Capítulo 7.

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Apenas sus párpados se abrieron con pesadez, es encontró enfrente suyo a la mirada roja y llorosa de su novio, que estaba muy concentrado en una de las blancas paredes de la habitación.

Tocó su barriga levemente por algunos segundos y el castaño, al notar el movimiento, posó su mirada en él.

Nervioso al no sentir aquel pequeñísimo bulto que apenas estaba apareciendo miró a su novio con preocupación y el chico le tomó de las manos, mordiéndose los labios, claramente para no volver a llorar.

—¿Dónde..? —su voz se cortó, porque por alguna razón sentía miedo— ¿Dónde está?

—No lo busques —pidió el chico con seriedad, luego de haberse tragado aquel nudo que impedía el paso de la voz por su garganta—. Lo lograste —mencionó resignado y una risita cargada de ironía escapó de sus labios—. ¿Siempre eres así de bueno consiguiendo lo que quieres?

—Estás molesto —espetó el menor con pena.

El chico bufó.

¿Molesto?

Estaba lo que le seguía de encabronado, pero eso no era lo único que sentía.

Estaba triste, decepcionado, temeroso y dolido.

Creía que al chico se le podía pasar la idea de no querer un bebé si le mostraba su cariño y que serían felices los tres, sin importar el lugar en el que estuviesen, y realmente hizo todo lo que pudo para hacerle entender que era importante en su vida, pero a Erick simplemente le importó un carajo.

Quizá ni siquiera habría bastado con decirle un te amo.

Al ojiverde simplemente no le habían importado sus sentimientos.

Y es que el problema simplemente no había sido sólo su bebito, sino también el miedo de perderlo a él. Le quería más de lo que se atrevería a admitir, porque él mismo se sentía mal de querer tanto al asesino de sus padres, pero lo hacía.

Mucho más de lo que nadie se podría imaginar.

Y quizá en realidad aquellas cosas de su estómago podrían interpretarse como el inicio de un enamoramiento, porque sus sentimientos por cualquier persona cercana desde pequeño habían sido puros y fuertes.

Llegaban a golpear su corazón sin compasión hasta que terminaba sintiéndose atontado.

—Carajo, niño, estaba preocupado —admitió, secando un par de rebeldes lágrimas que habían logrado escapar entre sus pestañas inferiores—. ¿Sabes lo que me han dicho? —el chico negó, sintiéndose regañado, y realmente en parte era así— Tendrás que quedarte acá tres semanas aproximadamente porque has tomado una mierda que ni siquiera era para abortar específicamente. Tienes restos del tejido del embarazo, quizá incluso puedas tener infecciones o lesiones y tienen que limpiarte de todo. Vas a tener sangrados, y hasta que acaben te irás —le avisó con molestia y soltó sus manos cuando la puerta se abrió, dejando ver a Nick—. Lo único que quizá te duela de todo esto que has hecho no será que hemos perdido algo bonito, o que me voy a la mierda y no te quiero cerca porque estoy como fiera. Sólo serán simples cólicos durísimos, y espero que sean terribles, para que te hagan pensar en lo que hiciste y los riesgos en los que estás.

Salió de la habitación ignorando los llamados del menor y se acercó a Nick, que lo esperaba con un gesto avergonzado.

—Christopher... —comenzó el chico y se rascó el mentón— yo sé que estás pasando por un momento difícil pero... son órdenes de mi padre.

—¿Qué pasa?

—Quiere que regreses con él, tiene un trabajo para tí.

El castaño asintió, pero antes dió una rápida mirada a la puerta de la habitación que acababa de abandonar.

—¿Puedes..?

—Sí, yo lo cuido —interrumpió y, conforme con eso, el chico se fue.

En el camino no dejó de pensar en lo mucho que estaba enojado, porque con dieciséis años Erick podía ser muy chico, pero claro que entendía lo mal que estaba lo que había hecho.

Por el bebé y por él mismo, pero eso no pareció importarle.

¡Era tonto!

Incluso un niño de diez años entendería los riesgos de provocarse un aborto, porque si aún uno supervisado por un experto era peligroso, inducirlo sin ello era peor.

Pero ya no iba a llorar y tampoco iba a sentirse mal, porque él estaba a dispuesto a todo por ambos, porque ninguno sería menos para su vida.

Él no iba a tener ningún remordimiento, mas que el de no poder hacer nada por el bebé.

Al llegar al lugar y preguntar que era lo que debía hacer lo llevaron al cuartucho donde había estado él antes con Erick, y le pidieron quedarse ahí con la nueva "nena".

Los miró incrédulo.

Lo habían quitado del cuidado de la salud de su propio novio sólo porque querían que cuidara a otro chico. Aunque al final no lo creyó tan malo, porque lo veía llorando y, cuando él había llegado había deseado que alguien que no fuera tan como ellos lo consolara, pero no sucedió, y ahora tenía la oportunidad de hacer sentir mejor a alguien más.

Resignado dejó salir un suspiro y terminó por aceptar.

Era un chico no mayor que él pero tampoco menor que Erick, así que, tomando una inhalación profunda se acercó, cerrando la puerta detrás suyo.

El chico de cabello azabache teñido de un bonito verde posó sus grandes ojos en él, sin dejar de mordisquear su labio entre suspiros desconsolados, que brotaban a causa del llanto que lo acababa de abandonar.

—Hey —saludó el castaño—, soy Christopher.

—Y-Yoandri.

El castaño sonrió.

Aquel chico parecía tener una voz mucho más grave de lo que su carita fina y tierna hacía creer, pero de cualquier manera seguía teniendo un aspecto dulce e inocente. Mucho más que cualquier persona que hubiese conocido antes.

—¿Por qué estás aquí?

—Mataron a mi padre cuando intentaba sacarnos a mi madre y a mí del país para protegernos —pasó los dedos por sus mejillas limpiando lentamente sus lágrimas—. Mamá logró escapar, yo no y, cuando mi padre intentó defenderme lo mataron.

—¿Tu padre tenía algo que ver con esto?

El chico bufó divertido al escuchar y lo miró con sus ojos chillones y una mueca que parecía ser un intento de sonrisa.

—Mi papá trabajaba con el tuyo —mencionó dejando al castaño sin palabras—. Estuvimos juntos en la  cena de navidad hace tres años, tú no me recuerdas porque estuviste todo el tiempo con la nariz en el celular pero yo estuve esperando que me sacaras a bailar todo el rato —soltó una risita y el castaño sonrió, al fin alguien bueno—. Lamento lo de tus padres.

—Y yo lo de el tuyo —concordó y luego de algunos segundos frunció el ceño—. ¿Cómo sabes..?

—Todas las autoridades saben —interrumpió—, el presidente no quiso mover un sólo dedo, pero hay un grupo no muy pequeño de soldados que están trabajando en el rescate —murmuó y, al ver su expresión triste se confundió—. Sí quieres salir de aquí, ¿verdad?

—Sí, pero no soy el único que necesita irse además de tí —admitió y, ante el silencio y la mirada curiosa del peliverde suspiró—. Tengo un novio, más chiquito y odiaría dejarlo.

—Estarémos bien entonces, pero aún no.

Quizá Yoandri era un ángel para él, talvez también para su novio, pero no iba a dejar de admitir que, aunque sentía pena por lo que había sucedido agradecía mucho al cielo que estuviese ahí, levantando sus esperanzas de largarse, y llevar consigo a Erick, para intentar darle una mejor vida fuera de ahí.

La primera semana no pudo volver a visitar a Erick ni tampoco su habitación, porque debía cuidar del peliverde, con quien claramente había una buena conexión.

Le agradaba y mucho.

Niño sicario || Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora