Mikasa ―dijo Sasha, alegre con su voz chillona.
―Sasha, qué sorpresa ―comenté, aunque las llamadas de ella no faltaban dos o tres veces al mes.
―Eres una mala amiga, ¿sabes? ―me reprochó ahora con voz enojada―. Tuve que enterarme por terceros que Eren y tú terminaron.
―Lo siento, Sasha. Juro que te iba a contar, pero mi tiempo se reduce a mis estudios.
―Y te creo porque eres una loca perfeccionista come libros, antisocial cuando te lo propones ―resopló―. Cambiando de tema, adivina qué tengo en las manos.
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¿Simplemente amigos? (RivaMika)
RomanceÉl es su amigo. ¿Ella lo considera solo su amigo?