Capítulo 05: La posada

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Me arrastre cojeando. Imaginé al humano moribundo luego de olfatear el aire.

Lejos de ver al gusano hinchado a punto de podrirse, estaba durmiendo plácidamente. Y sin ningún rasguño.

Solo dos veces he visto eso en seres animales no míticos como los dioses.

La primera vez fue en una cría de ave fénix, la segunda vez en una cierva de variedad extraña del bosque sagrado.

Esa habilidad pasiva de regeneración casi instantánea, reconstruccion de tejido y restauración de vitalidad era extremadamente inusual y valiosa.

Animales como las salamandras podían restaurar sus extremidades en cuestión de días a bajos niveles, una salamandra de alto rango lo hacía en una hora.

Kato no había perdido extremidades, pero si sangre y piel, ese humano de nivel uno regeneró el tejido en cuestión de minutos a juzgar por su tranquilidad.

Ojalá hubiera regenerado su cerebro.

¡Despierta!

Debo admitirlo. Disfrutaba gruñir, morder y golpear la mano que me dió de comer. Jeje.

El lazo de Tamer o como se llamará esa cosa, seguía débil y aún tenía la opción de cortarlo. Obviamente no me convenía dada mi situación.

Tampoco me convenía herirlo, no soy tonto.

—Sponchi, te quedaste —. Su rostro estaba lloroso —. Estás herido, pondré una venda.

Deje que me tocara, estaba feliz de verme. Luego de su ridiculez nos pusimos en marcha. Mi gruñido servía de advertencia, almenos sabía respetar mi espacio.

La ciudadela no estaba nada lejos, creo incluso unos tipos nos alcanzaron a ver en la pradera.

—¿Viste esa pelea de novatos?

—¿La del perro apestoso contra el pollo kelso? Jajaja épico, jamás ví a un pollo tan agresivo.

¡¿Perro?!

¡Soy un lobo! ¡Un lobo!

[Nuevo título adquirido: El perro apestoso]

—¡Tranquilo Sponchi! No debes atacar a otros humanos.

Estuve apunto de matar a ese par de idiotas. Me costaba admitirlo, pero Kato tenía razón. No podía atacar humanos en su territorio.

No por ahora malditos.

—¡Kato! Me tenías preocupada. Escuché que atacaron a un chico y su perro. ¿Estás bien?

Lo que faltaba, la arpía y para colmo llamándome perro.

—Mirna, lo siento no pude terminar la misión de recolección que me encargaste.

—No seas tonto, eso ya no importa.

Kato y la mujer hablaban rumbo a lo que llamaban posada. El sujeto hablaba extraño, más tonto de lo normal, pero hacía un esfuerzo sobre humano por caminar ergido, la chica no paraba de sonreír y tocarlo.

Solo faltaba que se aparearan enfrente de mí nadamás llegando a su cueva. Que desagradables.

—Sponchi, estás herido.

¡Cuidado dónde tocas!

La amenace con un gruñido feroz, pero Kato me recordó que no debía matar humanos. Le concedi clemencia.

Solo dejen que recupere mi poder...

Ella me tomo desprevenido colocando un trozo de tela sobre mi cabeza.

La legendaria mascota del cazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora