Capítulo 8

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-Potter, a mi despacho –ordenó Snape cuando encontró a Harry en medio del camino hacía las mazmorras luego de salir de la enfermería.

El muchacho rodó los ojos fastidiado pero no pudo más que seguirlo, no quería volver a probar lo que se sentía si no iba con él a la hora indicada, ya bastante con la tontería del día anterior. ¿A quién en su sano juicio se le ocurriría atarse a la baranda de la Torre de Astronomía para evitar salir corriendo hacia el despacho cuando se presentó el anhelo de ver a Snape? Sólo a él, se respondió a su propia pregunta. Sólo a alguien tan estúpido como él.

Llegaron al despacho en absoluto silencio, pero ni bien el hombre cerró la puerta, Harry arremetió antes de que le pudiera reclamar nada.

-Si me va a pedir que me disculpe con el director, no lo voy a hacer –dijo firme cruzándose de brazos para enfatizar su punto, aunque en realidad se veía más bien como un niño berrinchudo intentando retar a su padre.

-Muy lejos de mí pedirle eso, señor Potter –contestó el hombre con voz suave, dejando pasar por alto ese detalle de "desafío" del muchacho –Por el contrario, creo que lo que hizo estuvo bien –agregó, y eso logró descolocar completamente a Harry, quien descruzó los brazos y lo miró sin poder creer lo que acababa de escuchar –Albus se está tomando muchas atribuciones con usted, y eso no se lo debe permitir. Por otro lado –dijo y Harry volvió a ponerse en alerta –creo que deberíamos considerar el pasar un poco más de tiempo juntos. Sé que esto no es de su agrado –levantó una mano para impedir que le interrumpiera –y créame que tampoco del mío, pero hay que ser realistas, hasta ahora no está funcionando que pasemos sólo una hora juntos. Su magia no está estabilizada y puede llegar a lastimar tanto a otros como a usted mismo.

Harry lo miró con desconfianza.

-¿Por qué se preocupa por mí? Eso no es típico en usted.

-No se equivoque, señor Potter, estoy intentando cubrir mis propias espaldas también –dijo, el ceño fruncido como si le hubiera ofendido la sola insinuación –No sólo a usted le está afectando todo esto, recuerde que todo lo que le sucede también repercute en mí –la mueca de rechazo evidente en su rostro al agregar –Y no sé qué piense usted, pero a mí no me gustaría ser recordado como un profesor que no pudo controlar su magia como si fuera un simple crío sin instrucción que terminó dañando a un estudiante.

Harry bufó para no tener que darle la razón, y pensó seriamente en negarse a pasar más tiempo con el hombre (sólo por la costumbre de no estar de acuerdo en nada de lo que le dijera), pero sabía que era una tontería hacerlo.

-No viviré con usted –señaló entonces para dejar claro, al menos, ese punto.

-Esa no era la idea tampoco –contestó el profesor sin inmutarse.

-Una hora y media.

-Dos.

Harry volvió a bufar, a tenaz no había quien ganara a Snape.

-Está bien –concedió entonces –Dos horas, pero ni un minuto más.

-Si no funciona, tendremos que reconsiderarlo –indicó Snape con calma, luego le señaló la mesa al otro lado de su despacho donde el muchacho hacía sus tareas cada vez que estaba allí, dando así por finalizado la charla.

Cuando Harry se acomodó, Severus le observó fijamente por varios minutos antes de volver su atención a los trabajos que debía corregir.



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   Recuperar la amistad con Draco no fue sencillo, el muchacho rubio estaba absolutamente enojado y Harry sabía que no era para menos, no después de lo que le había dicho cuando Draco terminaba de confesarle que se había convertido en mortífago solo para ayudarlo a él. Por él. Y lo peor era que no podía decirle la verdad del por qué rechazó su ofrecimiento de enlazarse, haciendo todo mucho más complicado a la hora de pedirle disculpas apropiadamente por su comportamiento de ese día.

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