Veinte

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- Necesito ir al súper.

Moví mi pierna nerviosamente mientras Jos me miraba extrañado.

- ¿Te acompaño?

- No es necesario, además le dijiste a los niños que los llevarías por un helado ¿no?

- ¡Eso es cierto! - Grito Josa desde arriba, reí sintiendo mi estómago revolverse, por lo que más quieras, quédate...

- Ve con cuidado.

Senti alivio al escucharlo.

- No me tardo - Me acerqué a besar sus labios castamente y salí a pasos rápidos de la casa.

Abrí la puerta de la camioneta para después comenzar a manejar sin prisa.

Iba con tiempo, el conservatorio de los chicos se encontraba a media hora de la casa, por lo que llegaría puntual.

Escogí la hora en la que comúnmente ta casi no se encuentra nadie y están limpiando el lugar, casi podríamos estar a solas sin miedo a ser vistos por alguien.

Más pronto de lo que pensé me estaba estacionado en el lugar.

Era muy grande, su brillante pero cálido color naranja hacia resaltar más el atardecer del día.

Baje de la camioneta sintiéndome pequeña con cada paso que daba, me sentía tan nerviosa por hablar con Bryan.

- Emilia - La sorpresa de la secretaria de la entrada me puso más nerviosa.

- Hola Karen - Sonreí a medias.

- Hoy no es el turno de...

- Oh lo sé - Intente sonar lo más casual posible, lo que menos quería es que alguien fuera de chismosa con él. - Es que tengo que darle algo a Bryan, ¿o ya se fue?

Mi esperanza de evitar el tema por más días sin importar mi insomnio por las noches aún no moría.

Durante el transcurso del día me dieron ganas de cancelarle y poner cualquier excusa tonta, pero no me atreví.

- Para nada, aún sigue aquí, creo que esta en la sala de piano.

- Gracias.

Mi esperanza había sido lanzada directa al basurero.

Obtuve un "de nada" de su parte y camine directa a dónde ella me había dicho, entre más me acercaba sentí mis piernas más pesadas de lo normal.

Al estar a unos cuantos metros de distancia lo vi ahí, sentando tocando el piano, platicando con ¿alguien?

Creí que ya estaría desocupado por la hora, me acerqué más y toqué la puerta obteniendo la atención de ambas personas.

La colonia de aquella chica me provocaba nauseas, era muy dulce, jamás la había visto pero por su simple perfume comenzaba a caerme mal.

- Nat, ¿podrías dejarnos a solas? Por favor.

Mi estómago se revolvió al escuchar aquel nombre, los nervios desaparecieron y el enojo comenzó a recorrer mi cuerpo.

- Con permiso - Su sonrisa de autosuficiencia me hizo saber que ella sabía perfectamente quién soy yo.

Ni siquiera respondí, no quería desperdiciar ni siquiera un poco de saliva para dirigirle la palabra a alguien de su tipo.

Aunque entendía todo, la tal "Nat" no es fea, y eso hace que mi molestia se agrande.

- Emilia ¿todo bien?

A Tu Lado » J.CDonde viven las historias. Descúbrelo ahora