Capítulo 6.

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“... Me gustas ...”

“... Eres hermoso ...”

“... Te quiero ...”

Erick aún recordaba con una gran sonrisa aquellas palabras del castaño que le hacían perderse por largas horas en un laberinto de sentimientos sin salida, donde jamás antes había estado.

Sus pesadillas se volvían bellos sueños al recordar sus besos y algún par de caricias lo despertaban por la mañana llevándolo más allá del límite en la tierra. Quizá cuando muriera, esperaba sentirse de esa forma, porque parecía estar en el cielo.

Quería formar una familia con él. Pero por alguna razón, su concepto de familia desde antes de dejar atrás a su madre, jamás había sido de más de dos personas.

Aunque en su familia habían sido siempre cuatro, y él el último de ellos, siempre le pareció que eran demasiados ahí.

Su hermana para él no era lo suficientemente importante, así que, según su criterio ella podía quedar fuera.

Luego estaba su padre, que por culpa del trabajo nunca estaba presente en los momentos importantes de su vida y, a diferencia de él, su madre trabajaba y con lo poco que ganaba buscaba la forma de ahorrar y además le dedicaba el mayor tiempo que podía. Por lo tanto, su mamá y él eran lo importante.

La familia.

Ahora creía que no necesitaba más que a Christopher y el cariño que le tenía.

Era suficiente para sobrevivir y ser feliz, sin embargo no entendía y quizá no lo haría jamás, que no era así definitivamente. La vida le daría lo que sabía que necesitaba, aún cuando no lo planeaba o no tenía idea de que sucedería.

A eso se le podía llamar destino.

Y el destino había querido que tuviera un pequeño pedacito suyo y de Christopher dentro de él.

Pero nunca lo vería así.

Aquella mañana el castaño lo había hecho mucho más feliz de lo que era con algunas simples pero muy agradables a su oído, palabras.

Y había aclarado también ciertas cosas.

—A veces me has dicho que te molesta todo esto que hago por tratarte bien —recordó acariciándole la mejilla—, que mis palabras en momentos sentimentales no te gustan por...

—Porque sólo lo haces por la cosa —interrumpió.

El castaño suspiró asintiendo, porque sí, se refería al bebé.

Ya entendía que el menor jamás aceptaría lo que era y no le quedaba más que resignarse a escuchar ese tipo de palabras para referirse a su hijo.

Esperaba que al nacer pudiera ver lo hermoso que era y se enamorara tanto también de aquel retoñito, que no pudiese ver a nada ni nadie más como superior a él.

—Pero aunque quizá no lo digo, quiero que entiendas que te quiero a tí, porque sin tí él no podría estar —le miró con ternura y posó los labios en su frente, quedándose ahí por algunos segundos—. Él bebé es una cosa. Pero tú me gustas muchísimo y contigo el cariño siempre será diferente.

—¿Cómo diferente?

—Él es nuestro, pero sé que no será para nosotros —sonrió acercando su frente a la del menor—. Tú no eres mío, pero quiero que seas para mí.

El ojiverde suspiró.

Quizá entendía un poco, pero aquellas emociones de temor y soledad le hacían cegarse.

Niño sicario || Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora